Opinion Marcelo Duclos 22 de mayo de 2024

Pedro Sánchez, el fascista desesperado

El presidente del Gobierno español, que acusa de autoritario al mandatario argentino, dejó en evidencia que el fascismo es todo suyo. Para él, no hay diferencias entre su persona y el Estado

Pedro Sánchez

En la mañana de ayer, en un acalorado debate radial con los periodistas Ernesto Tenembaum y Reynaldo Sietecase, se me consultó mi opinión sobre los enfrentamientos del presidente con diversos periodistas argentinos.

Respondí que, si bien a uno le puede resultar más o menos aceptable esa cuestión, que lo importante es que Milei habla como individuo (que tiene derecho a expresarse) sin usar el aparato del Estado para arremeter contra la gente que cuestiona y los medios donde trabajan.

 Mi respuesta, que más de uno pudo haber interpretado como una salida elegante, tuvo otro peso horas después ante la consumación de un bochornoso escándalo diplomático: Pedro Sánchez retiró a la embajadora española de Buenos Aires.

¿Cuál es la relación entre estas cuestiones? Simple. El presidente argentino puede tener discusiones, diferencias y debates con diversos interlocutores, pero allí queda la cuestión. En su argumento y los acuerdos y desacuerdos que coseche. Esto tiene que ver con su perspectiva libertaria.

Él sabe que no puede apelar a las herramientas que tiene a disposición como presidente para arremeter contra sus rivales, ya que estaría violentando todos los principios liberales y republicanos.

Del otro lado lo tenemos a Sánchez, que, ante una discusión política con su par argentino, decide meter mano a sus prerrogativas como mandatario y toma una decisión delirante al retirar una embajadora, quebrando la relación diplomática entre dos países hermanados en su historia. El mismo Milei lo dijo ayer en una entrevista con Jonatan Viale: las relaciones entre los países las hacen los ciudadanos, no los gobernantes. Pero Pedro Sánchez piensa distinto. Es un fascista hecho y derecho.

 ¿Por qué? Porque confunde el gobierno, el partido gobernante y el Estado. La representación visual más explícita de la historia es la esvástica nacional socialista de Hitler. No estoy comparando a Sánchez con el líder nazi ni mucho menos.

Pero sí reparo en la cuestión metodológica de una idea política que se instauró con Mussolini en la Italia fascista: el partido se apropia del gobierno, que utiliza como si fuera propio, para implementar desde el Estado la visión partidaria. Técnicamente, Sánchez es un fascista. Técnicamente, Milei está en las antípodas de ese modelo. Esto no es opinión, es análisis básico de las categorías más simples de las ciencias políticas.

Un contratiempo del frente popular

A pesar de la gravedad de lo que hizo el gobierno español con la embajadora en Argentina, lo cierto es que no puede tomarnos por sorpresa. Sánchez hizo campaña por Sergio Massa (y está en todo su derecho de evidenciar sus preferencias, como también lo hace Milei), pero ya había cruzado los límites de lo aceptable: en una oportunidad deseó que el candidato kirchnerista gane las elecciones en un discurso en el Parlamento ante los diputados españoles. Milei jamás hizo nada ni remotamente parecido.

Al presidente argentino le han dicho desde la cúpula gobernante española “fascista”, “drogadicto” y muchas otras cosas. Milei solamente respondió personalmente, sin usar el Estado de por medio. Sánchez actuó como lo que es y dejó en evidencia, sin lugar a dudas, quien es el “facho” entre los dos.

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