FANGO DEMOCRÁTICO
Porque en España parece que los políticos viven de espaldas al pueblo, desde aquel Despotismo Ilustrado cuyo eslogan era Todo para el pueblo, pero sin el pueblo hasta este Todo para el pueblo
Decía el político desaparecido en combate Pablo Iglesias que los escraches eran jarabe democrático, quizá enmendando el castizo olor de multitudes que algún político correcto en su ignorancia y bien quede rebautizara como loor de multitudes, cuando se los hacían a Esperanza Aguirre o cualquier otra vaca sagrada del PP.
Pero cuando se los hacían a él, o a algún otro cofrade de izquierdas, ya no eran ni jarabe ni democrático. Pero así solo demuestra su falta de consistencia, y el poco respeto que le tiene al pueblo.
Porque en España parece que los políticos viven de espaldas al pueblo, desde aquel Despotismo Ilustrado cuyo eslogan era Todo para el pueblo, pero sin el pueblo hasta este Todo para el pueblo, pero en contra del pueblo que adoptan los gobiernos de izquierdas que se han hecho en el poder en todo el mundo, desde la felizmente extinta Unión Soviética hasta Venezuela, pasando por Nicaragua, Corea del Norte o Cuba, dado el estado de empobrecimiento sistemático de los pueblos de esos países, como podemos ver si los visitamos.
Hay esperanza, claro, pues no en vano Rusia se ha levantado de las cenizas de aquella nefasta URSS, y por eso a su líder, Vladimir Putin, lo difaman y calumnian nuestros periódicos occidentales que encima presumen de imparciales, como si supieran lo que es eso.
Pero ciñéndonos al caso español, estos últimos días se les ha visto la cara al Gobierno: si hay una catástrofe, el Gobierno Central tiene que actuar inmediatamente, le guste o no al Gobierno Autonómico de turno; pues no en vano el Estado Español tiene ejército, y las autonomías no.
Por eso se llama Ejército Español, y no Ejército Valenciano, Murciano, o así hasta el total de las 17 autonomías que este suceso ha demostrado que sobran.
Todas. Dicen los malmetientes que si no existieran, Ayuso no habría podido hacer tantas cosas buenas por la Comunidad de Madrid. Pero yo les respondo que si no hubiera autonomías, Isabel Díaz Ayuso sería Presidente de España, pues la única que medio brilla en este páramo en que los intereses personales, partidistas e ideológicos han convertido al escenario político español es sin duda la única que tiene un discurso coherente y la única que se le enfrenta al Presidente del Gobierno de España de forma clara y directa, por el bien de sus tutelados.
Sí, ella tiene el mismo pecado original que el resto de los políticos, el de secuestrar la soberanía nacional al pueblo español en nombre de su partido, pero al menos lo disimula con su preocupación por los ciudadanos de Madrid.
En España nunca ha habido políticos brillantes, es cierto, aunque sí que ha habido algunos menos pringados que otros, unos pocos menos manchados de mugre que los otros. Manuel Azaña Díaz-Gallo, por ejemplo, brilló en aquel estercolero de la política de la malhadada Segunda República Española, pues intentó realizar una política sensata en aquel ambiente tan enrarecido por la ideología y las ganas de matar al que no pensaba igual, como ha dejado claro en los dos tomos de sus memorias, que me leí hace unos años.
Pero la cosa no viene de dicha república, sino de mucho antes. Consideremos lo que ocurrió cuando un militar español de Cartagena realizó un invento que habría dado la supremacía al ejército español sobre los del resto del mundo, don Isaac Peral Caballero.
A la sazón gobernaba España don Mateo Práxedes Sagasta, ingeniero de caminos, que se alternaría en el gobierno con el historiador don Antonio Cánovas del Castillo, y ninguno de ellos supo ver lo que el cartagenero les ofrecía: un navío submarino que podía hundir hasta a cinco barcos de guerra enemigos sin que ellos se percibieran de que se estaba acercando a diez metros bajo el mar, pues no había ni sonar ni radar en aquella época.
En lugar de promocionar ese invento en secreto, los políticos españoles de aquella época —que ya daban asco— se dedicaron a reírse y a difamar al inventor, que se tuvo que salir de la marina española para defenderse. Pero la que salió perdiendo fue España, que tras la Guerra de Cuba que forzaron los yanquis perdió aquella isla caribeña, más Puerto Rico, Guam y las Filipinas, territorios que pasaron de ser provincias españolas a colonias de un imperio copiado del inglés, en que la metrópolis explotaba a las colonias.
Según el Almirante Dewey, comandante de las fuerzas yanquis del Pacífico que conquistaron Filipinas, nunca habrían podido ellos llegar a tierra si hubiera habido al menos dos submarinos como el de Peral actuando en aquellas aguas.
Ustedes se preguntarán sin duda que por qué les cuento esto. Es para ver que esto no viene de ahora. España siempre ha sido un pueblo noble pero ignorante que se ha dejado embaucar por políticos de labia fácil y poco trabajo, como aquellos que dejaron perder el imperio más grande jamás establecido. Y de aquellos polvos vienen estos barros. O sea, lodos.
Lodo como el que le tiraron a los reyes y al presidente de España hace unos días. Resulta que ocurre la peor tragedia de la historia reciente de España, con más de doscientos muertos, y los políticos del centro y de la periferia se dedican a discutir que si son galgos o podencos, y mientras la gente agonizando debajo del barro, quizá dentro de sus coches, de los que no pudieron salir porque ignoraban que hay una ranura por dentro del maletero en la que si se encaja la hebilla del cinturón de seguridad, se abre.
O quizá no les hubiera valido, si el maletero estaba deformado. Porque, además, no disponían de ese martillito que venden en las ferreterías y quizá en los chinos con el que pueden romper los cristales para salir del vehículo. Y o bien se ahogaron con la tromba de agua, o bien de hambre y desesperación porque los políticos se estaban tuteando todo el rato: Que te toca a ti, que de eso nada, es cosa tuya.
O sea, que las cosas de los valencianos no son cosa del Presidente de Valencia. Que las cosas de los españoles no son cosa del Gobierno de España. Pues se han cubierto de gloria. Los dos. Y las autonomías. No funcionan, en casos de catástrofe. Mientras se trate de mantener con sueldos astronómicos a diputados elegidos por los partidos y votados por los que se creen que esto es una democracia, no pasa nada. Pero cuando pasa, nadie quiere cargar con los muertos.
Y a mí me duelen esos muertos. Y seguramente a ustedes también. A quienes no les duelen nada, aunque ahora les pesan porque se ha visto su incompetencia y su inoperancia, es a los políticos que dicen que nos representan.
Pero es mentira. Si nos representaran de verdad, el del Gobierno de España habría venido en el Falcon inmediatamente, en lugar de seguir de viaje por la India con su señora. Si nos representaran de verdad, Carlos Arturo Mazón Guixot habría sido uno de los primeros en llegar allí y arremangarse, junto con todos los funcionarios que tuviese a su cargo, para quitar el lodo de las calles de Paiporta, Utiel y otros pueblos para que los vecinos confinados en sus casas pudieran salir a comer, por lo menos.
Y a buscar a los que estaban agonizando, y posiblemente salvarlos. Pero no, se quedó en casita, sin saber qué hacer. Ahora él dice que pidió ayuda al Gobierno Central, pero estos lo niegan. Y lo de echarse las culpas de unos a otros solo sirve para certificar que el sistema de las autonomías no sirve para nada a la hora de la verdad. Y que los españoles no tenemos mecanismo alguno para defenestrar, o sea, quitar de su puesto, a los políticos que no cumplen.
Encima, ahora los palmeros de las tertulias televisivas se dedican a criticar a los voluntarios, que hicieron las cosas sin control, y que el barro que quitaron ahora puede atascar los retretes. ¿Habría sido mejor dejarlo allí, donde estaba, aprisionando a los vecinos en sus casas?
El Rey de España, y su Reina, fueron a Paiporta a estar con los damnificados un rato. El Presidente del Gobierno se vio obligado a acompañarlo. Ahora este dice que le dieron un palo, pero yo he visto por televisión a los Reyes recibiendo lodo en la cara, pero no por eso salieron corriendo, sino que se quedaron a estrechar manos, a hablar con los vecinos, por enrabietados que estuvieran —y con toda la razón del mundo—, y contribuyeron a calmarlos, al demostrarles que no estaban solos.
Ahora dicen los contertulios de las televisiones subvencionadas por el Gobierno que se trataba de gente de extrema derecha organizados para hacer daño. Je, parece que en este país hay solo dos clases de gente: los socialistas y los de extrema derecha.
Pues si tanta proporción hay entre la extrema derecha —casi toda España— y los socialistas o izquierdosos en general —la exigua élite de la crème de la crème (o de la créeme de la créeme?—, lo mejor que podían hacer ellos, a poca dignidad que tuvieran, era irse del país a otro mejor, donde se les trate como se merecen. Al fin y al cabo a Nicolás Maduro, a Daniel Ortega, o a Kim Jon-un nadie les ha tirado barro, que se sepa, hasta ahora.
Pero el pueblo español se merece más respeto. Como dijo Alfredo Rubalcaba, España no se merece un gobierno que le miente. Paiporta no se merece un gobierno que lo abandona. De aquellos polvos viene este lodo.
¿Y de qué polvos me habla usted? puede que se pregunten ustedes. Pues del del cauce de los ríos y los barrancos, que ahora multan por limpiar en lugar de hacerlo funcionarios del gobierno de España directamente, porque el agua, cuando llueve, no tiene cauce por el que discurrir, y entonces se desborda, hasta que el arrastre que lleva bloquea el paso en un puente u otro obstáculo natural o artificial, y se va acumulando, hasta que supera el obstáculo, o lo rompe, y entonces se produce la avalancha, en lugar de que el agua vaya subiendo poco a poco y la gente lo vea y se suba a algún sitio para no mojarse, o para no perecer.
Podría pensarse que es desidia, pero no lo es. Resulta que los ecologistas oficiales —que parece que saben poco de ecologismo, y menos aún de geografía— dicen que hay que dejar que los ríos y montes evolucionen a su aire, sin que la mano del hombre los altere. Y luego llega el verano, y salen los montes ardiendo.
Y llega el otoño y salen los ríos invadiendo el paisaje urbano con riadas y avalanchas. Y esta vez ha tocado a muerte. Provocada por la inacción organizada dicen que por Europa, pero de la que el Gobierno de España ha sido cómplice o acólito necesario. Y eso, a mi juicio —aunque mi conocimiento de jurisprudencia es muy limitado, por no decir nulo— me parece que tiene responsabilidad criminal.
Creo que ya hay un par de querellas contra el gobierno en este sentido, y yo creo que es necesario para que los políticos se preocupen de una vez de los que les pagamos el sueldo. No, no se lo paga Europa, ni tampoco su partido ni su ideología. Se lo pagamos nosotros, los ciudadanos de España. Y si no hacen su trabajo, que se vayan a su casa, pero sin derecho a pensión alguna, porque nunca se la ganaron.
Y me salen en la televisión y algunos radios y periódicos con que si la violencia es mala, y huy, que le han pegado al presidente.
No creo que haya sucedido eso, pero sea verdad o no, ya va siendo hora de que nos demos cuenta de que hay cosas peores que la violencia, y es la falta de empatía de unos políticos que sea por ignorancia, sea por comodidad, sea por obediencia perruna a sus líderes, no han procurado, sino que —al revés— han prohibido bajo pena de multa que se limpien los cauces de los ríos y los montes.
Eso es criminal. Tiene consecuencias, y ahora es el momento en que asuman sus responsabilidades. Y si son irresponsables, que se vayan a su casa cuando hayan cumplido la pena que les imponga la justicia.
Pedro, Pablo, no os escandalicéis, que es fango democrático. Fango que coge del suelo el pueblo de España y os tira sin intermediarios. Esta vez le ha dado a los Reyes. Pero el fango que nos llega desde los medios de (in)comunicación mancha algo más importante que el traje que llevemos puesto: la mente de los que menos preparados están para ejercer la crítica, porque han sufrido las leyes de educación que les habéis dado. Y sin crítica no hay progreso.
Honor y respeto a los fallecidos por las avalanchas en la Comunidad Valenciana. Pensemos que mañana nos puede tocar a nosotros, si no nos libramos de este gobierno
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