«Marruecos usa la inmigración para generar inseguridad, delinquir y cometer actos vandálicos»
El escritor y activista saharaui denuncia el silencio del Gobierno español a la hora de abordar este problema y cómo se escuda bajo el mantra del racismo
Taleb Alisalem (33 años), nacido en los campos de refugiados del Tinduf, es un reconocido activista saharaui que reside en nuestro país, tras ser expulsado de su tierra por la ocupación de Marruecos del Sáhara Occidental.
Alisalem se ha convertido en una voz influyente sobre la causa saharaui, pero también sobre la influencia y el papel que juega Rabat sobre España. El joven saharaui ha padecido en primera persona las consecuencias de ser una voz crítica con la monarquía alauí y denuncia que ha sufrido amenazas, incluso en nuestro país.
A raíz del estallido de violencia en Torre Pacheco (Murcia), tras la agresión de tres inmigrantes –varios con nacionalidad marroquí– contra un hombre de 70 años, el activista saharaui ha vuelto a alzar la voz y alertar sobre cómo Marruecos utiliza el fenómeno de la inmigración como arma para influir y desestabilizar nuestro país.
«El problema real es que hay una parte de la inmigración, especialmente procedente de Marruecos, en su mayoría chicos jóvenes, que no han venido a integrarse, ni a estudiar ni a trabajar, sino que son personas que han venido a delinquir, y es lo que se está viviendo, por ejemplo, en las calles de Barcelona», sostiene Alisalem durante una entrevista con El Debate.
— ¿A qué atribuye este estallido de violencia que estamos viendo durante los últimos días en localidades como Torre Pacheco?
— Se trata de una consecuencia directa de un debate completamente necesario y de medidas necesarias que se han ido posponiendo por una clara estrategia seguida desde el Gobierno y desde ciertos movimientos que se hacen llamar izquierda, antirracistas, antifascistas y demás.
Estos grupos utilizan el chantaje emocional cuestionando y acusando de ultraderecha a cualquier persona que ponga el foco sobre el problema real que supone un cierto tipo de inmigración, sobre todo la que viene de Marruecos. Incluso yo, como saharaui, soy consciente de que no puedo pisar ciertos barrios en España ni hablar mi dialecto porque sufrimos esa persecución ultranacionalista de los marroquíes.
Pero, como quien comete esa persecución es marroquí, no se puede denunciar, porque rompe el relato de todos aquellos que defienden que el ultraconservador, el fascista, es el blanco español que sale a defender su barrio o a su hija. De esta forma siguen evitando abordar el problema real que existe en las calles y barrios, que es que hay una parte de la inmigración que es intencionada, instrumentalizada y enviada por Marruecos con el objetivo de generar inseguridad, delinquir y cometer actos vandálicos.
— ¿Podría explicar cómo utiliza Marruecos la inmigración como arma contra España?
— Marruecos ha capitalizado y ha sabido utilizar muy bien la inmigración y lo hace en dos fases. La primera sería toda la inmigración, no solo la marroquí sino también la subsahariana, que Marruecos va concentrando en su territorio a través de una estrategia perfectamente organizada, con mafias que traen a estas personas o a través de los vuelos que Royal Air Maroc, la aerolínea oficial marroquí, ofrece a precios muy bajos, con distintos países africanos que sufren conflicto, pobreza y no les pide visado.
De esta forma, facilita la llegada de estos inmigrantes a su territorio y los concentra, sobre todo, en los bosques cercanos a la frontera con Melilla. Así, cuando Rabat quiere, puede utilizar a esas personas como arma política y tiene la capacidad de abrir las fronteras, como ya hizo en 2022.
Hay una segunda fase, que consiste en la diáspora ya asentada en España, Francia o Bélgica. En estos países hay una red perfectamente organizada de asociaciones culturales, vecinales o mezquitas controladas desde Marruecos, que mantienen a esta comunidad completamente adoctrinada ideológicamente, con una lealtad al Rey Mohamed VI que va más allá de lo político para convertirse en algo casi sagrado. Rabat se asegura el poder de radicalizar o no a su inmigración. Marruecos crea el problema y luego se vende como el antídoto.
— ¿A qué cree que se debe el silencio del Gobierno ante sucesos como el de Torre Pacheco?
— Hay un interés absoluto debido al poder de presión que tiene Marruecos sobre el Gobierno español. No hablo únicamente del poder que puedan tener sobre Pedro Sánchez o sobre José Luis Rodríguez Zapatero. Marruecos está introducido en las instituciones públicas, en el Parlamento, en la Moncloa, en el panorama mediático, incluso en el académico. Marruecos tiene muchísimo poder y así consigue que no se le señale por cómo instrumentaliza la inmigración ni por cómo actúa su diáspora.
El silencio, el desviar la atención, el hablar de racismo, de ultras, de nazis y negar rotundamente que existe un problema con los inmigrantes marroquíes responde a esa estrategia que intenta proteger a Marruecos y a los marroquíes sobre cualquier cosa. Rabat también tiene el poder de amenazar con cortar el flujo de información en antiterrorismo.
— ¿Hasta qué punto influye el lobby marroquí en la vida política y social de España?
— Llega hasta tal punto que, por orden de Marruecos, el Gobierno destituyó a la exministra de Exteriores, Arancha González Laya. Yo creo que más nivel de intromisión y control sobre el Gobierno que este, no existe.
— ¿Cree que Ceuta y Melilla podrían ser el próximo objetivo de Marruecos?
— Solo tenemos que volver al episodio de 2002, cuando Marruecos envió a su Ejército al islote de Perejil queriendo invadirlo, en un intento de tantear el terreno. Si hubiesen tenido éxito, habrían ido, sin lugar a duda, a por Ceuta y Melilla. Lo que pasa es que la actuación en aquel momento del Ministerio de Defensa, bajo las órdenes de José María Aznar, fue muy rápida y se humilló al Ejército marroquí.
Si nos fijamos en las declaraciones de sus propias autoridades oficiales, el exprimer ministro marroquí, Saadeddine Othmani, declaró en una entrevista con una televisión egipcia hace pocos años que recuperar Ceuta y Melilla, incluso Canarias, era tan solo cuestión de tiempo. Dijo: «Primero tenemos que garantizar nuestra soberanía sobre el Sáhara. Y lo siguiente será Ceuta y Melilla». Sin embargo, el Gobierno español, y en contra de sus propios intereses, al apoyar y reconocer la soberanía marroquí del Sáhara está alimentando a una bestia que mañana se les va a volver en contra.
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