Una progre acoge a un magrebí en casa y se la okupa: 'Me llamaba puta, perra sucia y veía porno frente a mí'

«Me llamaba puta, perra sucia... y se ponía a ver porno delante de mí sin ningún tipo de pudor»

Estíbaliz,

España, año 2025. La realidad siempre supera a la ficción. Una mujer española, movida por la compasión y la solidaridad, cometió el “pecado” de abrirle las puertas de su casa a un inmigrante magrebí en situación de ocupación. ¿El resultado? Terminó saliendo huyendo por miedo, maltratada psicológicamente y con su vida patas arriba.

 Estíbaliz, vecina de Basauri (País Vasco), trabajó durante dos décadas como administrativa para poder comprarse su piso, un esfuerzo que culminó con la adquisición de su hogar en 2021. En un intento por mejorar su situación económica, decidió alquilar una habitación a finales de 2023. A través de una asociación de ayuda a personas sin hogar con la que colabora como voluntaria, conoció al hombre que más tarde la obligaría a abandonar su propia casa.

Firmaron un contrato de arrendamiento por 350 euros mensuales y, al principio, todo parecía en orden. Sin embargo, con el paso del tiempo, el inquilino comenzó a comportarse de forma intimidante: insultos, insinuaciones sexuales, consumo de pornografía delante de ella y actitudes completamente irrespetuosas.

 El caso, que ha trascendido a través de redes sociales y medios locales, muestra el lado más oscuro de esa “solidaridad mal entendida” que las élites progres promueven desde sus despachos. La mujer, de buen corazón, ofreció techo y comida a un joven magrebí que se encontraba okupando un inmueble. Él le devolvió el favor con insultos, vejaciones y un comportamiento repulsivo: «Me llamaba puta, perra sucia... y se ponía a ver porno delante de mí sin ningún tipo de pudor», denunció la víctima visiblemente afectada.

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El supuesto refugiado convirtió el hogar en una pesadilla: gritos constantes, desprecio, amenazas veladas y una actitud chulesca que terminó por empujar a la mujer a abandonar su propia casa, mientras el okupa permanecía tan campante. 

Mientras tanto, el Gobierno sigue inyectando millones a chiringuitos de “acogida” y fomentando el efecto llamada con políticas buenistas que no protegen al ciudadano de a pie. ¿Hasta cuándo vamos a permitirlo? ¿Hasta que tengamos que ceder nuestras viviendas y encima dar las gracias?

Este no es un caso aislado, es el reflejo de una España en decadencia donde ser buen ciudadano te convierte en víctima. Y todavía habrá quien se atreva a decir que esto es un ejemplo de convivencia multicultural.

Que complicado es para los progres y adalides del wokismo poder luchar contra la realidad.

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