EL TÍTULO PERDIDO
En fin, España no necesita políticos que se inventen títulos para impresionar. Necesita líderes con honestidad, competencia y un poquito de vergüenza. Hasta entonces, seguiremos riéndonos (y llorando) con cada nuevo capítulo de esta comedieta
En España, la política es un circo, pero no de esos con payasos adorables, malabaristas talentosos o enanos disparados como balas de cañón. No, aquí los protagonistas son políticos con currículums tan inflados que harían sonrojar a un globo aerostático.
Cada cierto tiempo, el país se desayuna con un nuevo escándalo: un máster que nunca se cursó, un doctorado sacado de un curso por correspondencia, un «inglés fluido» que sólo fluye en la imaginación, una carrera aprobada en seis meses…¿Qué pasa con los currículums falsos de nuestros políticos? Vamos a desgranar esta tragicomedia de vanidad, falsedad y, seamos sinceros, un nivel que a veces da más pena que risa.
La vanidad es el motor de estas invenciones: el deseo de parecer más brillantes, más preparados, más «de élite» de lo que realmente son.
Pero, ¿por qué esta obsesión con falsear currículums? En parte, es un reflejo de la cultura del postureo, donde la imagen vale más que la sustancia. En un país donde el «titulitis» reina, un político sin un par de siglas rimbombantes detrás de su nombre parece menos creíble.
Y aquí entra el bajo nivel de algunos representantes: en lugar de trabajar en su formación o experiencia, optan por el camino fácil: entrar en el partido e inventar. Total, ¿quién va a comprobarlo? Bueno, la prensa, los tuiteros y, a veces, hasta el bedel de la universidad.
El problema es que estas falsedades no son solo anécdotas graciosas. Cada currículum inflado es una bofetada a la maltrecha confianza ciudadana. Mientras los políticos se pavonean con títulos falsos, la gente corriente se enfrenta a un mercado laboral que exige tres carreras, dos másters y un sacrificio ritual para conseguir un contrato.
La hipocresía es tan grotesca que da ganas de reír… o de llorar. Y lo peor es que, cuando los pillan, las excusas son de órdago: «fue un error administrativo», «no revisé mi CV» … ” Legó una bruja y borró el título con sus poderes”.
En fin, España no necesita políticos que se inventen títulos para impresionar. Necesita líderes con honestidad, competencia y un poquito de vergüenza. Hasta entonces, seguiremos riéndonos (y llorando) con cada nuevo capítulo de esta comedieta.
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