La situación de desconcierto actual, a todos los niveles, origina una gran preocupación en los mayores beneficiarios del ejercicio del poder, la élite de los partidos políticos actuales.

No es el amor a la libertad o la voluntad de servicio lo que guía a nuestros gobernantes, sino el miedo a perder sus beneficios, económicos y sociales, unos beneficios que forman parte del eje mismo de la estructura partitocrática en la que sobrevivimos en este momento en España.

La cobardía es la madre de la crueldad y es, precisamente, el miedo a la libertad lo que aboca a los más cobardes a renunciar a un liderazgo real, con el único fin de que nada cambie.

 Y, en ese escenario, tras haber podido comprobar cómo se pasan de unos a otros la pelota de la responsabilidad sobre el abandono de los valencianos en su peor momento; ahora asistimos al lamentable espectáculo del blanqueamiento de una de las máximas responsables de lo sucedido, tanto por inacción, como por omisión, la señora Teresa Ribera, con el único objetivo de que en Europa no se muevan demasiado las sillas.

En esta ocasión, ni siquiera puede culparse al PSOE de estar urdiendo una estratagema de cara a posicionar a su alfil en Europa. Es mucho peor.

En este momento el Partido Popular se encuentra, una vez más, en la situación de querer que al PSOE le salga bien el movimiento, pero también en la situación de tener que apretar los puñitos para aparentar una indignación por la designación de la señora Ribera que poco o nada tiene de real.

Ya se podía sospechar cuando Borja Sémper, un par de días antes del examen de la alumna aventajada, nos regalaba la enésima bajada de pantalones pepera, en forma de súplica, a cambio de nada.

 “Lo que sí les puedo asegurar es que nosotros no vamos a estar ahí, no vamos a practicar el acoso y derribo hacia nuestros adversarios, no vamos a practicar el acoso y derribo contra el actual Gobierno”. Estas fueron sus palabras.

Irónico que aquellos que (se supone) que tienen que dar la cara ante la incompetencia de la izquierda, se comporten como dóciles mascotas que ansían una caricia en el lomo por parte de quienes reciben las palizas, por el mero hecho de existir.

No sirve de nada mencionar que la señora Ribera frenó en el año 2021 la adecuación y drenaje del barranco del Poyo por “problemas ambientales” y de “coste-beneficio”.

No sirve de nada mencionar que la señora Ribera apoya, sin pestañear siquiera, todas las medidas de carácter ideológico de los “comisionistas climáticos”, que poco tienen de ecológicas y sí mucho de peligrosas y potencialmente mortales, como hemos podido comprobar en Valencia; siendo así que la prohibición de la limpieza del cauce de los ríos es la causante de muchos de los males que hemos podido ver con nuestros propios ojos estos últimos días.

 No sirve de nada mencionar que la señora Ribera ha preferido no utilizar los fondos que la propia Unión Europea le otorgó a su ministerio con el fin de mitigar el riesgo de inundaciones (966 millones de euros sin tocar).

Y no sirve de nada porque, más allá de la realidad de los hechos, lo que prima es la conveniencia política de unos partidos (todos) que se dedican única y exclusivamente a su propia supervivencia y a la de un sistema que se ha mostrado como totalmente inútil, una vez más.

Un sistema podrido y caprichoso que va desde la Unión Europea hasta los Ayuntamientos, pasando por el Gobierno central, los Gobiernos autonómicos, las Diputaciones provinciales, las Mancomunidades y todos los organismos, entidades, y chiringuitos varios que penden de cada uno de estos tentáculos y que alimentan muchos estómagos agradecidos.

Para que ese sistema fallido sobreviva, hay que tapar las vergüenzas del vecino cuando toca. Y ahora, toca.

 Por eso no verán grandes aspavientos, ni escucharán demasiado ruido (Borja Sémper dixit), porque lo importante es llevarse bien. Hoy por ti, mañana por mí.

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Y, mientras tanto, ni siquiera sabemos cuál es la cifra real de fallecidos por la gota fría en Valencia. Es probable que no la conozcamos nunca.

Pero, eso sí, ya empiezan a vislumbrarse en el horizonte los confinamientos climáticos que nuestros queridos gobernantes 2030 nos regalarán en cuanto tengan oportunidad. Ya verán como para eso no tardan tanto como para decidir quién, cómo y cuándo tenía que atender a quienes se estaban ahogando en Valencia desde el primer minuto.

Para atender a los valencianos, semanas, para decidir restringir la movilidad, minutos.

Tú, ciudadano, quédate en casa y no te acerques al desastre. Sigue pagando el expolio que nos ha obsequiado el régimen del 78, a través de los impuestos. Porque el amado líder, esposo de la muy catedrática Begoña, prepara 46 subidas para el próximo año, que el jolgorio no se paga sólo.

Y sal a aplaudir a las ocho al balcón, aplaude fuerte, porque todo lo que no sea eso te convertirá en un peligroso fascista al que hay que combatir.

No veas, no oigas y no hables. Solo paga.

Y, lo más importante, no se te ocurra pensar que hay que cambiar el sistema, que hay que dar un giro a España y que es más trascendente limpiar las riberas que limpiar a Ribera.

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