El rey Felipe VI ha centrado su mensaje de Navidad de este año en la «terrible» dana que hace casi dos meses golpeó «con inusual fuerza» el este y sur de España, sobre todo Valencia. Y ha querido aprovechar la ocasión para reclamar a los políticos diálogo y serenidad en aras del bien común de los españoles.

 El monarca ha recordado desde el Palacio Real, donde hace diez años terminaron los actos de su proclamación, que las 231 personas que perdieron la vida el 29 de octubre y los desaparecidos «merecen todo nuestro respeto y no debemos olvidar nunca el dolor y la tristeza que han dejado en sus familias».

El drama de aquel día hizo que miles de personas vieran «cómo lo que hasta hacía poco era su pueblo, su barrio, su trabajo, su casa, su negocio, su escuela, quedaban reducidos a escombros o incluso desaparecían».

 «Un hecho difícil de asumir», a juicio del Rey, «pero del que todos deberíamos poder sacar las enseñanzas necesarias que nos fortalezcan como sociedad y nos hagan crecer». En este sentido, ha subrayado que no se deben olvidar las primeras imágenes de la riada «que todo lo arrasó», así como los rescates de personas, «algunas enfermas, ancianas o agotadas, que trataban de salir de sus coches o se refugiaban en tejados y azoteas».

«También vimos a quienes abrían sus casas para acoger a los más vulnerables, oponiendo a la fuerza implacable del agua y del lodo la fuerza abrumadora de la solidaridad y de la humanidad. Vecinos, voluntarios, equipos de protección civil, bomberos, cuerpos de seguridad, Fuerzas Armadas, ONG’s, y también empresas que organizaron colectas y donaciones, movilizando incluso su personal y maquinaria», ha enfatizado.

La ayuda y colaboración de todos estos colectivos ha propiciado que, poco a poco, las más de 800.000 personas de las zonas afectadas recuperen «paulatinamente» en su vida «cierto grado de normalidad». En cuanto al medio y largo plazo, Felipe VI ha asegurado que queda «igualmente atendido» para asegurar «realmente» la recuperación.

Solidaridad anónima
El Rey ha incidido en que esa solidaridad «en su sentido más puro y más apegado a lo concreto» ha sido reconocida «día tras día en el trabajo ingente de voluntarios anónimos y de servidores públicos». Respecto «a la frustración, el dolor, la impaciencia, las demandas de una coordinación mayor y más eficaz de las administraciones» de los primeros días, ha insistido en que también lo comprobaron «y entendido» cuando fueron por primera vez a la zona cero de la riada.

«Todas esas emociones, las que conmueven y reconfortan y las que duelen y apenan, surgen de una misma raíz: la conciencia del bien común, la expresión del bien común, o la exigencia del bien común», ha incidido en su parte más emotiva del mensaje de Navidad.

Felipe VI ha señalado en ese momento que por encima de «las eventuales divergencias y desencuentros», prevalece en la sociedad española «una idea nítida de lo que conviene y de lo que a todos beneficia». Por eso, ha hecho hincapié en el interés y la responsabilidad de protegerlo y reforzarlo.

«Es responsabilidad de todas las instituciones, de todas las Administraciones Públicas, que esa noción del bien común se siga reflejando con claridad en cualquier discurso o cualquier decisión política.

El consenso en torno a lo esencial, no sólo como resultado, sino también como práctica constante, debe orientar siempre la esfera de lo público», ha insistido el jefe del Estado en la parte más política de su discurso. «No para evitar la diversidad de opiniones, legítima y necesaria en democracia, sino para impedir que esa diversidad derive en la negación de la existencia de un espacio compartido», ha añadido.

 La inmigración, «un fenómeno complejo»
Después del recuerdo a la dana, el Rey ha abordado los otros asuntos que preocupan y afectan a la ciudadanía. Desde la creciente inestabilidad internacional al clima en el que se desarrolla «con frecuencia» el debate público y las dificultades en el acceso a la vivienda. También se ha detenido en la gestión de la inmigración, «un fenómeno complejo y de una gran sensibilidad social que responde a causas diversas».

«Sin los movimientos de población a lo largo de la historia no podrían explicarse las sociedades del presente; que son sociedades abiertas e interconectadas. Siendo, por lo tanto, una realidad cotidiana, las migraciones pueden derivar –sin la gestión adecuada– en tensiones que erosionen la cohesión social», ha constatado el monarca antes de puntualizar que corresponde «a todos» el esfuerzo de integración y respeto a las leyes y normas básicas de convivencia y civismo.

«El reconocimiento de la dignidad que todo ser humano merece, son los pilares que deben guiarnos a la hora de tratar la inmigración. Sin olvidar nunca la firmeza que requiere la lucha contra las redes y las mafias que trafican con personas», ha hecho hincapié. En su opinión, la manera en la que los españoles sean capaces de abordar la inmigración «dirá mucho en el futuro sobre nuestros principios y la calidad de nuestra democracia».

Jóvenes y vivienda
Tras ello, Felipe VI se ha centrado en las dificultades entre los jóvenes para acceder a una vivienda. «Es importante, de nuevo, que todos los actores implicados reflexionen, se escuchen unos a otros, que se examinen las distintas opciones y que ese diálogo conduzca a soluciones que faciliten el acceso a la vivienda en condiciones asumibles, en especial para los más jóvenes y los más desprotegidos, pues ésta es la base para la seguridad, el bienestar de tantos proyectos de vida», ha pedido antes de mostrar su confianza en conseguirlo.

En el escenario internacional «cada vez más complejo, cambiante e incluso convulso», el monarca ha lamentado que en algunos sitios se llegue a discutir «la misma validez de la democracia» como sistema de gobierno.

«En este contexto España y los demás estados miembros de la UE, debemos seguir defendiendo con convicción y con firmeza, junto con nuestros socios internacionales, las bases de la democracia liberal, de la defensa de los derechos humanos y de las conquistas en bienestar social sobre las que se asienta nuestro gran proyecto político».

Felipe VI ha recordado, al hilo de ello, que la Constitución de 1978 es «nuestra gran referencia» para combatir ese virus antidemocrático. «El acuerdo en lo esencial fue el principio fundamental que la inspiró. Trabajar por el bien común es preservar precisamente el gran pacto de convivencia donde se afirma nuestra democracia y se consagran nuestros derechos y libertades, pilares de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho».

A pesar del tiempo transcurrido, «la concordia de la que fue fruto sigue siendo nuestro gran cimiento», ha insistido el jefe del Estado antes de advertir de que cultivar ese espíritu de consenso heredado de la Carta Magna es «necesario» para fortalecer nuestras instituciones y mantener en ellas la confianza de toda la sociedad.

El Rey ha incidido en que dicha convivencia se protege dialogando «con altura y generosidad». Dos aspectos que siempre debe «nutrir» la definición de la voluntad común y la acción del Estado.

«Por eso es necesario que la contienda política, legítima, pero en ocasiones atronadora, no impida escuchar una demanda aún más clamorosa: una demanda de serenidad», ha dicho dirigiéndose a los políticos, a los que ha recordado que la reciente reforma del artículo 49 de la Constitución, referido a las personas con discapacidad, es «un buen ejemplo» de lo que se puede lograr juntos.

«No podemos permitir que la discordia se convierta en un constante ruido de fondo que impida escuchar el auténtico pulso de la ciudadanía», ha remachado.

En este sentido, ha reiterado como en otros discursos de su reinado que España es «un gran país», una Nación con una historia «portentosa» a pesar de sus capítulos «oscuros», a la par que «modélica» en el desarrollo democrático de las últimas décadas, «derrotando incluso el acoso terrorista que tantas víctimas causó» con ETA.

«Un país con un presente que, pese a lo mucho que nos queda por hacer, por ejemplo, en materia de pobreza y exclusión social, resulta prometedor al observar el comportamiento de nuestra economía –en términos, entre otros, de crecimiento, empleo o exportaciones– y el nivel general de nuestro bienestar social.

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Y ante el futuro, creo sinceramente que los españoles tenemos un enorme potencial que nos debe infundir esperanza, tanto en el plano nacional como en la escena internacional», ha sintetizado.

Un recuerdo al deporte español
Ese futuro radica «principalmente en nuestra juventud», a su juicio, la misma que ha hecho brillar el nombre de España en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos y en la última Eurocopa, «la que emprende pese a las dificultades y la que está a la vanguardia de nuestra ciencia» y en el respeto a nuestros mayores.

«La que con más empeño exige avances en materia de igualdad, la que se prepara en nuestros colegios, institutos, universidades, centros de Formación Profesional, para acceder con energía al mercado de trabajo pese a las cifras de paro juvenil; la juventud, en fin, que busca oportunidades y supera los obstáculos a base de mérito y esfuerzo. Pero sobre todo la que nos ha llenado de orgullo acudiendo en masa para dar lo mejor de sí en las calles de los pueblos afectados por la dana».

Por todo ello, Felipe VI ha querido terminar su mensaje dirigiéndose a los afectados por la peor gota fría del siglo en España. «Vuelvo a todos los municipios y comarcas afectados por las riadas, en muchos de los cuales aún queda tanto por hacer, donde es tanta la necesidad de los vecinos que deja pequeños todos los esfuerzos, aún sin perder la esperanza.

Que la solidaridad que nos ha unido en los momentos más difíciles siga presente en cada gesto, en cada acción, en cada decisión. Que las ayudas lleguen a todos los que lo necesiten, para que puedan reconstruir el futuro por el que tanto han luchado, afrontando con coraje y dignidad los retos de un presente a veces implacable. Cuanto antes lo consigamos más reforzaremos nuestro sentido de comunidad, nuestro sentimiento de país.

Porque la memoria del camino recorrido, la confianza en el presente y la esperanza en el futuro son una parte ineludible, acaso la más valiosa, pero también la más delicada, de nuestro bien común», ha concluido.

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