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Eduardo Madina no es simplemente un exdiputado más. En 2002, cuando era secretario de las Juventudes Socialistas de Euskadi, fue víctima de un atentado de ETA. Una bomba lapa colocada en su coche por los terroristas le provocó heridas gravísimas, incluida la amputación de su pierna izquierda
Noticias06 de junio de 2025En un momento crítico para la democracia española, cuando el debate político exige mesura, reflexión y unidad, el ministro de Transportes, Óscar Puente, ha optado por encarnar un papel diametralmente opuesto: el del inquisidor que apunta con el dedo a los suyos, exige lealtades incondicionales y difama sin reservas.
Su último ataque, dirigido al exdiputado Eduardo Madina, víctima de ETA y figura ampliamente respetada dentro del PSOE y fuera de él, ha levantado una oleada de indignación y desazón dentro de la militancia y la opinión pública.
El ataque injustificable a Eduardo Madina
En lugar de debatir ideas o responder con argumentos, Puente recurrió a la red social X para arremeter contra Madina tras unas declaraciones del exdiputado en las que expresaba preocupación por la deriva del PSOE actual, a raíz del caso Leire Díez. Madina, con la serenidad de quien ha pagado un precio altísimo por defender la democracia —sufrió un atentado de ETA en 2002—, cuestionó la falta de rigor en los perfiles políticos que están emergiendo bajo la tutela de la actual dirección del partido.
La respuesta de Puente no fue una defensa racional ni política. Fue una agresión personal. Lo calificó como parte del "cuarteto de los resentidos", lo vinculó a una supuesta campaña contra el PSOE y trató de ridiculizar su legado compartiendo tuits de Leire Díez de hace una década, como si eso invalidara cualquier crítica legítima.
Cabe recordar que Eduardo Madina no es simplemente un exdiputado más. En 2002, cuando era secretario general de las Juventudes Socialistas de Euskadi, fue víctima de un atentado de ETA. Una bomba lapa colocada en su coche por los terroristas le provocó heridas gravísimas, incluida la amputación de su pierna izquierda. Sobrevivió al atentado, pero su vida quedó marcada para siempre. Aun así, siguió defendiendo el diálogo, la convivencia y el Estado de Derecho, sin utilizar nunca su condición de víctima como escudo político.
¿Qué clase de política puede construirse desde la ridiculización de una víctima del terrorismo que ha dedicado su vida a la democracia?
Un patrón de comportamiento autoritario y destructivo
Lo más preocupante de este episodio no es su excepcionalidad, sino su coherencia con un patrón. Desde que fue nombrado ministro, Puente ha multiplicado sus enfrentamientos personales, no sólo con miembros de la oposición —donde ha cruzado líneas rojas de respeto institucional en varias ocasiones—, sino también con compañeros de partido.
A quienes no se pliegan a la línea oficialista los tacha de traidores, resentidos o cobardes. Esta táctica, más propia del estalinismo político que de un partido democrático y plural como el PSOE, muestra la peligrosa deriva hacia la intolerancia interna.
Puente no discute ideas: persigue disidentes. No construye consensos: los dinamita. Su estilo comunicativo, impregnado de arrogancia, sarcasmo y agresividad, ha degradado el nivel del debate público y ha hecho del insulto su herramienta habitual.
El silencio cómplice de la dirección del PSOE
Pero Puente no es sólo responsable por sus palabras. Lo es también la dirección del partido, comenzando por el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. El silencio ante los ataques de Puente lo convierte en cómplice. ¿Dónde está la solidaridad institucional con una figura como Eduardo Madina? ¿Dónde está el compromiso con los valores de convivencia, pluralismo y respeto?
Lo más alarmante es que este estilo de Puente no es un error táctico. Es una estrategia política avalada desde arriba: polarizar, convertir al PSOE en una trinchera, borrar los matices, expulsar del espacio público cualquier voz crítica —incluso si viene de los propios—. Con esta lógica, el partido se aleja de la socialdemocracia que lo hizo grande para acercarse peligrosamente a dinámicas sectarias.
¿Qué modelo de partido se quiere construir?
En lugar de promover el debate sano, el pensamiento autónomo y el espíritu crítico, Puente y sus defensores están empujando al PSOE hacia un modelo cerrado, vertical y paranoico. En este modelo, figuras como Eduardo Madina, que representan un pensamiento libre y una integridad moral inquebrantable, son percibidas como amenazas. Y quienes las atacan, como Puente, son premiados con visibilidad, poder y silencio.
Este episodio no va solo de Puente ni de Madina. Es una muestra de lo que está en juego: el alma de un partido histórico que, si no rectifica a tiempo, puede acabar devorado por sus propios excesos.
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