Cristianos bajo fuego y Occidente enmudecido: la persecución que nadie denuncia

En pleno siglo XXI, el cristianismo sigue siendo la religión más perseguida del planeta. Desde China hasta Nigeria, desde Pakistán hasta Corea del Norte, profesar la fe cristiana se ha convertido en un acto de valentía. Sin embargo, el silencio cómplice de los gobiernos occidentales agrava el drama

Nacional20 de octubre de 2025Impacto España NoticiasImpacto España Noticias
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Persecucion de Cristianos

Más de cuatro mil millones de personas habitan en países donde la persecución de cristianos en el mundo es una realidad constante. Las cifras estremecen, pero los grandes medios las ocultan. En nombre del relativismo y del falso progresismo, Europa calla mientras millones de creyentes son encarcelados, torturados o asesinados por confesar su fe.

En pleno siglo XXI, el cristianismo sigue siendo la religión más perseguida del planeta. Desde China hasta Nigeria, desde Pakistán hasta Corea del Norte, profesar la fe cristiana se ha convertido en un acto de valentía. Sin embargo, el silencio cómplice de los gobiernos occidentales agrava el drama.

China: el totalitarismo comunista contra la cruz
La persecución de cristianos en el mundo encuentra en China uno de sus ejemplos más brutales. Con 1.400 millones de habitantes, el régimen comunista de Xi Jinping prohíbe que los menores de 18 años asistan a la iglesia. Los adultos solo pueden hacerlo en templos controlados por el Estado, vigilados y censurados.

Las iglesias clandestinas proliferan como símbolo de resistencia, pero sus fieles pagan un precio altísimo. Recientemente, decenas de líderes religiosos fueron detenidos por compartir el Evangelio en Internet, un “delito” según el Partido Comunista Chino.

En la China de Xi, predicar se considera “difusión ilegal de información religiosa”. El comunismo, enemigo de la libertad y de la fe, sigue demostrando su naturaleza represiva. Cada pastor encarcelado, cada templo demolido, recuerda al mundo que la dictadura roja no ha cambiado: solo ha perfeccionado su control.

India: violencia extrema y odio religioso
La India, también con 1.400 millones de habitantes, se ha convertido en otro epicentro de la persecución de cristianos en el mundo. El auge del nacionalismo hindú ha desatado una ola de violencia sin precedentes. Extremistas armados irrumpen en iglesias, queman Biblias y golpean a los fieles durante el culto.

Nigeria y Pakistán: genocidio y esclavitud moderna
En Nigeria, con 232 millones de habitantes, el cristianismo se enfrenta a un auténtico genocidio. Según la organización Intersociety, solo en los primeros siete meses de 2024 más de 7.000 cristianos fueron asesinados. Desde 2009, la cifra supera los 52.000 mártires, 18.500 secuestrados y más de 20.000 iglesias destruidas.

Los grupos yihadistas de Boko Haram y los milicianos fulani ejecutan ataques sistemáticos contra comunidades indefensas. Las víctimas son pastores, niños y familias enteras. El mundo mira hacia otro lado, mientras los poderosos organismos internacionales hablan de “tensiones étnicas” para evitar nombrar lo que realmente es: una guerra contra la fe cristiana.

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En Pakistán, con 251 millones de habitantes, la persecución adquiere otra forma: la esclavitud. Las leyes de blasfemia permiten encarcelar o ejecutar a cualquier cristiano acusado —muchas veces falsamente— de ofender al islam. Los seguidores de Cristo son condenados a los trabajos más degradantes, como el saneamiento de alcantarillas. Las familias viven bajo el terror, sabiendo que cualquier denuncia puede acabar en prisión o linchamiento.

Oriente Medio: el martirio como única certeza
La persecución de cristianos en el mundo alcanza su punto más cruel en Oriente Medio. En Afganistán, tras el regreso de los talibanes en 2021, declararse cristiano equivale a una sentencia de muerte. Quienes abandonaron el islam viven escondidos, temiendo la tortura o la ejecución pública.

En Irán, la conversión al cristianismo se castiga como apostasía. Solo las antiguas comunidades armenias o asirias gozan de una tolerancia limitada. Los convertidos son arrestados, interrogados y sometidos a trabajos forzados. En ambos países, reunirse para orar es un acto clandestino, tan peligroso como heroico.

Y en Corea del Norte, el infierno se consuma. Con 26 millones de habitantes, el régimen comunista de Kim Jong-un persigue toda forma de fe. Quien se atreve a confesar a Cristo es ejecutado o enviado a un campo de concentración, junto a toda su familia. Los campos de trabajo se convierten en cementerios vivientes donde los cristianos mueren de hambre, agotamiento y tortura. En Corea del Norte no existen templos, ni Biblias, ni oración pública. La simple sospecha de fe basta para desaparecer sin rastro.

Un mundo sin fe, un mundo sin libertad
Hasta ahora, los países mencionados reúnen más de 3.700 millones de personas sometidas a regímenes totalitarios, teocráticos o sectarios que prohíben el cristianismo y ni siquiera se han mencionado docenas de otros países donde el cristianismo es ilegal o está muy restringido..

Además, la persecución de cristianos en el mundo no se limita a Asia o África; crece también en Europa y América, donde la corrección política margina las convicciones cristianas y ridiculiza la moral tradicional.

El secularismo agresivo pretende expulsar a Dios de la vida pública. Las leyes “izquierdistas” que atacan la familia, la vida y la libertad religiosa son la antesala de la represión. Lo que hoy sucede en China o Nigeria mañana puede suceder en Occidente si los cristianos permanecen en silencio.

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Prepararse para resistir
La historia demuestra que la fe florece en la adversidad. Los mártires de China, India, Pakistán o Corea del Norte sostienen con su sangre el testimonio de Cristo. Su ejemplo debe despertar a los creyentes del mundo libre, adormecidos por el confort y la indiferencia.

La persecución de cristianos en el mundo no es un hecho lejano: es una advertencia. Quien renuncia a defender la fe hoy, perderá la libertad mañana. Occidente necesita recuperar el valor moral y espiritual que dio sentido a su civilización.

España, tierra de santos y misioneros, no puede mirar hacia otro lado. Defender a los cristianos perseguidos es defender nuestra identidad, nuestra historia y nuestra libertad. Callar es colaborar con sus verdugos.

Los creyentes deben fortalecer su espíritu. La persecución que deben soportar los cristianos en otros países los ha hecho fuertes. La fe cristiana no se negocia: se vive, se defiende y, si es necesario, se entrega la vida por ella.

Será mejor que nos endurezcamos rápido, porque se acercan tiempos peligrosos.

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