UN PETRARCA EN EL 28 M
Los argumentos humanísticos, sus estudios, apoyan a diario la formación completa de la persona
Hoy acabo de salir en el Boletín Oficial de mi Región, donde aparezco en los primeros puestos de las listas Regionales de los pocos partidos nacionales humanistas que existen en España. Somos habas contadas: Madrid, Murcia, País Vasco, Barcelona y Andalucía se pueden permitir tal lujo.
Tengo claro que existe bastante espacio para dicha política de tal calado, que son muchos los que la entienden a la primera, que al menos, el resto de partidos nos están manteniendo el debido respeto, pero sobre todo, que unos ideales forjados antes del 43 antes de Cristo, a fecha de hoy, de la mano de Cicerón y Petrarca se sigan escuchando, aplaudiendo y atrayendo a otros, a muchos. ¡Sorprendente!
Marco Tulio Cicerón y Francesco Petrarca, este último considerado el precursor del humanismo, pilar fundamental de la literatura italiana, son los culpables, entre otros, de andar por estos lares políticos y leer, reflexionar y acariciar sus ideales tan sorprendentes. No me extraña que el público sencillo, en diversas tertulias entiendan a la primera, y es que la verdad y el sentido común, aunque pasen los siglos, siempre tendrán el mismo acento.
El hoy descarriado reinante en buena parte de Occidente sigue siendo un enemigo público número uno del mundo humanista y lo que conlleva. Los estudios humanísticos argumentan que no tienen conexión con la sociedad del siglo XXI, pero he aquí que, con los sencillos y humildes que andan por nuestras calles, siguen siendo auténticos catedráticos fraónicos del saber vivir, del saber andar por la vida. Aquello que escasea hoy día no son tanto técnicas como ideas de personas creativas. Los argumentos humanísticos, sus estudios, apoyan a diario la formación completa de la persona.
Autores y personalidades como Quevedo, Aristóteles, Séneca, San Agustín, Shakespeare, Cervantes, Kant, Velázquez u otros, nos han dado muchas claves para conocernos y para comprender el mundo. Nos hablan de heroísmo y de vileza, de amor y de muerte, de honradez y corrupción, de dolor y alegría, de hipocresía social y de ciudadanía.
Me pregunto cómo es posible que las personas sencillas y humildes con las que me encuentro sean capaces de empatizar con autores del 43 antes de Cristo y, los vividores del arco parlamentario, a estas fechas, no empaticen entre ellos “ni con pegamento y medio especial”.
Coincido plenamente con mi profesor ya fallecido D. Víctor García Hoz, fundador desde España para Europa de la Educación Personalizada, con el filósofo José Antonio Ibáñez Martín, con la historiadora Ángeles Galino y otros en coincidir que hoy, la educación está concebida para que los estudiantes “sepan” y “hagan” cosas; pero los posmodernistas de medio pelo españoles olvidan lo más básico, el fundamento: la formación humana, que hace objeto suyo a la persona, con sus virtudes y vicios, su grandeza y debilidades, sus deseos y proyectos.
En una Europa sin fronteras y en un mundo interrelacionado, hemos de revisar los grandes conceptos en nuestra vida de hoy: educación, política, sociedad, individuos y todo aquello que nos rodee. Desde el mundo político, tocando todas las áreas que comporta nuestra sociedad nos hace mucha falta la poesía, la ciencia y la filosofía, fundamentos de la actividad humana.
Los clásicos, antiguos y modernos, han conseguido expresar mediante una forma estéticamente lograda un contenido que se refiere a valores constantes en la apreciación humana: amor, honor, libertad, conciencia, lealtad, amistad, remordimientos, celos, esperanzas, ansias de poder, serenidad y hasta la búsqueda de Dios.
Es un modo de sabiduría: hacer saborear la verdad y la belleza, enseñar a escuchar y a hablar a tiempo. Claramente, la formación humanista desde el ámbito político, de la buena política, coloca en el centro de interés el problema de las personas y no la soberbia de los políticos del espectáculo. Procuraremos intentar comprender situándonos en los orígenes del pensamiento europeo sobre el hombre, sobre la mujer. No solo buscaremos un camino que otros muy buenos han recorrido, sino que nos enseña a escoger nuevas sendas esperanzadoras.
No debo olvidar a nuestro buen Platón que nos pide ante todo ser plenamente humano, ser plenamente hombres y que nuestra seña de identidad debe haber sido el haber reflexionado sobre el sentido de la vida y sobre las cuestiones primeras, de las que dependen todas las demás. Esperemos no equivocarnos y llevar todas estas buenas ideas al mundo real del día a día. Todo ello, sin duda, habiendo dejado de lado el lirio de la ingenuidad.
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