Opinion MARIANO GALIÁN TUDELA 25/12/2023

NAVIDAD: LA EUROPA CRISTIANA

Aún más, si el listón de Bruselas con su presidente del Consejo Europeo Charles Michel ha optado como pórtico a la Navidad conceder el premio de plata de la UE a los creadores de “bragas menstruales” con un glosario wokke

Junto al belén salzillesco que tenemos en casa teníamos claro que una pequeña bandera europea estaría por algún rincón y, al final, quedaba colocada de la mano del pastor más cercano a la cueva. No es para menos. El 2024 hay que rezarlo y trabajarlo.  Europa se desangra y las tiritas ya no sirven.

Aún más, si el listón de Bruselas con su presidente del Consejo Europeo Charles Michel ha optado como pórtico a la Navidad conceder el premio de plata de la UE a los creadores de “bragas menstruales” con un glosario wokke, la originalidad o el significado de Europa andan demasiado bajo, digo, por los suelos. Europa es mucho más que tales trapujos que se traen entre manos. Con tal premio han cambiado el oro por un kilo de carcoma. 

Cuando pensamos o hablamos de Europa es algo más que un nebuloso sueño romántico, es algo más que una comunidad de intereses político-económicos de los gurús globales y, es algo más que unos colegas que viven a cuerpo de rey destrozando los intereses de su ciudadanía, tanto los malos-malos como los buenos que dejan hacer. Fijarnos estos días en el belén, sin duda, ahí está Europa:

siéntense-miren-observen y reflexionen. Pero al igual que el belén murciano de la peña “la Pava” que, hasta ahora era el símbolo de los grandes belenes murcianos, este año se ha empezado a licuar y miren por donde, hasta podemos ver en él un buen micrófono de pie cantando la Rocío Jurado con Monserrat Caballé, así, como en Europa, todo ha empezado por pequeños cambios que no damos importancia y, con el tiempo, aquello, antes o después, seguro, “algo olerá a muerto”.

Uno de los grandes personajes que han pasado por nuestra reciente historia, Joseph Ratzinger, comentaría: “en el instante en que la Europa cristiana anule sus propias bases espirituales, se separe de su historia y se vea a ella misma como una cloaca, observando el retroceso a una etapa anterior al encuentro con los valores cristianos….”.

Claramente, siguiendo los pasos de Auguste Comte, donde cuyo único rasero gira en torno al mundo demostrable, un mundo sin alma, en una sociedad en la que las Navidades de 2023, en la que Dios ya no puede ser el Summun bonum público y común, sino que queda relegado al ámbito privado, el rango de Dios cambia también hacia todo individuo.

Ante una sociedad post europea como la de hoy, en la que se ha abandonado lo que ha realizado una realidad espiritual, su pluralidad de valores, algo legítimo y muy europeo, se eleva considerablemente a la categoría de un pluralismo del que se excluye cada vez más cualquier arraigo moral del derecho y todo arraigo público de lo sagrado, donde el respeto al Creador queda como un valor más que es también común.

Sabemos de cierto que Europa, en tanto palabra, geográfica y espiritual, es creación de griegos y, si se olvidase de su herencia dejaría de ser Europa. Con Grecia y Platón surge el mundo de las democracias, democracias que nunca son el mero dominio de las mayorías y tal mecanismo de la creación de las mayorías no será nunca el mero dominio de las mismas ya que su creación debe de estar bajo el rasero del dominio común de aquello que constituye derecho a partir de él, es decir, con una vigencia de valores que sean requisito fundamental vinculante también para la mayoría.

El cristianismo es, por tanto, la síntesis transmitida en Jesucristo entre la fe y el espíritu griego. El intento del Renacimiento de depurar el elemento griego mediante la destilación, despojándolo del elemento cristiano, para fabricarlo de nuevo como lo puramente griego, es una empresa tan falta de perspectiva como insensata, al igual que el intento reciente de crear un cristianismo deshelenizado.

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Europa, en un sentido estrecho, surge sin duda, gracias a esa síntesis y reposa sobre ella. Una Europa futura tendrá que ser portadora también de la cuarta dimensión, la de la era moderna, y, sobre todo, tendrá que superar el marco demasiado estrecho de Occidente, del mundo latino, ser portadora en sí misma del universo griego y del universo del Este cristiano, o por lo menos estar abierta a ellos.

La ambivalencia de la era moderna se basa en que, visiblemente, ha ignorado cada vez más las raíces y la base vital de la idea de libertad, apremiando a una emancipación de la razón que contradice la esencia de la razón humana como una razón no divina, motivo por el cual ha pasado a ser forzosamente irracional.

Esa clase de autonomía de la razón es un producto del espíritu europeo, pero al mismo tiempo, según su esencia, es preciso verla como post europea o, incluso, como antieuropea, la íntima destrucción de aquello que es constitutivo no solo de Europa, sino que, en general, es la premisa de una sociedad humana.

De este modo, en su condición de dimensión esencial e renunciable de lo europeo, es preciso tomar esa relativa separación entre el Estado y la Iglesia, la libertad de conciencia, los derechos humanos y la responsabilidad propia de la razón, pero, al mismo tiempo, frente a su radicalización es necesario insistir en una razón basada en el respeto a Dios y a los valores fundamentales provenientes de la fe cristiana.

Los nacionalismos han llevado a Europa al borde de una destrucción total. La Edad Media conoció, a través de las universidades, órdenes y concilios, algunas instituciones europeas, como una realidad concreta no estatal y eficaz. Si estas unidades culturales no se fortalecen de manera decisiva como realidades vivas, no estatales, los mecanismos meramente estatales y económicos no podrán conducirnos a nada positivo.

El reconocimiento y la preservación de la libertad de conciencia, de los derechos humanos, de la libertad de la ciencia y, a partir de ahí, de la sociedad liberal y humana, tienen que ser elementos constitutivos de Europa. 

En pleno cambio de año, cerca del 2024, observamos que la altura cultural, educativa y política de nuestros ases europeos no solo es pobre sino dañina. Europa siempre ha sido un cruce de caminos, bien lo han entendido aquellos que han realizado los caminos europeos de Carlomagno y Santiago de Compostela.

Está brotando a marchas forzadas un nuevo ímpetu de una antigua, nueva y explosiva Europa marcada por el hito que la vio nacer: Solidaridad. Deseamos que estos días navideños pensemos y reflexionemos por qué carriles medio andamos y lo necesario para cortar de cuajo el palomar demoníaco que juguetea y malcría a la ciudadanía europea. 

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