El Covid como trauma: Principios de Programación Monarca
Se aproxima el lanzamiento de una segunda fase “pandémica”. Claves para visualizar patrones y mecanismos ocultos de manipulación mental. Cómo funciona la Programación Monarca para automatizar pensamientos y conductas
¿Por qué es tan difícil lograr que la gente visualice el fraude del Covid? ¿Por qué los responsables políticos parecen tener sus respuestas al dedillo, tan efectivas como cuidadosamente estudiadas, ante cualquier intento de confrontarlos por sus mentiras?
Porque el Covid es Programación Monarca… ¡Como casi todo!
La “crisis” del Covid 19 fue un programa de trauma y programación mental a gran escala, disimulado como una emergencia de salud pública global. La narrativa de la pandemia fue un despliegue de Programación Monarca a nivel planetario, con una intensidad nunca antes vista.
Ante el inminente lanzamiento de una segunda fase “pandémica” (Enfermedad X), urge visualizar patrones y mecanismos ocultos de esta manipulación masiva de las mentes.
El Covid como trauma
Entender el Covid como “trauma con fines de programación” explica la persistencia del daño profundo infligido en la psique de una enorme proporción de la población, y su respuesta automatizada ante ciertos “comandos”.
Explica la crueldad del operativo, las imágenes usadas como “fuerza de choque” contra la población: los chinos “infectados con el virus” desplomándose en el acto, las imágenes shockeantes de enfermos con el respirador, los ridículos “trajes de bioseguridad” y las despedidas entre familiares con aislamiento de poliuretano.
La población fue mentalmente “programada”, primero para responder de forma sumisa al abuso de los confinamientos, las mascarillas y el conjunto de “medidas de contención”; y luego para permanecer ciega, sorda y muda frente a las evidencias sobre la falsedad de la “pandemia”.
Entender que se efectuó una programación mental masiva, con técnicas científicas que llevan décadas de desarrollo, explica la incredulidad, la cerrazón, la negación obstinada de mucha gente a reconocer que han sido abusados, manipulados y torturados por autoridades, médicos y periodistas.
Aún peor: las técnicas de Programación Monarca se pueden descubrir en todo el ecosistema político-noticioso de las últimas décadas. Sobre todo, en los escenarios de guerra. Como exclama Celia Farber en un reciente post: “¡La Programación Monarca está en todas partes!”
¿Cómo funciona?
Qué son las técnicas de “Programación Monarca”
La Programación Monarca es un derivado de la investigación sobre control mental del programa MK Ultra de la CIA, que utilizó violencia extrema, abusos, tortura y juegos sádicos para infligir un trauma en las víctimas con el objetivo de programar su mente para ciertos comportamientos.
El trauma “programa” la mente y crea “esclavos de control mental”, capaces de ejecutar asesinatos o realizar todo tipo de actos incluso contra sus valores morales. Aunque la opinión pública habitualmente se niega a considerarlo, la CIA admitió públicamente sus proyectos en 1970, y películas como El candidato de Manchuria se han referido directamente al tema.
Famosos como Candy Jones, Celia Imrie y Sirhan Sirhan han revelado sus experiencias de control mental. Los experimentos para crear esclavos mentales ha sido documentada por Franz Springmeier, Ellen P. Lacter y muchos otros.
Lo que nos interesa aquí, más allá de los horrores de la experimentación MK Ultra con la tortura, es la aplicación de las técnicas a los contenidos mediáticos, o como dice Ellen Lacter, “el uso de la ilusión y la realidad virtual” para confundir y crear significados.
En “Origins and Techniques of Monarch Mind Control” se refiere:
“Muchas de las técnicas de programación perfeccionadas en estos experimentos se aplican a escala masiva a través de los medios de comunicación de masas. Las principales noticias, películas, vídeos musicales, anuncios y programas de televisión se conciben utilizando los datos más avanzados sobre el comportamiento humano jamás recopilados. Muchos de estos datos proceden de la Programación Monarca”.
En el operativo Covid-19 actuaron en forma sincronizada no sólo redes sociales y medios, sino también autoridades políticas y religiosas, y sistema médico-sanitario. La coordinación de mensajes y conductas a través de este amplio espectro le confirió a la “pandemia” su aureola de realidad y a las “medidas de contención” su apariencia de “criterios unánimes por el bien común”.
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Principios de Programación Monarca: Inversión seguida de negación
Las técnicas empleadas para engañar a millones de personas en torno a una pandemia inexistente NO son de dominio público. Lo más que tenemos son pistas, y muchas preguntas.
Celia Farber ha intentado definir el concepto de Programación Monarca, dada la importancia que asume en estos días:
“Programación Monarca es un programa de ingeniería de las mentes humanas, diseñado para detonar indetectablemente el significado, la estructura, la verdad, la claridad, la consecuencia, la resolución de lo que una vez pensamos que era la “Civilización Occidental”.
“Esa sensación, tan común últimamente, de que la mente está siendo asaltada, y las respuestas `normales` huyen al subconsciente/reprimido, donde crece la vergüenza”.
“¿Qué hay peor, o más degradante, que te digan (repetidamente) que lo que claramente está sucediendo, claramente no está sucediendo? Además, que te digan que lo que no está sucediendo, está sucediendo”.
En resumen: “Programación Monarca es inversión de todas las cosas. Seguida de negación”.
Programación Monarca en todas partes
Esta síntesis conceptual, curiosamente, emerge en otras mentes. Pensemos en este esquema: “Inversión de significado, seguida de negación”.
¿No es acaso la columna vertebral de la comunicación oficial, donde todos los valores están patas para arriba, y a los pocos que denuncian la situación se los descalifica instantáneamente con una etiqueta?
La inversión de significado es una técnica que hallamos en todos los documentos oficiales. Sasha Litapova, en una revisión crítica de un acta oficial de preparación para la próxima pandemia, propone invertir los términos del documento (que anticipa una “crisis de salud” hasta el 2028) para hallar su verdadero significado:
“Las declaraciones de emergencia a nivel nacional por parte de Trump y las posteriores declaraciones de la Ley PREP del HHS para Covid y Marburg tienen mucho más sentido si las interpretamos como lo que realmente son: una declaración de guerra bioquímica (con posible extensión a la radiológica-nuclear), y el posterior anuncio del uso de dos sistemas de armas específicos, es decir, Covid y Marburg por parte del HHS”.
Sasha propone reinterpretar todos los términos: reemplazar “guerra” por “emergencia de salud pública”, leer “armas contra la población” donde dice “contramedidas”, e interpretar “matar” donde dice “salvar vidas”. “¡Es así de simple!”
La inversión de significado, como patrón repetitivo, surge en la mente de muchos otros analistas. Paul Cudenec, en un repaso por los mensajes ocultos y los simbolismos de “1984”, precisa:
La inversión deliberada y maligna de significado es una parte tan importante de la distopía de Orwell como del mundo actual, más famosamente con el lema del Partido “Guerra es paz. Libertad es esclavitud. Ignorancia es fuerza”.
En la novela de Orwell, incluso los nombres de los cuatro Ministerios que gobiernan exhiben una especie de descaro en su deliberada reversión de los hechos: “El Ministerio de la Paz se ocupa de la guerra, el Ministerio de la Verdad de la mentira, el Ministerio del Amor de la tortura y el Ministerio de la Abundancia del hambre”.
Inversión de significado y fraude informativo
El clima orwelliano en la sociedad actual es innegable. Como ejemplo, tres soundbites de uso corriente en la propaganda mediática de hoy, asimilables a los eslóganes del Gran Hermano y que contienen la estructura de la Programación Monarca:
Las vacunas son seguras y eficaces.
Las mujeres tienen pene.
Israel tiene derecho a defenderse.
Ucrania está ganando la guerra.
No se trata de temas debatibles, ni de mentiras aisladas o parciales. La Programación Monarca requiere de mentiras anidadas dentro de otras mentiras, entrelazadas de una manera en que la verdad se invierte: las víctimas son presentadas como victimarios, se equipara al agresor con el agredido, o peor, se culpa al agredido por la conducta del agresor. Es una comunicación que invierte la carga de la prueba, describe a la bondad como maldad, y al héroe como enemigo público.
Para normalizarse, esta manipulación debe funcionar en forma sistemática dentro un conjunto interrelacionado de discursos. En el sistema de medios hegemónico se propalan eslóganes, que repetidos incesantemente en diferentes canales, se validan entre sí y programan las mentes en forma hipnótica:
Video: “Esto es extremadamente peligroso para nuestra democracia”
Como veremos más adelante, la inversión del significado es sólo el primer paso de la programación.
Efectos de la inversión del significado en la arena pública
La inversión del significado tiene un efecto devastador en la opinión pública. Se produce, como dijo Michel Collon en torno a la propaganda de guerra, un “corrimiento del sentido común”.
La comunicación es un juego de relaciones: así como el sentido en una frase se produce por la relación de las palabras entre sí, en el debate público se produce por las relaciones entre discursos. Por lo tanto, ante la inversión de significado de la Programación Monarca, los discursos de oposición “moderada” son funcionales al sistema y refuerzan el sentido original de la programación.
Permiten naturalizar la inversión de significado, y presentar una falsa apariencia de “pluralidad de opiniones”. Vale decir que la herramienta que permite moldear las conciencias de los ciudadanos es no sólo la repetición permanente del mensaje original puro y duro, sino también el reciclaje de mensajes de segunda y tercera generación, es decir, de discursos subsidiarios del original, que con distintas variantes y graduaciones, se oponen parcialmente pero arropados en sus concepciones básicas. Es el papel de la “oposición controlada”.
Ejemplos:
“Los confinamientos provocaron más daño que beneficio, pero el virus era una amenaza real”.
“Estoy en contra de la invasión, pero sabemos que Saddam es un déspota”.
“Las vacunas han provocado muchas muertes y efectos adversos, pero al menos se superó la pandemia”
Las pocas voces que se alzan para señalar la verdad desnuda se quedan en los márgenes del sistema, estigmatizadas como “extremistas”, “utópicas” o incluso “pro-terroristas”. Para neutralizar su influencia, está preparado el segundo paso: la negación.
Segundo paso: Negación planificada
“Programación Monarca es inversión de todas las cosas. Seguida de negación”.
Repasemos los dos pasos que implica este esquema.
La inversión de significado se complementa con la Negación. La veracidad de los mensajes oficiales nunca es discutida seriamente dentro del ecosistema de medios. Toda expresión que no respeta el carácter sagrado de los dogmas es arrojada a la periferia de los “negacionistas” y “conspiracionistas”.
La inversión de significado implica que todo discurso que critique los enunciados oficiales se ve ante la dura tarea de la confrontación directa para restablecer el significado invertido:
“No es blanco, es negro”
“No es una medicina, es un veneno”
“No es una democracia, es una dictadura”.
Para enfrentar a aquellos que tienen la osadía de gritar “el Rey está desnudo”, se prepara de antemano la negación planificada, un desarrollo de la ingeniería de la negación plausible. Llamo “negación planificada” a una batería de conceptos simples, maniqueos, preparados de antemano para descalificar con una etiqueta a los verdaderos disidentes. Así es como:
“Las respuestas `normales` huyen al subconsciente/reprimido, donde crece la vergüenza”.
La negación planificada cultiva en las mentes de las audiencias una etiqueta, un preconcepto negativo sobre cualquiera que desafíe los dogmas. Permite que los portavoces del sistema accedan a un menú de descalificaciones fáciles, desprovista de intelectualizaciones, una colección de estereotipos infantiles archi-repetidos en los medios que resuenan instantáneamente en las audiencias “programadas”.
Funciona como la aparición en las pantallas de Emmanuel Goldstein, aquel disidente de la distopía de Orwell diseñado para enardecer a la multitud con estallidos de odio.
Ver video de Leonardo Schwebel, presentador de noticias mexicano en el que insulta a los “antivacunas” que no usan cubrebocas. El discurso se hizo viral en las redes sociales, sin ser vetado pese a su evidente tono de “discurso de odio”.
Para ejemplificar, proponemos este muestrario simple de estereotipos y conceptos tóxicos. En la primera columna situamos un Concepto Monarca (significado invertido), en el centro la refutación racional que emerge en la mente de cualquier persona informada, y en la tercera columna, una etiqueta de negación planificada de uso corriente.
Entender que estamos bajo la influencia de Programación Monarca permite advertir que NO rendirá frutos “hacer reflexionar a los dirigentes”, “poner sobre aviso a los periodistas” o “informarle al médico que la vacuna no es una vacuna”. Tampoco tiene mucho sentido “difundir en redes” o firmar peticiones al Parlamento. No hay errores ni ingenuidades. Más bien, tener conciencia de la Programación Monarca nos permite saber que enfrentamos una agresión sistémica, fríamente calculada y estructurada.
“Una vez que descubras que estos cultos de trance fueron diseñados para resistir toda aclaración, falsificación y demolición, podrás comenzar a retirarte y vivir cada vez más independiente de la “trampa”, dice Celia Farber.
La trampa es “la ilusión” de que la mentira se puede disolver con “ciencia”, “estadísticas” o “epidemiología”, o que la documentación de la verdad desmoronará las mentiras”, razona Farber.
Presente y futuro: Batalla contra la militarización de la información
La inversión sistemática del significado obliga al comando único de la comunicación (el complejo industrial y militar de censura) a declararle la guerra a la diversidad de puntos de vista. Como se ha planteado en la reciente reunión de Davos, la lucha contra la “desinformación” será prioritaria en 2024.
Para lanzar su próxima ola de terror, la Programación Monarca requiere consolidar un fraude informativo estable, sin fisuras, donde la adulteración de la verdad alcance un mayor espesor. Y donde todo disenso se etiquete como “discurso de odio”.
De ahí la tendencia a la “militarización de la información” sobre la que advertía Paul Virilio en los 90, y que hoy se manifiesta ya no sólo en al tradicional “diktat” que impone la publicidad comercial, sino en formas aún más desembozadas, como la policía global de la “desinformación” que impulsa la tiranía global: fact checkers, censura en línea y otros dispositivos de control.
Pero tender un cerco completo sobre la comunicación humana no es nada fácil: el sentido antagónico siempre encuentra rendijas por donde colarse. Ésta es la batalla central del tiempo que se avecina.
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