A pesar de ser la tumba del hombre que convirtió una república en uno de los
mayores imperios de la historia antigua, el mausoleo de Augusto es un edificio muy
desconocido para la gente.

Y no es porque fuera la tumba de alguien desconocido
precisamente, sino por todas las funcionalidades que ha tenido a lo largo del tiempo
y que le han permitido, en cierta manera, sobrevivir hasta nuestros días. Hoy, vamos
a conocer su historia.

Una tumba imperial para ser enterrado en Roma
Entre el 32 y el 30 aC, Roma estaba viviendo su cuarta guerra civil. En esta ocasión,
los contendientes eran Marco Antonio y Octavio, los dos miembros más poderosos
del II triunvirato.

El fiel general de Julio Cesar y el hijo adoptivo de este, se
enfrentaban por el poder en una lucha militar y también propagandística.
En la batalla de las palabras, Octavio tacho al militar de muchas cosas, pero la que
más dolía era que, según el testamento de Marco Antonio que Octaviano leyó en
público ilegalmente, el general quería ser enterrado en Egipto con la faraona
Cleopatra, su amante.

Eso era un deshonor para cualquier romano. Y aprovechando
esta declaración, Octaviano inició la construcción de su mausoleo en el Campo de
Marte de la ciudad para acabar ganándose el favor del pueblo.

Tras acabar con Marco Antonio y ser declarado Prínceps, Augusto inauguró su
futura tumba: un gran edificio circular (la tumba circular más grande del mundo)
hecho de cemento y ladrillo y embellecido con mármol. No se sabe con seguridad su
aspecto exterior original, aunque se cree que debía tener una forma de túmulo
coronado con una estatua de bronce dorado del emperador. En la entrada se
colocaron dos grandes planchas de bronce con las Res Gestae Divi Augusti; el
testamento político o todo aquello que hizo en vida Octavio Augusto. A finales del
siglo I, el emperador Domiciano colocaría dos obeliscos de 14 metros de altura
provenientes de Egipto.

Actualmente, estos obeliscos son los que se encuentran en
las plazas del Quirinal y el Esquilino de la ciudad. A pesar de ser la tumba de
Augusto, el primero en “estrenarlo” fue el sobrino del emperador, Marcelo, en el año
23 aC, entre otros familiares, hasta que, el 19 de agostos del año 14, las cenizas del
primer emperador fueron depositadas en la tumba. Después de él, otros
emperadores de la dinastía julio-claudia también serían enterrados en este
mausoleo como Calígula o Nerva, el último en ser enterrado allí en el año 98.

Una aventura
El mausoleo de Augusto quedó cerrado y respetado como uno de los monumentos
funerarios más importantes de Roma hasta agosto del año 410, cuando los godos
de Alarico llevaron a cabo un tercer ataque sobre Roma. Sin embargo, esta vez no
se conforman con secuestrar a gente para usarla como moneda de cambio en sus
negociaciones con el emperador Honorio.

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Esta vez, los godos entraron a la ciudad y
la saquearon. Entre esos lugares saqueados se encontró la tumba de los
emperadores que contenía, aparte de las cenizas imperiales, muchos tesoros. Tras
este ataque, el edificio sería abandonado definitivamente para ser conocido como el
Monte Augusto, con una estatua del arcángel San Miguel que sustituyó a la estatua
de Augusto.

El deterioro del edificio continuará en la Edad Media cuando la poderosa familia
Colonna (familia del papa Martín V por ejemplo) usó parte del edificio como
fortificación para defenderse de sus enemigos. Las fortificaciones fueron destruidas
durante un ataque en el 1241.

El edificio también sirvió como lugar de
ajusticiamiento contra el tribuno Cola di Renzo, un notario papal que adquirió tanta
influencia y poder que encabezó una revuelta contra los nobles romanos y, en cierta
manera, instaurar un gobierno dictatorial con la idea de la grandeza de la Roma
imperial. En el año 1546, el eclesiástico Francesco Soderini compró los restos del
mausoleo para convertirlo en su residencia personal y para hacer un jardín muy
reconocido en la ciudad.

Tras Soderini, el mausoleo fue comprado por el portugués Benedetto correa de Silva
y fue alquilado por el marqués Vivaldi-Armenetieri que transformó el edificio, en
1780, en una plaza de toros. Las corridas de toros eran un espectáculo muy seguido
por los romanos hasta su prohibición por bula papal y se pasó a realizar
representaciones teatrales y espectáculos de fuegos artificiales. Este carácter
cultural se mantuvo en 1907, cuando el ayuntamiento de Roma compró el edificio
para celebrar conciertos.

En 1934, Mussolini ordenó la demolición total del
mausoleo para reconstruirlo siguiendo el ideario fascista que pretendía “recuperar el
esplendor del Imperio romano”. Sin embargo, la guerra truncó la idea y el edificio
quedó nuevamente abandonado.

En 2007 se iniciaron los trabajos para su restauración. Actualmente, siguen esos
trabajos para dar a conocer, en la medida de lo posible, uno de los grandes
monumentos olvidados de Roma.

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