A las puertas del pabellón de Sant Boi de Llobregat que se desbordó para jalear como si del mundo de los muertos hubiera regresado a Pedro Sánchez. La Barcelona metropolitana respondió como suele a la llamada del socialismo imperante.

Después de su sorpresivo y efectista paseo ferial, el presidente del Gobierno entró de lleno en la campaña catalana en la misma jornada en la que Salvador Illa se despojó de la máscara para dar por buena la sociovergencia, esto es, para admitir que no le dolerán prendas en pactar con Carles Puigdemont si de ello depende ser president.

La criatura llevaría por nombre «Govern transversal», de acabarse engendrando, y Sánchez bien podría reivindicar la paternidad, porque quién si no él rehabilitó al prófugo cuando era su investidura lo que se estaba negociando en Suiza bajo aquella colosal fotografía del 1-O.

El secretario general del PSOE compensó el plantón del arranque de campaña, que desesperanzó hasta a sus más fieles seguidores catalanes, con una emocional puesta en escena que Montero se encargó de inaugurar con la misma entrega que la demostrada a las puertas de Ferraz durante ese comité federal en el que se gestó la permanencia del pope de la «regeneración democrática». Nadie aplaude con la cadencia y el ímpetu de la vicepresidenta.

«Y sí, seguiré / Si dicen caído, yo me levanto», berreó la megafonía del recinto hasta quedar enmudecida por el coral cántico de «presidente, presidente» con el que los 2.000 congregados -otros 1.000 se quedaron sin localidad- aclamaron a Sánchez durante los generosos minutos que precedieron al inicio del mitin.

«¡Sí vale la pena seguir, presidente!», exclamó LLuïsa Moret, la presidenta del PSC y telonera del acto de adoración a Sánchez que diseñó la maquinaria gubernamental para impulsar la candidatura de un Illa que aspira a ingresar en el Palau de la Generalitat a lomos del presidente del Gobierno.

«Gracias, Pedro, por tu coraje. Te la has jugado por Cataluña y Cataluña no va a olvidar esto», engarzó Illa, -«Illa, maravilla»- para agradecer a Sánchez la anulación de las penas del procés, la amnistía que ahora faculta a Puigdemont como socio viable y deseado.

Contrapuso el líder de los socialistas catalanes la «nobleza» con la que, defendió, ejerce la política con la «lucha descarnada por el poder»; pidió el voto «para que Cataluña sea el sueño de España» y cedió el paso al protagonista, al verdadero reclamo de la jornada: «Pedro, te escuchamos».

Y Pedro se explayó en un feroz ataque a la prensa. Contra los «pseudomedios», prefirió decir, «que hacen circular bulos, mentiras y ataques personales que después el PP y Vox llevan a la tribuna». «Van a ir con todo a por nosotros», pronosticó el secretario general del PSOE, quien aseguró estar perseguido por su mera condición de líder socialista y «no por ser Pedro Sánchez».

Después, ya abiertamente reconvertido en el verdadero candidato del PSC, llamó el también presidente del Gobierno a «ganar al fango el 12-M» y equiparó a sus adversarios políticos con Trump, Bolsonaro o «el de la motosierra» por «no acatar el resultado de las urnas». La papeleta, para la víctima.

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