El Senado australiano acaba de iniciar una importante investigación sobre el creciente número de muertes excesivas en el país entre la población ampliamente vacunada.

El país ha sufrido pérdidas asombrosas desde que se lanzó el programa de vacunación masiva en 2021.

Australia lideró el mundo en bloqueos tiránicos y mandatos de vacunas durante y después de la pandemia.

La nación tiene una de las tasas más altas de vacunación con ARNm de Covid del mundo.

Sin embargo, durante los últimos tres años, el país ha estado luchando contra el peor nivel de exceso de mortalidad desde la Segunda Guerra Mundial.

La investigación del Senado australiano está siendo promocionada como la primera instancia en el mundo en la que un Parlamento examina formalmente la cuestión del aumento vertiginoso de las muertes.

La moción exitosa para iniciar la investigación fue presentada por el senador Ralph Babet del Partido Australia Unida (UAP).

La moción fue el quinto intento de Babet de iniciar una investigación parlamentaria en dos años.

Anteriormente, el gobierno laborista de izquierda y los Verdes habían bloqueado la moción, sin explicar por qué.

Ahora se requiere que el Comité de Referencias de Asuntos Comunitarios del Senado investigue los factores que contribuyen a la mortalidad anormalmente alta.

Se espera el informe para finales de agosto.

Sin embargo, será una tarea difícil.

La probabilidad de que los burócratas y políticos del gobierno admitan haber cometido irregularidades es extremadamente pequeña.

Incluso si los hallazgos señalan de manera convincente que el programa de vacunación es la razón detrás del exceso de muertes, será difícil determinar la rendición de cuentas.

Se utilizará una serie de excusas y desvíos para confundir el panorama.

El más obvio es el hecho de que la correlación no prueba la causalidad.

Probablemente se argumentará que el hecho de que el exceso de muertes ocurriera aproximadamente al mismo tiempo que las inoculaciones masivas no significa necesariamente que exista una conexión causal.

Esto es cierto, pero sólo significa que la evidencia es circunstancial, válida y concluyente, especialmente cuando no existe una explicación alternativa obvia.

La evidencia también está respaldada por el hecho de que se han observado aumentos similares de muertes en la mayoría de los países que estaban fuertemente vacunados.

Durante las audiencias, es probable que haya discusiones sobre la precisión de los datos y el establecimiento de una línea de base adecuada.

Sin embargo, hay pocas dudas sobre la tendencia general.

A principios de 2023 , el Instituto Australiano de Actuarios dio la alarma sobre el tema.

También se espera que los burócratas gubernamentales discutan sobre detalles finos para distraer la atención del panorama general.

Los legisladores necesitarán los datos más precisos posibles para defender el caso.

Según Babet, el 26 de marzo de este año, las cifras provisionales de mortalidad de la Administración de Bienes Terapéuticos (TGA) “confirman que hasta noviembre de 2023 hubo 15.114, o un 10 por ciento, más muertes que el promedio de referencia”.

La Oficina de Estadísticas de Australia (ABS) tiene diferentes  cifras que muestran: -3,1 por ciento en 2020 (el supuesto año pico de la pandemia), 1,4 por ciento en 2021, 10,9 por ciento en 2022 y 9,1 por ciento en 2023.

Estas inconsistencias tendrán que resolverse.

El experto en datos de renombre mundial Ed Dowd, autor de “Cause Unknown: The Epidemic of Sudden Deaths in 2021 & 2022”, observa que los datos australianos tienen varias limitaciones.

Una de esas inconsistencias es que “no nos permite observar el exceso de mortalidad en los grupos de edad más jóvenes con suficiente detalle”.

Sus cifras , desglosadas por edad, muestran que el exceso de muertes fue peor para la mayoría de las edades en 2022 y luego disminuyó en 2023.

La excepción fue el grupo de edad de 75 a 84 años, donde el exceso de muertes aumentó en 2023.

Otra táctica probable es que se argumente que el problema es “multifactorial”: que las muertes fueron causadas por muchas cosas.

Esto tendrá algo de verdad: los confinamientos probablemente provocaron un aumento de las tasas de suicidio, por ejemplo.

Como tal, estas cuestiones podrían utilizarse para confundir el panorama.

Sin embargo, no explicará la magnitud del exceso de mortalidad.

El número de muertes excedentes es el equivalente a lo que sucede en una guerra importante.

Sin embargo, las estadísticas agregadas de mortalidad no son los únicos datos relevantes.

Hay otras pruebas que pueden ayudar a completar el panorama.

Una es que el exceso de muertes, que se ha producido en todos los grupos de edad, no parece haber sido resultado de la propia COVID-19.

Según la ABS en 2022, cuando el exceso de muertes estaba en su punto máximo, la edad mediana (promedio) de muerte por COVID-19 era 86 años.

86 años es significativamente más alta que la esperanza de vida promedio en Australia.

Eso sugiere que relativamente pocas personas en edad laboral y más jóvenes murieron a causa de la enfermedad.

Entonces, ¿qué los mató?

Otro indicador es un  informe que indica que ha habido un 20 por ciento más de paros cardíacos repentinos en Victoria que hace cinco años.

De esos pacientes con paro cardíaco, más del 95 por ciento están muriendo.

“De las 7.830 personas cuyos corazones dejaron de latir debido a esta afección en 2022/23, solo 388 sobrevivieron, revelan las últimas cifras de Ambulance Victoria”, informa el  Herald Sun.

La cadena nacional ABC informó que muchas de las víctimas del infarto   son jóvenes, pero no investigó más.

La respuesta del gobierno estatal ha sido comprar más desfibriladores.

No se ha mencionado las vacunas como una posible causa a pesar de la evidencia acumulada de que las afecciones cardíacas, miocarditis y pericarditis, son los eventos adversos más comúnmente reportados asociados con las vacunas.

Especialmente reveladora ha sido la respuesta del equivalente del gobierno australiano a la FDA, la Administración de Productos Terapéuticos (TGA).

La agencia simplemente dejó de informar sobre miocarditis y pericarditis, dos formas de insuficiencia cardíaca que son efectos secundarios conocidos de las inyecciones de ARNm de Civod.

Estas tácticas son típicas de los esfuerzos de los burócratas australianos por protegerse.

El mayor desafío será analizar la causa de las muertes en un entorno donde la mayoría de las personas que proporcionan los datos tienen un gran interés en que sus acciones no sean expuestas, especialmente cuando la evidencia podría mostrar que han cometido un homicidio.

Los médicos y académicos australianos también corren el riesgo de perder sus carreras si expresan sus dudas sobre las vacunas.

Tampoco es probable que ellos estén dispuestos a asumir la responsabilidad de errores mortales.

Es más probable que la exposición de la verdad en Australia tenga que esperar a las ideas de expertos como el Dr. Francis Boyle.

Boyle fue responsable de redactar la “Ley Antiterrorista y de Armas Biológicas” de 1989 de Estados Unidos.

Boyle acaba de testificar en un caso judicial de Florida que las inyecciones de ARNm de Covid son “armas biológicas y de destrucción masiva”.

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