La gran farsa del Cambio Climático

En los últimos años, el cambio climático ha pasado de ser un tema de investigación científica a convertirse en un dogma incuestionable. Políticos, medios de comunicación, ONGs, corporaciones y hasta celebridades repiten el mantra:

“Estamos al borde del colapso climático”. Pero… ¿y si todo esto fuera una exageración, o peor aún, una herramienta de control y enriquecimiento?

Una emergencia sin consenso real
Aunque se repite constantemente que “el 97% de los científicos está de acuerdo”, la realidad es más matizada. Más de 1500 científicos y profesionales firmaron la Declaración Mundial sobre el Clima, impulsada por la organización CLINTEL, afirmando que "no hay emergencia climática".

Entre ellos hay premios Nobel, geofísicos, meteorólogos y expertos que no niegan que el clima cambia —lo ha hecho siempre—, pero sí cuestionan la narrativa apocalíptica.

El CO₂: ¿elemento esencial de la vida?
El dióxido de carbono ha sido demonizado como el principal responsable del calentamiento global. Sin embargo, es un gas esencial para la vida, utilizado por las plantas en la fotosíntesis. Aumentos moderados en CO₂ incluso han demostrado beneficiar la agricultura y reverdecer zonas áridas. ¿Por qué no se habla de esto?

Los hidrocarburos, los componentes energéticos de los combustibles fósiles, son 100% orgánicos, como en la química orgánica. Fueron producidos por energía solar en antiguos mares y bosques. Cuando se queman para obtener energía, los principales productos son agua y CO2, los dos alimentos más esenciales para la vida.

Y los combustibles fósiles son, con mucho, la batería de almacenamiento de energía solar directa más grande de la Tierra. Nada más se acerca excepto el combustible nuclear, que también es solar en el sentido de que fue producido en estrellas moribundas.

El dióxido de carbono de la quema de combustibles fósiles es la sustancia de la vida, el sostén de la vida, la moneda de la vida, de hecho, la columna vertebral de la vida en la Tierra.
Puede ver su discurso a continuación y leer la transcripción AQUÍ .

Ciencia politizada, modelos fallidos y profecías que no se cumplen
Durante décadas se han hecho predicciones apocalípticas sobre el clima: ciudades bajo el agua para el 2000, el fin de los glaciares para 2013, millones de refugiados climáticos para 2020. Nada de eso ocurrió.

A pesar del alarmismo constante, las temperaturas globales y el nivel del mar se han mantenido estables en el largo plazo. Las variaciones son mínimas, naturales y se encuentran dentro de los márgenes normales de la historia climática del planeta.

Los modelos climáticos no solo han fallado una y otra vez en sus predicciones, sino que se ajustan constantemente cuando los datos no encajan con las narrativas. ¿Qué clase de ciencia necesita reescribirse cada vez que la realidad no encaja?

¿Y el hielo que no se derrite?
Mientras los medios insisten en que los polos se están derritiendo, datos recientes muestran una expansión del hielo marino en la Antártida en ciertas temporadas. Por ejemplo, imágenes satelitales y mediciones entre 2012 y 2014 mostraron que el hielo antártico alcanzó niveles récord, contradiciendo las narrativas que anuncian un deshielo irreversible.

La plataforma de hielo antártica aumentó su superficie en la década de 2009 a 2019, según un estudio publicado en la revista European Geosciences Union (1). La superficie aumentado en 5.305 kilómetros cuadrados desde 2009, con 18 plataformas de hielo que se han reducido y 16 plataformas que han aumentado de tamaño.

Las plataformas de hielo antártico han ganado 661 gigatoneladas de masa de hielo durante la última década.

La reducción de la superficie de la Península Antártica (6.693 kilómetros cuadrados) y la Antártida Occidental (5.563 kilómetros cuadrados) se ha visto compensada por el crecimiento de la superficie de la Antártida Oriental (3.532 kilómetros cuadrados) y las grandes plataformas de hielo Ross y Ronne-Filchner (14.028 kilómetros cuadrados).

La mayor disminución se observó en la plataforma de hielo Larsen C, donde se perdieron 5.917 kilómetros cuadrados de hielo en 2017, y el mayor aumento de superficie se observó en la plataforma de hielo Ronne en la Antártida Oriental, donde un aumento gradual en la última década (535 kilómetros cuadrados) condujo a una superficie de 5.889 kilómetros cuadrados de 2009 a 2019.

La mayor parte de las pérdidas se han producido en el oeste del continente antártico, que concentra la mayor parte de la actividad volcánica. Sin embargo, investigaciones recientes indican (2) que el flujo de calor térmico inducido por la actividad volcánica tiene sin duda consecuencias significativas para la dinámica de los glaciares en esta parte del continente (fusión subglacial, cambios de pendiente, etc.).

Medios de comunicación al servicio de la narrativa
La respuesta es simple: los grandes medios de comunicación están subvencionados por estructuras globalistas y alineados con los intereses de organismos internacionales que promueven la Agenda 2030. En lugar de informar de forma objetiva, actúan como herramientas de propaganda climática, repitiendo titulares alarmistas sin cuestionar nada.

Su función no es aclarar, sino crear miedo constante, moldear la opinión pública y justificar políticas impopulares bajo la excusa de una crisis climática inminente.

El cambio climático como negocio
Detrás del discurso de “salvar el planeta” hay una industria floreciente. El cambio climático es hoy uno de los negocios más lucrativos del mundo. Gobiernos reparten subvenciones a proyectos “verdes”, las empresas obtienen créditos de carbono y las ONGs reciben donaciones millonarias.

Multinacionales que históricamente han contaminado ahora se reetiquetan como “sostenibles”, vendiendo tecnologías limpias que requieren minerales extraídos con trabajo infantil o procesos contaminantes en el Tercer Mundo.

Modificación climática encubierta: cuando el cielo no miente
Mientras el ciudadano común es culpado por usar su coche o calentar su casa en invierno, aviones cruzan el cielo diariamente dejando estelas químicas persistentes, conocidas como chemtrails, con la supuesta finalidad de “reflejar radiación solar” o “modificar el clima”.

Estas prácticas, encuadradas dentro de la llamada geoingeniería, no son conspiración sino documentos públicos: experimentos de siembra de nubes, inyección de aerosoles estratosféricos, o alteración deliberada de patrones climáticos con fines “científicos” o “militares”.

¿Quién autoriza estos ensayos a gran escala? ¿Por qué se hacen sin conocimiento ni consentimiento público?
¿Qué impacto real tienen en el clima, la salud humana y los ecosistemas?

Nadie lo discute, nadie lo investiga. Pero mientras tanto, culpan al ciudadano por respirar y vivir, mientras desde arriba manipulan la atmósfera sin transparencia alguna.

La geoingeniería es el mayor contribuyente al cambio climático
Según Wigington, hay mucha evidencia que muestra que los proyectos de geoingeniería de varios tipos ya están teniendo impactos severos en los patrones climáticos, nuestra capacidad para cultivar alimentos, la biodiversidad y la salud humana.

La geoingeniería intencional, incluida la atenuación solar, ha estado ocurriendo durante más de 70 años y se ha expandido exponencialmente en los años más recientes. Un mapa de geoingeniería, 5 creado por el Grupo ETC y la Fundación Heinrich Boell, muestra cómo los proyectos de geoingeniería se han expandido de unos 300 en 2012 a más de 1700 en 2023.

Esto incluye la captura/eliminación de carbono, la reducción de la radiación solar y una variedad de proyectos de modificación del clima en todo el mundo. No es sorprendente que Bill Gates haya estado financiando la geoingeniería durante mucho tiempo. En términos generales, los programas de geoingeniería se implementaron inicialmente después de la Segunda Guerra Mundial, comenzando en las regiones polares.

¿Y si todo esto se trata de control?
Más allá del debate científico, el cambio climático sirve como justificación perfecta para imponer restricciones: limitar el uso del automóvil, controlar el consumo energético, regular la carne, incluso aplicar impuestos globales. Todo en nombre del “bien común”.

 No se trata de negar que el clima cambia. Se trata de cuestionar la narrativa oficial, exigir transparencia científica y abrir el debate. Porque cuando disentir se vuelve delito, lo que tenemos no es ciencia, sino religión.
Y, sobre todo, lo que tenemos es un negocio redondo, disfrazado de cruzada moral.

Incluso el hielo que crece en la Antártida, los mares que no suben, los modelos fallidos y los cielos alterados con compuestos nos gritan en silencio: piensen por ustedes mismos.
Porque la verdadera emergencia es la manipulación, no el clima.

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