Un Gobierno a oscuras: la incompetencia energética de Pedro Sánchez
Decir que "no se descarta ninguna hipótesis" mientras se insinúa contacto con una alianza militar internacional sin aportar ni un solo dato concreto es, en el mejor de los casos, una torpeza imperdonable
España ha vivido este lunes uno de los episodios más inquietantes de su historia reciente: un “cero energético” que colapsó infraestructuras críticas, paralizó servicios esenciales y sumió a millones de ciudadanos en una incertidumbre tan densa como la oscuridad que cubría las ciudades. Pero si algo ha resultado más alarmante que el propio apagón, ha sido la respuesta —o mejor dicho, la ausencia de ella— por parte del Gobierno de Pedro Sánchez.
Mientras los sistemas de comunicación caían uno tras otro, los transportes se detenían y las redes móviles e internet desaparecían del mapa, el Ejecutivo permanecía en un silencio incomprensible durante horas.
En lugar de actuar con rapidez, ofrecer explicaciones claras y tranquilizar a una ciudadanía desinformada y angustiada, Pedro Sánchez apareció más de seis horas después del inicio del colapso. Y lo hizo no para aportar soluciones o claridad, sino para sembrar aún más confusión con declaraciones vacías y, lo que es peor, con una mención gratuita a la OTAN que encendió todas las alarmas.
Decir que "no se descarta ninguna hipótesis" mientras se insinúa contacto con una alianza militar internacional sin aportar ni un solo dato concreto es, en el mejor de los casos, una torpeza imperdonable. En el peor, una estrategia para eludir responsabilidades y desviar la atención de la descomunal fragilidad de un país que, bajo este Gobierno, ha perdido su capacidad de respuesta ante emergencias básicas.
Cuando el Gobierno niega los riesgos... hasta que estallan
La gravedad de este episodio no solo se mide por sus efectos inmediatos, sino también por lo que se dijo antes de que ocurriera. Apenas unas semanas atrás, Pedro Sánchez compareció en el Senado para ridiculizar las advertencias sobre un posible apagón. Aseguró, con tono desdeñoso, que España no sufría ni sufriría cortes energéticos, y que tales temores eran "cuentos de la derecha y la ultraderecha". Hoy, esa negación arrogante se ha convertido en prueba de una irresponsabilidad que roza lo criminal.
Negar la posibilidad de un apagón mientras se avanza hacia el desmantelamiento de la energía nuclear, se incrementa la dependencia del gas extranjero y se ignora la vulnerabilidad de las redes de suministro es algo que va mucho más allá de un error de cálculo: es una temeridad ideológica.
Una nación rehén de su dependencia energética
Lo ocurrido este lunes ha dejado al descubierto lo que muchos expertos venían denunciando desde hace años: España carece de soberanía energética. La interrupción total del suministro no solo dejó sin luz a hogares y hospitales, sino que inutilizó infraestructuras estratégicas y mostró que nuestro país no dispone de mecanismos autónomos para garantizar ni siquiera un mínimo de funcionamiento básico en caso de crisis.
Y lo más preocupante: España depende de terceros países, no solo para el gas, sino también para la electricidad. En momentos de alta demanda o emergencia, recurrimos a la energía importada desde Francia o Marruecos. Es decir, nuestro sistema energético está, literalmente, en manos extranjeras. Esta dependencia estructural nos sitúa en una posición de vulnerabilidad extrema que, en manos de un gobierno competente, debería haber sido considerada un asunto de seguridad nacional.
Pero mientras los países responsables refuerzan su autonomía energética, Pedro Sánchez opta por lo contrario: cerrar centrales nucleares operativas, estratégicas y perfectamente seguras, como la de Almaraz, que por sí sola genera el 7% de la electricidad consumida en España. ¿Con qué la va a sustituir? ¿Con promesas, molinos ineficientes o gas ruso comprado a precio de oro?
Tal como denuncia el medio Impacto España Noticias, la combinación de cierre nuclear, dependencia del gas y falta de inversión en sistemas de emergencia constituye una amenaza real para la seguridad nacional. No se trata de alarmismo, sino de hechos: este lunes España se quedó sin energía y sin capacidad de respuesta. Una sociedad moderna no puede permitirse semejante vulnerabilidad.
El apagón informativo: otra forma de colapso
Además del apagón eléctrico, se produjo un apagón informativo. Salvo contadas excepciones como algunas emisoras de radio que lograron mantener una mínima señal, la ciudadanía se vio privada de datos fiables en tiempo real. Las redes sociales, los medios digitales y los canales oficiales se silenciaron. La desinformación corrió como la pólvora y, mientras tanto, el Gobierno callaba.
Los ciudadanos atrapados en trenes, carreteras colapsadas o aeropuertos bloqueados no sabían qué estaba ocurriendo ni cómo actuar. Familias incomunicadas, negocios paralizados, hospitales funcionando a duras penas con generadores de emergencia... Y el presidente del Gobierno, ausente.
Cuando finalmente compareció, Sánchez no ofreció datos técnicos, no aclaró causas, no explicó protocolos. Sólo pidió que no se especulara y, acto seguido, abrió la puerta a todo tipo de especulaciones con frases ambiguas e irresponsables. Su discurso fue la versión institucional de la impotencia: humo, frases hechas y ninguna respuesta.
Una crisis sin reflejos y sin liderazgo
La tragedia de este lunes no se puede calificar simplemente como un fallo técnico o una catástrofe natural. Es, ante todo, el resultado de un Gobierno sin reflejos, sin planificación y sin liderazgo. Un Gobierno más centrado en mantener una agenda ideológica que en proteger a los ciudadanos. La misma falta de previsión y reacción que ya vimos durante la pandemia, la volvimos a presenciar con la gota fría, y ahora se repite con el "cero energético".
Mientras otros líderes autonómicos como Isabel Díaz Ayuso sí comparecieron de inmediato, tomaron decisiones de contingencia y ofrecieron mensajes de calma y orientación, el Gobierno central volvió a demostrar que, en los momentos críticos, no está. Y si está, lo hace tarde, mal y con un nivel de improvisación que raya lo grotesco.
Prepararse para lo peor: sin el Gobierno
Lo más preocupante de todo esto es la conclusión que millones de ciudadanos han sacado de forma inevitable: no podemos contar con el Gobierno. Ni para prevenir, ni para informar, ni para proteger. España ha llegado al punto en el que la población debe organizarse de forma autónoma para garantizar su seguridad más básica. De hecho, iniciativas como la campaña del “kit de resistencia” promovida por la Unión Europea, que antes parecían distópicas, hoy cobran todo el sentido.
Impacto España Noticias lo advierte con claridad: lo ocurrido es una señal de alerta que no puede ignorarse. El colapso del lunes no debe verse como un hecho aislado, sino como el preludio de lo que puede volver a suceder —y agravarse— si seguimos confiando en un modelo energético y político que ya ha demostrado su fracaso.
O reacciona el país, o nos apagan del todo
España no puede permitirse más episodios como el vivido. Y mucho menos, no puede permitirse un Gobierno que convierte cada crisis en una demostración de incapacidad. Lo que está en juego no es una ideología, ni una elección: es la viabilidad misma de un país que parece no saber cómo protegerse a sí mismo.
Los ciudadanos merecen saber qué falló, por qué no funcionaron los sistemas de emergencia, por qué no se activó una comunicación efectiva y, sobre todo, qué garantías hay de que no volverá a pasar. Si el Ejecutivo no tiene esas respuestas, entonces debe dar paso a quienes sí estén preparados para asumir responsabilidades. Porque gobernar no es aparecer a las seis horas con generalidades y gestos teatrales. Gobernar es prever, actuar, proteger y responder. Y este Gobierno, una vez más, ha demostrado que no sabe hacer ninguna de esas cosas.
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