Pedro Sanchez financia a medio mundo mientras muchos españoles siguen abandonados
Pero esos 10 millones son apenas la punta del iceberg. El conjunto de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) española superó los 4.000 millones de euros en 2024, según datos oficiales del propio Ministerio de Asuntos Exteriores
El Gobierno de Pedro Sánchez, a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID), lleva años destinando cantidades millonarias de dinero público a programas internacionales bajo el paraguas de la llamada “cooperación al desarrollo”.
Sobre el papel, suena a solidaridad. En la práctica, significa que los impuestos de los españoles acaban financiando proyectos en países a miles de kilómetros de distancia, mientras miles de ciudadanos en España esperan aún una ayuda que nunca llega.
Entre 2021 y 2024, se han concedido más de 10 millones de euros en subvenciones dirigidas expresamente a comunidades indígenas extranjeras, repartidos en más de un centenar de proyectos. Algunos ejemplos hablan por sí solos:
150.000 euros en 2024 a Colombia, para “mejorar el acceso a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres indígenas Wayuu”.
44.553 euros en 2024 a Bolivia, para el “empoderamiento de mujeres indígenas de Moxos y recuperación de prácticas productivas ancestrales”.
200.000 euros en 2024 a Brasil, para “fortalecer políticas públicas de gestión territorial indígena”.
Proyectos en Ecuador, Perú y Guatemala, también financiados, con cantidades que oscilan entre los 50.000 y los 300.000 euros cada uno, en iniciativas que van desde talleres de género hasta la “recuperación de cosmovisiones ancestrales”.
Y no hablamos de casos aislados: son 104 subvenciones en total, todas ellas justificadas bajo conceptos similares.
Una factura mucho mayor
Pero esos 10 millones son apenas la punta del iceberg. El conjunto de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) española superó los 4.000 millones de euros en 2024, según datos oficiales del propio Ministerio de Asuntos Exteriores. La AECID, además, alcanzó en 2023 un récord de 372 millones de euros en subvenciones para proyectos internacionales.
Mientras tanto, en España:
En La Palma, tres años después de la erupción volcánica, decenas de familias siguen viviendo en contenedores prefabricados, sin la vivienda prometida y sin ver las ayudas en las que confiaban.
En la Comunidad Valenciana, miles de dependientes esperan durante meses o años ayudas que jamás llegan.
En barrios humildes de Madrid, Sevilla o Barcelona, las colas del hambre siguen presentes, mientras el Gobierno presume en foros internacionales de solidaridad global.
Sánchez: generoso fuera, tacaño dentro
Pedro Sánchez ha convertido la cooperación internacional en una herramienta de propaganda política. Con dinero público regala subvenciones en el extranjero que le permiten exhibirse como adalid de la solidaridad en Naciones Unidas o en Bruselas. Sin embargo, cuando se trata de responder a los dramas de los españoles, la realidad es muy distinta: lentitud, abandono y silencio administrativo.
Es imposible no ver la contradicción: se pagan cientos de miles de euros para enseñar derechos reproductivos a comunidades indígenas en Colombia, pero no hay recursos suficientes para que una familia palmera reconstruya su casa. Se financian talleres de género en Bolivia, pero los dependientes españoles mueren esperando una ayuda que se eterniza en la burocracia.
El ciudadano español, siempre en la cola
Este Gobierno habla de justicia social, pero la practica siempre hacia afuera. La solidaridad, cuando se utiliza como escaparate, se convierte en hipocresía. Porque el primer deber de un Gobierno es con su gente. Y aquí, mientras se dilapidan millones en proyectos remotos, hay pensionistas que deben elegir entre comer o encender la calefacción, jóvenes atrapados en alquileres imposibles y familias que llevan años esperando una ayuda para la dependencia.
La AECID, bajo el mando del Ministerio de Exteriores de José Manuel Albares, funciona como una máquina de repartir dinero sin que nadie rinda cuentas de los resultados. ¿Cuánto ha mejorado realmente la vida de esas comunidades indígenas? ¿Quién controla que esos fondos no se pierdan en burocracias locales, en ONG con ideología afín o en proyectos que nunca pasan del papel?
Una España que se olvida de sí misma
Lo que está en juego no es la cooperación internacional como concepto, sino la falta absoluta de prioridades. Un país que destina más de 10 millones de euros en tres años a empoderar comunidades indígenas en el extranjero mientras sus propios ciudadanos viven en contenedores no es un país solidario: es un país abandonado por sus gobernantes.
Pedro Sánchez ha demostrado que su solidaridad es selectiva: abundante y generosa cuando sirve para hacerse fotos en el extranjero, inexistente cuando se trata de mirar a los ojos a sus propios compatriotas.
La verdadera justicia social comienza en casa. Todo lo demás es propaganda pagada con los impuestos de los españoles.
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