La doble moral del poder: la sombra de los prostíbulos sobre Pedro Sánchez

La vida política de Pedro Sánchez ha estado marcada por un discurso progresista en cuestiones sociales, entre ellas la prostitución. Como concejal en el Ayuntamiento de Madrid, ya defendía la necesidad de avanzar hacia un modelo abolicionista.

Años después, como presidente del Gobierno, ha insistido en que España debía combatir la explotación sexual. Sin embargo, en paralelo, su entorno familiar se ha visto salpicado por acusaciones persistentes sobre negocios vinculados a la prostitución que gestionaba su suegro, Sabiniano Gómez, con la presunta participación de su hija, Begoña Gómez.

Una red de saunas bajo sospecha
Diversas informaciones publicadas en medios de comunicación han señalado que durante décadas los locales de Sabiniano Gómez —presentados formalmente como saunas— funcionaron en realidad como prostíbulos.

Trabajadores de aquellos establecimientos han relatado cómo, de madrugada, el suegro de Sánchez emprendía una ruta para recoger la recaudación diaria de los burdeles repartidos por varias provincias. El dinero se contaba en un despacho en Madrid, con máquinas de conteo automático, y posteriormente se guardaba en una caja fuerte oculta tras un cuadro.

Según estos testimonios, en más de una ocasión se vio a Begoña Gómez participando en la contabilidad, supervisando las cuentas familiares y colaborando en la organización del dinero. Para quienes presenciaron esas escenas, resultaba impactante la naturalidad con la que se manejaban fajos de billetes procedentes de una actividad que, en la práctica, explotaba la prostitución.

Contradicciones políticas y éticas
Lo que convierte estas revelaciones en un escándalo político de primer orden no es solo el trasfondo moral de los negocios familiares, sino la contradicción directa con la trayectoria pública de Pedro Sánchez. El mismo dirigente que se proclamaba adalid de la abolición de la prostitución tenía a su alrededor un círculo cercano ligado, según trabajadores de aquellos locales, a la gestión de prostíbulos camuflados.

La pregunta es inevitable: ¿cómo puede un líder político reclamar avances sociales en un terreno mientras en su vida privada y familiar se toleraban —y, según algunos testimonios, se gestionaban— actividades diametralmente opuestas?

El asunto ha provocado enfrentamientos en el Congreso. En una de sus intervenciones más sonadas, el líder de la oposición preguntó directamente a Sánchez si se había beneficiado, siquiera indirectamente, de los negocios de su suegro. El presidente esquivó la respuesta, pero el debate quedó abierto en la opinión pública.

Las publicaciones periodísticas han multiplicado las dudas y han convertido este episodio en un tema de debate nacional. Mientras tanto, las defensas del Ejecutivo se han limitado a denunciar el uso partidista del caso, sin ofrecer explicaciones claras sobre los testimonios que apuntan al papel de Begoña Gómez en la contabilidad de los locales.

Durante al menos dos décadas, la recaudación de las saunas comenzaba siempre a las cinco de la madrugada. A esa hora, el padre de la mujer de Sánchez era recogido en el domicilio familiar de Majadahonda por su chófer a bordo de un Jaguar y emprendía una ruta fija por todos los prostíbulos de la red. Local a local, iba recogiendo el dinero que había generado la prostitución durante las últimas 24 horas.

Aunque los locales se encontraban repartidos por varias provincias —Toledo, Segovia, Lugo o Zaragoza, entre otras—, la mayor parte de los ingresos provenían de Madrid. Allí, uno de los primeros puntos de la ruta era el club de alterne Castellana 180, frente a una de las arterias principales de la capital. Después seguía hacia el establecimiento de la calle Pensamiento y más tarde el de Orense.

El recorrido continuaba por locales emblemáticos de la red como la sauna Princesa o la sauna Azul. Ambos negocios, tal y como desveló este ED en exclusiva, figuraron en expedientes de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) a raíz de una denuncia de la Policía Municipal de Madrid, que en 2009 y 2010 advirtió la existencia de cámaras ocultas en su interior.

El procedimiento terminó archivado sin que se llegara a practicar inspección alguna, bajo la presidencia del socialista Artemi Rallo, que poco después fue recompensado con un escaño en el Congreso y más tarde en el Senado con Sánchez al frente de la secretaría general del PSOE.

«Lo primero que hacían era contar los billetes. Lo hacían varias veces y para ello usaban una máquina de conteo automática», recuerda un trabajador. Los fajos se ordenaban sobre la mesa del despacho y después se introducían en una caja fuerte oculta detrás de un cuadro colgado frente al escritorio de Sabiniano Gómez. «Nunca he visto tanto dinero junto», repite uno de los testigos, que asegura haber presenciado la escena en varias ocasiones. Aquella dinámica era la rutina diaria de quienes manejaban la recaudación de los burdeles familiares.

Un lastre para la credibilidad
Aunque la Audiencia Nacional calificó como “lícitos” los negocios de Sabiniano Gómez en un auto reciente, esa resolución no ha logrado disipar las sospechas políticas ni el ruido mediático. El problema no es solo legal, sino moral y político.

La imagen de un presidente que intenta liderar el feminismo institucional mientras su esposa aparece señalada en relatos de trabajadores de burdeles como colaboradora en la gestión económica es un golpe directo a su credibilidad. La incoherencia erosiona la confianza de la ciudadanía y alimenta la percepción de que el poder se mueve con una doble vara de medir: la del discurso público y la de los intereses privados.

La sombra de los prostíbulos familiares de los Gómez planea sobre la Moncloa. Aunque judicialmente no se haya acreditado delito alguno, el mero contraste entre los testimonios recogidos y la posición abolicionista de Sánchez constituye un argumento devastador en términos políticos.

La política se mide también en coherencia, y pocas contradicciones resultan tan corrosivas como defender en público la abolición de la prostitución mientras, según diversos trabajadores, en privado se contaban los fajos de billetes procedentes de ella.

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