Sánchez y la década tenebrosa que hundió a España

La década tenebrosa de Sánchez pasará a la historia como el periodo más oscuro de la democracia española. En menos de diez años, España ha perdido unidad, orgullo y libertad. Ganó la censura, la represión y la corrupción.

El inicio de la década tenebrosa de Sánchez
España atraviesa un tiempo que muchos ya definen como la década tenebrosa de Sánchez. Un periodo en el que la mentira y la corrupción se ha convertido en norma, la moral pública se degradó y la nación perdió su rumbo y su soberanía. Mientras otros países recuperaban su fortaleza, nuestro Gobierno sembraba división y desmantelaba las bases de la convivencia.

El recuerdo de la vieja Leyenda Negra resurge. Aquel conjunto de calumnias inventadas por los enemigos de España sirvió en el pasado para humillar a nuestra nación. Hoy, una nueva campaña interna de desprecio hacia lo español revive ese veneno, ahora desde dentro del propio Estado.

Durante esta década, Pedro Sánchez y su antecesor ideológico, José Luis Rodríguez Zapatero, transformaron el poder político en una herramienta de manipulación. Han sembrado enfrentamientos, debilitado la justicia y convertido al delincuente en víctima y al patriota en sospechoso. Así comenzó esta década tenebrosa de Sánchez, símbolo de decadencia moral y política.

Cuando los criminales son héroes
En esta década tenebrosa de Sánchez, la inversión de valores alcanzó niveles insólitos. Se ha permitido que los fuera de la ley y los golpistas del 1O sean presentados como héroes, los terroristas y asesinos como resistencia y los vagos, okupas y perroflautas como oprimidos. Son las víctimas. Mientras tanto, los ciudadanos que defienden el orden, la patria y la familia son tachados de retrógrados. Son los verdugos.

El discurso oficial glorifica la ilegalidad y desprecia el mérito. Las instituciones callan ante el ultraje a las víctimas del terrorismo y ante la manipulación histórica que blanquea a los asesinos. En esta España deformada por el relativismo, el delincuente se convierte en ejemplo y el trabajador honesto en sospechoso.

La educación pública, infectada por la ideología de género y el adoctrinamiento lgtbi, ha dejado de enseñar el amor a la patria. Los jóvenes crecen sin referencias, sin historia y sin sentido de pertenencia.
Así se perpetúa el proyecto de una España débil, fragmentada y manipulable, base de esta década tenebrosa de Sánchez.

Una nación sin orgullo y sin rumbo
Ningún país que desprecia su identidad puede sobrevivir. España vive hoy una crisis de autoestima nacional alimentada por el complejo y la propaganda. Se ridiculiza la bandera, se insulta la fe católica y se persigue a quienes defienden valores tradicionales. El patriotismo se castiga mientras se premia la disolución de la unidad nacional.

Sánchez y Zapatero -los dos grandes responsables de este declive- han reducido la política a un instrumento de poder personal. Ambos transformaron la democracia en un teatro de marionetas al servicio de minorías ideológicas. Durante su gestión, España ha sufrido la mayor pérdida de soberanía de su historia reciente: la dependencia económica, la cesión ante el separatismo y la subordinación a la Agenda 2030 y a intereses de países extranjeros.

La década tenebrosa de Sánchez no solo representa un periodo de corrupción política y moral. Es el símbolo del colapso de una nación que ha olvidado quién es.

El derrumbe de las instituciones
El deterioro institucional es el reflejo más evidente de esta década tenebrosa de Sánchez. El Parlamento se ha convertido en una tribuna de propaganda, la justicia en un campo de batalla y los medios públicos en aparatos de manipulación. La mentira gobierna mientras la verdad se silencia.

La sanidad colapsa, la educación se degrada y la economía se endeuda. La convivencia desaparece y la inseguridad crece. El ciudadano de a pie paga los excesos de una clase política – una verdadera casta política- que vive del privilegio y desprecia el esfuerzo ajeno.

El deterioro moral ha alcanzado tal nivel que muchos españoles ya no confían en sus instituciones. El respeto se ha roto y la división se ha convertido en norma. Así se perpetúa la parálisis nacional, alimentada por un poder obsesionado con destruir el pasado para manipular el presente.

La responsabilidad de los españoles
Aunque la responsabilidad de esta década tenebrosa de Sánchez recae sobre quienes la promovieron, el pueblo español también debe asumir su parte. La pasividad, el miedo y la indiferencia permitieron que el mal echara raíces. En una sociedad fuerte, el ciudadano tiene la obligación de reaccionar ante el abuso, y España no lo hizo a tiempo.

No bastan las quejas. Es necesaria la acción cívica, la organización social y la resistencia cultural. España cuenta con una base social y moral que puede levantarse si sus ciudadanos deciden defender lo que es justo.
El patriotismo no consiste en nostalgia, sino en reconstrucción. Es hora de limpiar la podredumbre que la izquierda radical ha esparcido por las instituciones.

Reconstruir la España libre
Cada etapa oscura ofrece una lección. La década tenebrosa de Sánchez enseña que la libertad no se regala: se conquista y se defiende cada día. España debe volver a confiar en sí misma, recuperar su identidad, su familia y su fe.

La reconstrucción moral y política empieza en los hogares, en las parroquias, en las escuelas libres de adoctrinamiento. Requiere líderes valientes y ciudadanos comprometidos con la verdad. Solo así podrá cerrarse este triste capítulo de nuestra historia.

El futuro de España depende de la fortaleza de su pueblo. Cada español debe decidir si quiere seguir en la oscuridad o si está dispuesto a abrir las ventanas y dejar entrar la luz de la verdad, la justicia y la libertad.

España puede resurgir si vuelve a sus raíces. El tiempo de la reconstrucción ha llegado.

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