El pacto suicida de Europa: deuda, guerra y clima
Mientras los burócratas hablan de “seguridad” y “sostenibilidad”, las economías reales —las que producen riqueza y empleo— se hunden bajo impuestos, regulaciones y deuda. Europa se destruye a sí misma en nombre de una ideología que adora al clima
El pacto suicida de Europa se acelera bajo la dirección de Bruselas, que impone deuda masiva, economía de guerra y un fanatismo climático que asfixia a las naciones soberanas. En la última cumbre de la UE, los líderes confirmaron su compromiso con una neutralidad climática imposible y un gasto militar creciente que arrastra al continente hacia el colapso económico.
Mientras los burócratas hablan de “seguridad” y “sostenibilidad”, las economías reales —las que producen riqueza y empleo— se hunden bajo impuestos, regulaciones y deuda. Europa se destruye a sí misma en nombre de una ideología que adora al clima y desprecia a sus ciudadanos.
La servidumbre económica bajo la Agenda de Bruselas
El pacto suicida de Europa no se disfraza ya de integración, sino de sumisión. Bruselas prepara un presupuesto de 2 billones de euros para 2028, cargado de subsidios verdes y maquinaria bélica, que convertirá la deuda en un arma de control político. Alemania, motor industrial del continente, lidera este camino al abismo: más impuestos, más burocracia y menos libertad.
En nombre de la “transición ecológica”, el ciudadano europeo trabaja para financiar guerras ajenas, burocracias ineficientes y subsidios absurdos. El pacto suicida de Europa exige neutralidad climática para 2040 “cueste lo que cueste”. Y el precio lo pagan siempre los mismos: la clase media, los autónomos y las empresas productivas.
Bruselas mantiene su dogma: el crecimiento económico es pecado, la deuda es virtud, y la burocracia es el nuevo dios.
Alemania, discípulo leal del fanatismo climático
La nación que una vez sostuvo la economía europea ahora se ha convertido en su verdugo. Alemania actúa como discípulo leal de la ideología climática impuesta desde Bruselas. Junto a otros 19 líderes europeos, ha firmado propuestas que fingen reformar la UE, pero sólo maquillan el desastre. Las promesas de “reducir regulaciones” se disuelven en subsidios financiados con más deuda, la droga preferida de los burócratas.
El truco es viejo: se prometen reformas para calmar la indignación, mientras se amplía el poder del aparato estatal. Los nuevos créditos verdes y las tasas al carbono multiplican la carga fiscal. En la práctica, el pacto suicida de Europa convierte cada empresa en un esclavo tributario del dogma climático, mientras el pueblo se empobrece bajo una inflación que ya no se puede esconder.
Economía de guerra y burocracia sin límites
Bruselas y Berlín impulsan una economía de guerra europea. Dicen que es por seguridad, pero en realidad es por poder. El aparato estatal crece, se multiplica y absorbe cada recurso productivo. Los nuevos impuestos —al carbono, al plástico, a las empresas— son una máquina de recaudar para sostener un modelo que destruye lo que finge proteger.
La combinación de fanatismo climático y gasto militar ha creado un sistema perfecto de empobrecimiento. El pacto suicida de Europa ha decidido sacrificar la libertad económica, el bienestar y la soberanía a cambio de un ideal utópico: el “cero neto”.
Bruselas no produce, pero regula; no trabaja, pero cobra; no crea, pero controla.
La desindustrialización: la gran huida europea
El resultado es inevitable. El pacto suicida de Europa destruye la base industrial mientras Estados Unidos y Asia recogen los frutos de nuestra ceguera. La energía cara, la sobrerregulación y el culto al clima han hecho de Europa un continente improductivo, incapaz de competir ni siquiera con sus aliados.
Los burócratas celebran la creación de “325.000 nuevos empleos verdes”, pero en realidad son puestos burocráticos subvencionados, pagados por empresas y consumidores. No generan riqueza: la consumen.
Son la prueba de una economía zombificada por el intervencionismo, donde el éxito se mide en formularios y no en productividad.
El poder absoluto de la burocracia climática
Para Ursula von der Leyen y su Comisión, la política climática no es una herramienta: es su razón de existir.
Bruselas ha creado un entramado regulatorio que se expande sin control, alimentado por miles de millones en subsidios y un ejército de funcionarios. Donde haya un “oficial de cumplimiento climático”, allí está Bruselas vigilando, sancionando y controlando.
El objetivo no es proteger el medio ambiente, sino controlar la narrativa pública. Criticar el fanatismo verde o el fracaso económico de la UE se convierte en un acto casi prohibido.
El pacto suicida de Europa se sostiene sobre el miedo: miedo al CO₂, miedo al cambio, miedo a pensar libremente. Si el pánico climático desaparece, Bruselas pierde su legitimidad. Por eso lo alimentan con titulares, sanciones y discursos moralistas que esconden un propósito político: perpetuar su poder.
El pacto suicida de Europa ha puesto en peligro la libertad económica, la independencia energética y la soberanía política. La deuda, la guerra y el clima se han convertido en excusas para someter a las naciones libres a un superestado burocrático.
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