Europa se paraliza por la transición energética verde
El colapso energético europeo avanza sin freno. La transición verde prometió prosperidad, pero ahora provoca costes desorbitados, pérdida industrial y una competitividad destruida
Europa vendió la transición energética como un camino seguro hacia empleos, ahorro y prosperidad ambiental. Los gobiernos aseguraron que la energía solar, eólica y otras fuentes limpias abaratarían las tarifas y dinamizarían la industria. La realidad niega esas promesas. El colapso energético europeo golpea a familias y empresas.
Europa redujo un 30% sus emisiones desde 2005. Estados Unidos logró un 17%. La cifra europea parece brillante, pero esconde un precio enorme. Consumidores y empresas pagan una electricidad cada vez más cara. El modelo verde acelerado destruye la competitividad industrial y erosiona la vida económica del continente.
Alemania sufre las tarifas domésticas más altas del mundo desarrollado. El Reino Unido encabeza los precios industriales. La Agencia Internacional de la Energía confirma este escenario. Las tarifas industriales de la Unión Europea duplican las de Estados Unidos y superan un 50% las de China. Esta diferencia revela una verdad clara: el colapso energético europeo no surge de la casualidad, sino de decisiones políticas equivocadas.
La dependencia de energías intermitentes dispara la volatilidad del mercado eléctrico. Esta inestabilidad frena sectores de gran consumo, como la inteligencia artificial. Las familias también sufren un coste de vida insoportable. Partidos soberanistas críticos con la transición crecen porque muchos ciudadanos ya entienden que esta agenda responde a intereses de élites desconectadas del pueblo.
La industria se hunde mientras Europa sostiene un modelo imposible
La transición energética deja un rastro de cierres industriales. El continente pierde músculo productivo porque adopta un modelo que no funciona con la velocidad exigida por Bruselas. El colapso energético europeo refleja esa prisa imprudente.
Europa intenta sustituir combustibles tradicionales aunque las alternativas no ofrecen estabilidad. Ese error estratégico provoca daños económicos profundos. Alemania ya lo siente. La empresa química Ineos anunció el cierre de dos plantas por los altos precios eléctricos. ExxonMobil cerró una operación en Escocia y advirtió sobre una posible salida de la industria química europea.
La demanda eléctrica cae desde hace quince años. Las infraestructuras no crecen al ritmo necesario para sostener el aumento de parques eólicos y solares. Factores externos, como la volatilidad del gas natural tras la pandemia y la caída de importaciones rusas, agravan el problema. Sin embargo, los expertos señalan que la causa principal del colapso energético europeo reside en un modelo lleno de subsidios, redes costosas y capacidad redundante. Todo eso incrementa los precios de forma constante.
El modelo verde se tambalea entre tensiones políticas y económicas
El consenso político que impulsó la transición energética se resquebraja. Los partidos de derecha en Alemania, Francia y Reino Unido cuestionan metas climáticas imposibles y subsidios ruinosos. Gobiernos como el alemán incluso reactivan plantas de gas. La realidad obliga a corregir el rumbo.
Europa eligió una estrategia distinta a la de otras potencias. Estados Unidos, China, India y Brasil aumentan la capacidad renovable y también la fósil. Europa no hizo eso. Optó por cerrar plantas de gas y carbón sin tener listas las alternativas. Ese error generó un sistema caro, frágil y dependiente de combustibles importados.
Las facturas británicas muestran la magnitud del problema. La mitad del importe se compone de impuestos y regulaciones. Muchas familias planean racionar energía en invierno. El parque eólico marino Seagreen, en Escocia, se desconecta más del 70% del tiempo para evitar daños en la red. Este caso ilustra un sistema saturado, caro y mal planificado. Otro ejemplo claro del colapso energético europeo.
El futuro verde necesita realismo antes que propaganda y demagogia
Los defensores de las renovables aseguran que los costes bajarán. Eso dicen, eso esperan. Europa necesita estabilidad para llegar a ese punto sin destruir su industria. El Reino Unido propone combinar temporalmente la transición con mayor producción local de petróleo y gas. Los centros de investigación piden reformas fiscales para proteger a los consumidores.
Muchos economistas dudan de que países con poca radiación solar y alta dependencia eólica —como Alemania y Reino Unido— logren precios competitivos. La industria también observa el riesgo. Si Europa sigue cerrando plantas, la producción se trasladará a países con más emisiones. Ese traslado destruirá empleo europeo y empeorará los objetivos climáticos globales. El colapso energético europeo amenaza, por tanto, la economía y el clima.
Europa debe equilibrar seguridad energética, competitividad y metas climáticas. El modelo actual no permite ese equilibrio. El continente atraviesa un periodo crítico. Las próximas decisiones definirán la posición industrial europea durante décadas.
El colapso energético europeo demuestra el fracaso de una transición impuesta desde despachos alejados del pueblo. Europa necesita una política energética que respete la libertad económica, la soberanía nacional y la prosperidad de las familias. La ideología no puede gobernar la electricidad. La realidad ya exige un giro inmediato.
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