El partido de Viktor Orbán señala al PP como gran impulsor del acuerdo con Mercosur que arruinará a los agricultores y ganaderos

La tramitación del acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur sigue profundizando las divisiones políticas en el Parlamento Europeo y alimentando un creciente malestar entre los agricultores del continente. Mientras una parte significativa de los eurodiputados insiste en advertir de sus efectos potencialmente devastadores para el sector agrario europeo, las principales fuerzas del centro político comunitario continúan impulsando el acuerdo con determinación, ignorando —según sus críticos— las consecuencias sociales, económicas y sanitarias que conlleva.

Uno de los casos más llamativos de esta fractura se observa en Hungría, donde la delegación del partido gobernante Fidesz, liderado por el primer ministro Viktor Orbán, mantiene una oposición frontal al acuerdo. En contraste, el Partido Tisza, formación opositora emergente y alineada con el Partido Popular Europeo, ha adoptado una posición que facilita la entrada en vigor de documentos clave vinculados al pacto comercial con los países del Mercosur.

Competencia desigual y amenaza al modelo agrícola europeo
Csaba Dömötör, eurodiputado de Fidesz, ha sido uno de los portavoces más firmes contra el acuerdo. Según ha explicado, el tratado obligaría a los agricultores europeos a competir directamente con explotaciones agrícolas a gran escala de América del Sur que operan bajo estándares muy distintos a los exigidos dentro de la Unión Europea.

El problema, subraya Dömötör, no es únicamente económico, sino estructural. Los productores europeos están sujetos a estrictas normas medioambientales, laborales y sanitarias que elevan significativamente los costes de producción. En cambio, los productores de los países del Mercosur no están obligados a cumplir las mismas exigencias, lo que genera una competencia que muchos califican de claramente desleal.

Desde esta perspectiva, el acuerdo no supondría una apertura equilibrada de mercados, sino una presión directa sobre cientos de miles de pequeñas y medianas explotaciones agrícolas europeas, muchas de ellas ya debilitadas por el aumento de los costes energéticos, la inflación y las restricciones regulatorias internas.

Riesgos para la salud pública y el consumidor europeo
Más allá del impacto económico, Dömötör y otros eurodiputados críticos han advertido de los riesgos para la salud pública asociados al acuerdo. En particular, señalan que en varios países del Mercosur se siguen utilizando sustancias químicas y fitosanitarios que están prohibidos en la Unión Europea debido a sus efectos nocivos para la salud humana y el medio ambiente.

Permitir la entrada masiva de productos agrícolas que no cumplen los estándares europeos plantea, según estos críticos, una contradicción evidente: mientras Bruselas impone normas cada vez más estrictas a sus propios agricultores, estaría dispuesta a importar alimentos producidos bajo criterios mucho más laxos.

Esta incoherencia no solo pone en peligro la seguridad alimentaria, sino que también socava la confianza de los consumidores europeos, que esperan que los productos disponibles en el mercado cumplan las mismas garantías, independientemente de su origen.

El papel del Partido Popular Europeo y Feijoo
Las críticas se dirigen de forma especialmente contundente contra el Partido Popular Europeo, el grupo mayoritario en el Parlamento Europeo. Según Dömötör, el PPE, bajo el liderazgo de Manfred Weber, se ha convertido en uno de los principales motores políticos del acuerdo con el Mercosur.

Durante votaciones recientes, los eurodiputados de Fidesz votaron en contra de los documentos que allanan el camino para la implementación del acuerdo. En contraste, los representantes del Partido Tisza optaron por no oponerse activamente, mientras que el grupo del PPE aprobó la propuesta sin vacilaciones.

Para los críticos, esta actitud refleja una desconexión profunda entre las élites políticas europeas y la realidad de las zonas rurales. Consideran que el PPE ha priorizado una agenda comercial e ideológica sobre la protección del tejido productivo europeo, alineándose con una visión tecnocrática que minimiza las consecuencias sociales del acuerdo.

Una Comisión Europea acusada de insensibilidad
Las críticas no se limitan al Parlamento. Fidesz y otros miembros del grupo Patriotas sostienen que la Comisión Europea ha mostrado una preocupante falta de sensibilidad ante las pérdidas acumuladas por los agricultores europeos en los últimos años.

Desde esta óptica, el acuerdo UE–Mercosur se percibe como un nuevo golpe a un sector ya castigado, en lugar de una oportunidad de crecimiento equilibrado. “Es demencial”, afirman algunos eurodiputados, al considerar que Bruselas parece dispuesta a sacrificar la producción agrícola europea en nombre de una política comercial que beneficia a grandes intereses económicos y no a las comunidades rurales.

Un debate que trasciende fronteras
El enfrentamiento en torno al acuerdo con el Mercosur no es un episodio aislado, sino parte de un debate más amplio sobre el rumbo de la Unión Europea. En juego están cuestiones fundamentales como la soberanía alimentaria, la coherencia regulatoria, la protección del medio rural y el equilibrio entre comercio internacional y sostenibilidad interna.

Para sus detractores, el acuerdo simboliza un “ocaso” del modelo europeo tradicional, basado en la protección del agricultor, la seguridad alimentaria y la cohesión social. Para sus defensores, representa una apuesta estratégica por la apertura de mercados y el fortalecimiento del papel global de la UE.

Lo que resulta cada vez más evidente es que el consenso político en torno al acuerdo está lejos de ser sólido. La creciente oposición en varios Estados miembros y el malestar del sector agrícola anticipan que el debate continuará intensificándose, poniendo a prueba no solo al Partido Popular Europeo y a la Comisión, sino al propio proyecto político europeo.

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