"Sánchez se fotografía con supuestas víctimas de la DANA que resultan ser miembros de Compromís"

En un nuevo episodio de propaganda política disfrazada de empatía institucional, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha protagonizado en Valencia un encuentro cuidadosamente orquestado con supuestas asociaciones de víctimas de la DANA.

 Lo que en apariencia podría considerarse un gesto de cercanía del líder del Ejecutivo con los damnificados por esta catástrofe natural, es en realidad una maniobra profundamente calculada y revestida de cinismo: dos de los principales portavoces con los que se reunió no son ciudadanos neutrales ni portavoces espontáneos del dolor vecinal, sino militantes y excandidatos de Compromís, partido aliado histórico del sanchismo.

Victimización politizada: una estrategia recurrente
Pedro Sánchez ha convertido el uso del dolor social en herramienta electoral. No es la primera vez que el presidente aprovecha una crisis —climática, sanitaria o económica— para posicionarse como el salvador de los afectados, pero en este caso la teatralidad alcanza un nuevo nivel. La reunión en Valencia ha contado con excepcionales medidas de seguridad, incluyendo un cerco de 100 metros que mantenía alejados a periodistas y ciudadanos comunes. ¿Transparencia? Ninguna. ¿Escucha activa? Solo a los fieles.

A la izquierda de Sánchez se encontraba Mariló Gradolí, presentada como representante de la Asociación de Víctimas de la DANA 29 de octubre de 2024. Lo que no se dijo en la puesta en escena institucional es que Gradolí ha sido asesora de Compromís en la Diputación de Valencia, trabaja en el Ayuntamiento de Catarroja (gobernado por esta coalición), y fue candidata de Compromís en las elecciones municipales de 2023. Su supuesta voz de víctima tiene, en realidad, un marcado acento partidista.

A su lado, Cristian Lesaec, presidente de la Asociación de Damnificados por la DANA de L’Horta Sud, otro rostro vinculado a las listas electorales de Compromís en Alfafar. Él mismo preside una asociación que ya actúa como acusación en el proceso judicial derivado de la DANA. ¿Se trata de buscar justicia climática o de acumular munición política contra el Gobierno autonómico de Carlos Mazón?

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Una puesta en escena dirigida al aplauso fácil
Sánchez no improvisa. Nada en su agenda tiene margen para la espontaneidad. Esta reunión no es la excepción. La supuesta “escucha activa” a los vecinos afectados por la catástrofe climática está cuidadosamente guionizada para promover un relato político en el que el presidente aparece como figura protectora frente a un gobierno autonómico insensible, en este caso liderado por el Partido Popular.

No es casualidad que la asociación de Gradolí tenga como primer objetivo declarado “llevar a Carlos Mazón y a su Gobierno autonómico a los tribunales”. No se trata solo de buscar soluciones a los daños causados por la DANA, sino de capitalizar políticamente la tragedia. Las víctimas reales —que las hay, y muchas— quedan en segundo plano frente al protagonismo de portavoces que han hecho de su militancia un trampolín para disfrazar el activismo como dolor vecinal.

Una democracia en la que el gobierno se escucha a sí mismo
El verdadero escándalo no es que dos militantes de Compromís participen en una reunión institucional —al fin y al cabo, todo ciudadano tiene derecho a organizarse—, sino que el presidente del Gobierno prefiera reunirse exclusivamente con representantes ideológicamente afines, mientras aísla y silencia a voces ciudadanas auténticamente independientes. El mensaje es claro: si no estás en la foto con Pedro Sánchez, tu dolor no cuenta.

Este comportamiento pone en entredicho la legitimidad de los canales de participación ciudadana promovidos desde La Moncloa. Lo que debería ser un ejercicio de escucha plural y democrática se convierte en una burda operación de propaganda institucional, en la que las asociaciones civiles se convierten en escenografía de un relato diseñado para debilitar a los adversarios políticos y fortalecer la imagen del presidente.

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La tragedia como trampolín
Pedro Sánchez ha hecho de la tragedia una plataforma electoral. Su reunión con víctimas seleccionadas al milímetro no es un acto de empatía, sino una escenificación diseñada para reforzar su relato y atacar a la oposición desde el terreno emocional.

El problema no es solo ético —el uso de la desgracia para obtener rédito político—, sino profundamente democrático: si el Gobierno se rodea exclusivamente de los suyos y cierra el círculo de la participación pública a militantes camuflados de víctimas, ¿dónde queda la ciudadanía real?

Mientras tanto, los verdaderos damnificados por la DANA —aquellos que no militan, que no aparecen en listas, que no tienen acceso a las fotos oficiales— siguen esperando que alguien los escuche. Y ese alguien, está claro, no es Pedro Sánchez.

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