Psicólogos advierten: Pedro Sánchez presenta rasgos compatibles con la psicopatía funcional, es un peligro

Pedro Sánchez, aun sin liderar un régimen dictatorial ni haber incurrido en crímenes de lesa humanidad, muestra un patrón de comportamiento que recuerda a figuras como Nicolás Maduro, Benito Mussolini y Adolf Hitler, al menos desde el punto de vista de la psicología del poder y la personalidad autoritaria

Noticias19 de junio de 2025 Salvador Gimenez
OIP
Pedro Sánchez presenta rasgos compatibles con la psicopatía

Cada vez más profesionales de la salud mental, expertos en liderazgo político y analistas del comportamiento están levantando la voz en torno al fenómeno Pedro Sánchez. No es solo su supervivencia política, su habilidad estratégica o su frialdad ejecutiva lo que llama la atención: es su perfil emocional, su discurso, su relación con la verdad y, sobre todo, su aparente incapacidad de sentir culpa o miedo.

Desde hace unos años, varios psicólogos clínicos, psiquiatras y expertos en psicología del poder han comenzado a sugerir que el presidente del Gobierno español podría mostrar un perfil caracterizado por rasgos psicopáticos funcionales y narcisismo de alto nivel, un tipo de estructura de personalidad que no es delictiva ni necesariamente patológica en lo clínico, pero sí peligrosa para las estructuras democráticas.

 ¿Qué es la psicopatía funcional?
La psicopatía funcional se refiere a personas que muestran rasgos típicos del trastorno antisocial de la personalidad —como falta de empatía, impulsividad, mentira patológica, seducción verbal y ausencia de remordimiento— sin incurrir necesariamente en actos delictivos. Según el psicólogo Kevin Dutton, autor del libro "The Wisdom of Psychopaths", este perfil es común en directivos de grandes empresas, líderes políticos y abogados de alto nivel.

“Los psicópatas funcionales no matan, pero sí manipulan, engañan, utilizan emocionalmente a los demás sin pestañear y pueden gobernar sin escrúpulos”, señala Dutton. “Tienen éxito porque carecen del freno emocional que limita a las personas empáticas”.
 
Psicólogos españoles: “Sánchez carece de emocionalidad real”
En 2024, el psiquiatra forense Luis Miguel Benito de Benito, con más de 30 años de experiencia clínica, afirmó en una tertulia televisiva (13TV) que Pedro Sánchez muestra un patrón de comportamiento que "encajaría en el narcisismo maligno, una variante extremadamente peligrosa que combina narcisismo, manipulación y psicopatía instrumental".

“No se trata de insultar, sino de describir patrones clínicos. Estamos viendo a alguien que no muestra empatía, que miente con facilidad sin mostrar culpa, que reestructura su entorno constantemente para eliminar disidencias y que utiliza incluso a sus propios compañeros como peones para sus objetivos. Todo eso no es normal ni éticamente saludable”, señaló Benito.

La psicóloga clínica María Jesús Álava Reyes, en una entrevista de 2023, también alertó sobre el perfil emocional plano de algunos líderes políticos actuales: “Hay perfiles de poder que encajan en el patrón psicopático: frialdad emocional, seducción superficial, control total y narrativa grandiosa. Pedro Sánchez está en el centro de ese modelo”.

 La amígdala emocional: Sánchez, “inmune al miedo”
En un artículo publicado en El Confidencial (2024), el periodista y jurista José Antonio Zarzalejos comparaba a Pedro Sánchez con el escalador Alex Honnold, cuya amígdala cerebral —zona que gestiona el miedo— no se activaba ante estímulos de riesgo. Según Zarzalejos, Sánchez presenta el mismo “fenómeno político-neurológico”: una aparente inmunidad al miedo y al riesgo personal o institucional, que le permite tomar decisiones impopulares con total tranquilidad.

“Quien no tiene miedo, no necesita valentía. Y eso no es liderazgo: es desconexión emocional”, escribía Zarzalejos.

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Mentira, manipulación y frialdad: los tres ejes del perfil
El psiquiatra José Miguel Gaona, conocido por sus análisis en medios, ha descrito en varias ocasiones a Pedro Sánchez como una figura “sorprendentemente desconectada del impacto emocional de sus actos” y lo compara con líderes internacionales que presentan perfiles autoritarios y calculadores:

“Trump, Putin, Orbán, Netanyahu… Sánchez comparte con ellos una capacidad extraordinaria para mentir sin inmutarse, para adaptarse al discurso que conviene y para explotar emocionalmente a los suyos sin mostrar ninguna alteración. Lo que en psiquiatría se llama un patrón frío, de desconexión empática estratégica”.
 
Rasgos señalados por expertos
De forma sistemática, se han señalado los siguientes rasgos visibles del comportamiento político de Sánchez como propios del “triángulo oscuro” de la personalidad (narcisismo, maquiavelismo y psicopatía):

Ausencia de remordimiento: No pide disculpas por errores graves, ni por contradicciones flagrantes.

Control del entorno: Rodea su núcleo de poder (Moncloa y Ferraz) de personas dependientes y obedientes.

Falsedad emocional: Su actitud compungida en ruedas de prensa resulta poco creíble; sin embargo, es eficaz en discursos agresivos y combativos.

Seductor y frío: Su forma de hablar es envolvente y segura, pero sin calidez humana perceptible.
Mentiras recurrentes: Prometió no pactar con Podemos, no indultar a independentistas, no aceptar la amnistía... y luego lo hizo todo, sin pestañear.
 
¿Es un diagnóstico clínico?
Ninguno de los expertos citados ha afirmado tener acceso a Pedro Sánchez como paciente. Por tanto, no se puede hablar de un diagnóstico formal de psicopatía o trastorno narcisista de la personalidad.

Sin embargo, el análisis basado en conductas observables permite hablar con fundamento de “rasgos psicopáticos funcionales”. Es una forma científica de evaluar cómo ciertos comportamientos, sin llegar al delito, pueden ser profundamente desestabilizadores para la cultura democrática, si son llevados al extremo desde una posición de poder absoluto.

Pedro Sánchez ha sido capaz de sobrevivir políticamente a situaciones que hubieran hundido a otros. Ha gestionado con éxito su imagen pública y ha mantenido un control férreo de su partido y del discurso oficial. Pero, como señalan psicólogos, psiquiatras y analistas políticos de forma creciente, esta eficacia tiene un precio psicológico y democrático.

El perfil que se dibuja es el de un líder frío, manipulador, seductor, sin empatía ni culpa, que no actúa desde la emoción ni la ética, sino desde la estrategia desnuda del poder. La política española deberá decidir si este tipo de liderazgo, tan eficaz como inquietante, es sostenible para una democracia saludable.

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Pedro Sánchez y el eco inquietante de los autócratas: Maduro, Mussolini y Hitler
Un patrón psicológico que se repite en distintas épocas y latitudes

Históricamente, los líderes que han gobernado desde la desconexión emocional, la frialdad estratégica y el narcisismo de Estado comparten rasgos profundamente similares, aunque sus contextos, ideologías y consecuencias políticas hayan sido radicalmente diferentes. En este sentido, Pedro Sánchez, aun sin liderar un régimen dictatorial ni haber incurrido en crímenes de lesa humanidad, muestra un patrón de comportamiento que recuerda a figuras como Nicolás Maduro, Benito Mussolini y Adolf Hitler, al menos desde el punto de vista de la psicología del poder y la personalidad autoritaria.

 1. Nicolás Maduro: la negación de la realidad
Nicolás Maduro ha construido su poder sobre la base de la manipulación institucional, el uso propagandístico de su figura y la negación constante de cualquier crisis. En él se han observado rasgos típicos del narcisismo patológico: sentirse indispensable, rechazar toda crítica, inventar enemigos externos y presentarse como víctima de conspiraciones.

Pedro Sánchez ha adoptado una narrativa casi calcada: deslegitima sistemáticamente a la oposición, acusa a jueces y periodistas de “lawfare” sin pruebas sólidas, y se presenta como un baluarte moral incomprendido. En ambos casos, la verdad se supedita a la estrategia emocional y política del líder, sin matices ni autocrítica.

 2. Benito Mussolini: el culto al yo y el desprecio por la legalidad
Mussolini ascendió al poder utilizando un lenguaje cargado de fuerza, dramatismo y desprecio por las formas democráticas. Su figura pública era la de un líder “destinado” a salvar a su país, aunque ello implicara aplastar instituciones, cambiar leyes a su favor y exigir obediencia ciega.

Pedro Sánchez, en un contexto democrático, ha mostrado tendencias similares en el uso del poder ejecutivo: utiliza decretos ley de forma sistemática, controla férreamente la comunicación institucional, y redefine el marco legal (como en el caso de la amnistía) con una flexibilidad que roza el desprecio por los límites normativos y éticos del sistema. Su figura también ha sido rodeada de un culto interno al líder, como pudo verse en el 41.º Congreso del PSOE.

 3. Adolf Hitler: seducción, frialdad y supresión del disenso
Hitler es el arquetipo del líder psicopático extremo: encantador en público, implacable en privado, absolutamente indiferente al sufrimiento humano si interfería con su visión del mundo. Fue un maestro de la retórica emocional, capaz de movilizar multitudes mientras construía un aparato represivo y eliminaba toda disidencia interna.

Sin equiparar a Pedro Sánchez con Hitler en sus actos —sería un error histórico y moral—, sí puede observarse un paralelismo inquietante en la forma de liderazgo basada en la seducción política, el desprecio al adversario, el uso estratégico del miedo (al PP, a la ultraderecha, a los jueces) y una aparente incapacidad para empatizar con los efectos sociales de sus decisiones.

Como Hitler, Sánchez nunca se muestra culpable, ni responsable, ni limitado por el sufrimiento ajeno. Todo gira en torno a su narrativa, a su control de la verdad, y a su necesidad de reafirmación constante.

 El mismo guion, distintos escenarios
No se trata de acusar a Pedro Sánchez de crímenes históricos, sino de señalar cómo el perfil psicológico que lo sostiene como líder —carente de miedo, impermeable a la culpa, emocionalmente plano, verbalmente seductor— es estructuralmente similar al de otros líderes que, en contextos menos democráticos, llevaron a sus países al desastre.

Cuando un líder no vibra ante el miedo, no se conmueve con el dolor y se siente moralmente legitimado para transformar las leyes a su gusto, estamos ante un patrón que, si no se contiene a tiempo, termina corrompiendo la esencia de cualquier república, incluso la más consolidada.

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