El ocaso de Europa y España: la islamización avanza imparable
Uno de los factores clave que llevará a la islamización de Europa antes de 2050 es la brutal diferencia en la tasa de natalidad. No es casualidad que ya existan partidos islámicos en países europeos
La decadencia de Europa Occidental es un hecho innegable. Mientras la élite globalista y la extrema izquierda avanzan en su agenda de desmantelamiento de la identidad nacional y cultural, la islamización de Europa y, en particular, de España, se acelera de forma imparable.
La combinación de inmigración masiva, baja natalidad de los europeos nativos y la imposición de ideologías izquierdistas que desprecian nuestras tradiciones, valores y raíces están llevando a una transformación radical de nuestra civilización.
El globalismo y la extrema izquierda han conseguido infiltrarse en todas las instituciones occidentales con un objetivo claro: socavar y subvertir las naciones soberanas de Europa.
Esta estrategia no depende de quién esté en el poder en cada momento, ya que los mecanismos que han creado continúan operando en las sombras, impulsando una narrativa de odio hacia la identidad europea mientras ensalzan cualquier cultura extranjera que pueda reemplazarla.
El discurso predominante sostiene que todas las civilizaciones ajenas a Occidente son intrínsecamente buenas, mientras que Europa debe ser castigada por su pasado.
En este esquema, los europeos son etiquetados como «opresores», mientras que los inmigrantes, especialmente los musulmanes, son presentados como «oprimidos». Esta visión calcada de la lucha de clases del marxismo-leninismo, ahora transformada en una «lucha cultural», es el fundamento ideológico de la agenda neomarxista que destruye desde dentro nuestras sociedades.
Uno de los factores clave que llevará a la islamización de Europa antes de 2050 es la brutal diferencia en la tasa de natalidad. Mientras los europeos tienen cada vez menos hijos debido a una combinación de crisis económica, ataques a la familia natural y la imposición de modelos de vida individualistas y hedonistas, la población musulmana en Europa crece a un ritmo acelerado.
En pocos años, en países como España, Francia, Bélgica o Alemania, los jóvenes nativos serán minoría en sus propios territorios.
Este cambio demográfico se ve agravado por el fenómeno del «voto en bloque». A medida que la población musulmana crece, también lo hace su peso político. No es casualidad que ya existan partidos islámicos en países europeos, y que en algunos municipios franceses se impongan normas que favorecen la ley islámica por encima de las leyes seculares del país. En España, con un gobierno cómplice del globalismo y del multiculturalismo a ultranza, este fenómeno se acentúa aún más.
El establishment político y mediático sigue vendiendo la idea de que el Islam es una religión perseguida en Occidente. Sin embargo, la historia demuestra lo contrario. El Islam no es simplemente una religión, sino una ideología política expansionista con 1.400 años de conquistas y sometimiento de otras culturas.
La historia de España está marcada por siglos de resistencia contra la dominación y la barbarie islámica. Y, sin embargo, hoy en día, nuestras autoridades aplauden la proliferación de mezquitas financiadas por países como Arabia Saudí, Qatar o Marruecos, mientras persiguen cualquier manifestación de la fe católica en el ámbito público. A los europeos se les exige adaptarse, renunciar a sus costumbres y aceptar que el futuro pertenece a otros.
Pocos políticos o periodistas se atreven a hablar de esta realidad. En países como Reino Unido, Francia o Alemania, quienes se atreven a advertir sobre la islamización son acusados de «discurso de odio» y, en muchos casos, encarcelados. En España, los medios de comunicación, casi en su totalidad plegados al discurso izquierdista-globalista, evitan a toda costa cualquier debate sobre este tema.
El resultado de esta censura es una sociedad anestesiada, que no es consciente de la magnitud de la amenaza. Mientras tanto, las elites políticas y económicas que impulsan esta agenda se aseguran de vivir en barrios cerrados y protegidos, lejos de la realidad que imponen a la población.
Estamos ante una crisis existencial de proporciones históricas. Si no se revierte esta situación, en unas pocas décadas Europa habrá dejado de existir tal como la conocemos. No es solo un cambio demográfico, sino una transformación irreversible de nuestra identidad, nuestra cultura y nuestra libertad.
El tiempo se agota. Y, sin embargo, la mayoría de los ciudadanos aún cree que bastará con votar cada cuatro años para frenar este proceso. Pero la realidad es que el cambio demográfico es imparable si no se toman medidas drásticas desde ahora mismo.
Europa y España están en la cuerda floja. Quienes nos han llevado a esta situación no sufrirán sus consecuencias; seremos los ciudadanos comunes quienes pagaremos el precio. Es hora de abrir los ojos y actuar antes de que el destino de nuestro continente quede sellado para siempre.
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