El Congreso de España aprobó una proposición del PSOE, para regular el uso de la palabra cáncer
El grupo socialista impulsa una proposición no de ley para “fomentar un uso responsable” de la palabra cáncer y desterrar metáforas bélicas como “batalla” o “lucha”. La iniciativa ha sido recibida con perplejidad entre quienes consideran que el Congreso tiene asuntos más urgentes que regular el lenguaje
Una PNL sobre las palabras, no sobre los problemas
El Congreso de los Diputados aprobó recientemente una proposición no de ley (PNL) impulsada por el PSOE con un objetivo insólito: regular el uso del término cáncer en el lenguaje público y mediático. El texto, que no tiene carácter vinculante, llama a “emplear la palabra cáncer de forma responsable”, evitando metáforas bélicas como “batalla”, “lucha”, “ganar” o “perder”, y desterrando expresiones consideradas “culpabilizadoras”, como “no lo superó” o “no fue lo bastante fuerte”.
Según el PSOE, estas metáforas “alimentan visiones erróneas o estigmatizantes” sobre la enfermedad y pueden dañar psicológicamente a quienes la padecen. Además, el grupo socialista cuestiona la cuarta acepción de cáncer en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) —“proliferación en el seno de un grupo social de situaciones o hechos destructivos”—, alegando que su uso como metáfora (“la droga es el cáncer de nuestra sociedad”) resulta “inaceptable” por asociar el término con lo corrupto o lo maligno.
Un debate simbólico en tiempos de crisis reales
La iniciativa ha generado un intenso debate, no tanto por su fondo —la sensibilidad hacia los pacientes con cáncer—, sino por su forma y oportunidad. En un momento en que España enfrenta problemas de enorme calado —crisis de vivienda, precariedad laboral, listas de espera sanitarias, inflación y déficit educativo—, la propuesta del PSOE ha sido percibida por muchos ciudadanos como un gesto simbólico vacío, un intento de distraer la atención con debates lingüísticos mientras las soluciones concretas siguen sin llegar.
Varios analistas y políticos de la oposición lo han definido como un nuevo ejemplo de “política performativa”: medidas sin efecto práctico que buscan titulares y aparentar sensibilidad social, pero que no resuelven nada. Regular el lenguaje, dicen, no mejora la atención oncológica ni reduce los tiempos de diagnóstico. Tampoco aumenta la inversión en investigación, ni mejora las condiciones laborales de los profesionales sanitarios.
La trampa del lenguaje inclusivo y las políticas simbólicas
El PSOE defiende la medida como un paso más en la “humanización del discurso público”, una línea que conecta con otras iniciativas lingüísticas recientes —desde el impulso del lenguaje inclusivo hasta las campañas contra expresiones “machistas” o “discriminatorias” en la vida cotidiana—. Sin embargo, esta tendencia ha despertado una creciente fatiga social: muchos perciben que el Gobierno y su partido han convertido el lenguaje en una prioridad política, mientras los problemas reales de los ciudadanos se cronifican.
El lenguaje es importante, sí. Pero el Congreso no es una academia de filología ni un laboratorio semántico. La función del poder legislativo debería centrarse en políticas que transformen la realidad material, no en regular la semántica de las emociones. La empatía no se legisla.
El riesgo de censurar la metáfora
El intento de desterrar el uso metafórico de la palabra cáncer también ha despertado críticas desde el ámbito académico y cultural. La metáfora, recuerdan los lingüistas, es una herramienta esencial del pensamiento humano, una forma de comprender el mundo a través de imágenes. Expresiones como “el cáncer de la corrupción” o “el cáncer del odio” no buscan trivializar la enfermedad, sino señalar su carácter invasivo o destructivo.
Pretender eliminar estas figuras del lenguaje equivale a empobrecer el discurso público, a someterlo a una corrección moral permanente. La empatía no debería confundirse con censura. La solución no pasa por prohibir palabras, sino por educar en el respeto y la comprensión.
Una clase política desconectada
La PNL del PSOE simboliza, en definitiva, una tendencia preocupante: la desconexión entre la clase política y la realidad cotidiana de los ciudadanos. Mientras millones de españoles esperan soluciones a problemas urgentes —salarios estancados, alquileres inasumibles, falta de médicos o el colapso de la educación pública—, el Congreso dedica tiempo y recursos a debatir sobre cómo deben usarse ciertas palabras.
Resulta paradójico que un partido que gobierna desde hace años, con poder ejecutivo y legislativo, prefiera regular el lenguaje antes que garantizar un sistema sanitario que diagnostique a tiempo y trate con eficacia el cáncer. La empatía real se demuestra con inversión, no con discursos semánticamente correctos.
Política de gestos, no de hechos
El intento de regular el uso de la palabra cáncer es un síntoma más de una política que ha perdido el contacto con la realidad. Una política más preocupada por la forma que por el fondo, por el relato que por los resultados.
Los pacientes de cáncer necesitan recursos, investigación, atención psicológica y acompañamiento, no un decreto sobre cómo deben ser nombrados. Mientras tanto, el PSOE parece seguir convencido de que cambiar las palabras basta para cambiar el mundo.
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