Pedro Sánchez y la subversión ideológica que está destruyendo España
Los gobiernos socialistas, y especialmente los de Zapatero y el de Pedro Sánchez, han manipulado la educación para sustituir la historia nacional por una narrativa victimista, sectaria y antiespañola
Yuri Aleksandrovich Bezmenov (1939-1993), también conocido como Tomas David Schuman, fue un periodista soviético y agente de la KGB especializado en propaganda y subversión ideológica.
El exagente soviético, conocido por sus revelaciones sobre las tácticas de la KGB, explicó que las naciones libres no caen por invasiones, sino por subversión ideológica. Según él, el enemigo más eficaz no ataca con armas, sino con ideas envenenadas que destruyen desde dentro la moral, la cultura y la verdad.
Bezmenov describió un proceso planificado para aniquilar sociedades occidentales mediante cuatro fases: desmoralización, desestabilización, crisis y normalización. Hoy, España se encuentra atrapada en las dos últimas, bajo la presidencia de Pedro Sánchez, cuya política ha convertido la mentira, la división y la manipulación en los pilares del poder.
La subversión que está realizando Pedro Sánchez define con precisión la deriva de nuestro país: un proyecto político que ha hecho de la ingeniería social su herramienta para descomponer los fundamentos de la nación española. Veámoslo más detenidamente.
Desmoralización: destruir el alma de España
La primera etapa, la desmoralización, requiere entre 15 y 20 años, según Bezmenov, el tiempo suficiente para educar a una generación en el relativismo moral y en el desprecio por la verdad. España lleva más de tres décadas inmersa en ese proceso.
Los gobiernos socialistas, y especialmente los de Zapatero y el de Pedro Sánchez, han manipulado la educación para sustituir la historia nacional por una narrativa victimista, sectaria y antiespañola. Se inculca a los jóvenes que amar a España es retrógrado, que la familia tradicional es opresiva y que la fe cristiana debe ser marginada.
Las aulas, antaño templos del saber, se han transformado en centros de adoctrinamiento ideológico. El relativismo ha reemplazado a la razón; la moral objetiva fue sustituida por la corrección política. Se criminaliza la autoridad paterna y se glorifica la “autonomía” infantil, creando generaciones sin raíces ni referentes.
La subversión ideológica también se infiltra en los medios de comunicación. La propaganda sustituye la información, los debates libres desaparecen y el pensamiento disidente se censura. Así, Pedro Sánchez y su aparato mediático logran fabricar una percepción distorsionada de la realidad, en la que el ciudadano acepta sin resistencia su sometimiento.
La subversión ideológica de Pedro Sánchez refleja el resultado de este proceso: un país confundido, culpabilizado y dividido, donde se desprecia la tradición y se premia la obediencia al pensamiento único. En palabras de Yuri Bezmenov este proceso se caracteriza por ocho puntos:
El objetivo es desmoralizar a una sociedad socavando sus fundamentos morales, educativos y culturales, haciendo que las personas sean incapaces de reconocer o defenderse de las amenazas.
La desmoralización requiere de 15 a 20 años, el tiempo necesario para educar a una generación con ideas subversivas.
Los sistemas educativos a todos los niveles son objetivos clave, convirtiendo las escuelas en centros de adoctrinamiento que promueven el relativismo por encima de los hechos y el pensamiento crítico.
La infiltración de los medios de comunicación siembra confusión al amplificar narrativas divisivas y desacreditar la verdad objetiva.
Se ataca la religión presentándola como anticuada u opresiva, erosionando los pilares espirituales y sustituyéndolos por la lealtad al Estado o el nihilismo.
Las estructuras familiares se debilitan mediante la promoción del individualismo, el divorcio y los estilos de vida alternativos que fragmentan la cohesión social.
El relativismo moral desdibuja la distinción entre el bien y el mal, lo que conduce a la apatía y a la incapacidad de unirse contra los verdaderos enemigos de una sociedad.
La historia se reescribe para vilipendiar a los héroes y tradiciones nacionales, fomentando la inseguridad y la culpa en la población.
Desestabilización: sembrar el caos para dominar
La segunda fase, la desestabilización, tiene como objetivo el colapso interno. Dura entre dos y cinco años, y afecta a tres pilares fundamentales: la economía, la política exterior y la defensa nacional.
Pedro Sánchez ha aplicado esta estrategia con precisión. En el terreno económico, sus políticas socialistas destruyen la clase media y fomentan la dependencia del Estado. La inflación, los impuestos desorbitados y la deuda pública descontrolada ahogan al trabajador mientras los fondos europeos se reparten entre clientelas ideológicas y chiringuitos de género.
En la política exterior, España ha perdido peso internacional. Sánchez ha humillado a la nación ante Marruecos, ha permitido la traición al Sáhara y ha roto la sintonía con nuestros aliados naturales. Su política errática convierte a España en un peón del globalismo, dependiente de Bruselas y sumisa ante los intereses extranjeros.
En defensa, el deterioro es evidente. Se reducen presupuestos estratégicos, se desprecia a las Fuerzas Armadas y se impone un discurso antimilitarista que debilita la seguridad nacional.
La subversión ideológica no busca el bienestar, sino el caos. La división social es su principal herramienta: mujeres contra hombres, campo contra ciudad, jóvenes contra mayores, ricos contra pobres. Sánchez alimenta estas fracturas porque una nación dividida resulta más fácil de gobernar.
El exagente Yuri Bezmenov lo advirtió y resumió así:
Tras la desmoralización, la desestabilización dura entre 2 y 5 años, y tiene como objetivo la economía, las relaciones exteriores y la defensa para crear caos interno.
El sabotaje económico profundiza las divisiones de clase, reduce la clase media y genera resentimiento a través de la inflación, la escasez o la desigualdad.
La política exterior se manipula para aislar a la nación, tensando las alianzas y envalentonando a los adversarios.
La preparación para la defensa se erosiona debido a los recortes presupuestarios, las divisiones internas o la propaganda antimilitarista.
Crisis: el pueblo entrega su libertad
La tercera fase, la crisis, llega cuando el caos creado alcanza el punto de ruptura. El pueblo, agotado por la inseguridad, acepta soluciones autoritarias con tal de recuperar una falsa estabilidad.
España vive hoy esa fase. La censura, la persecución de la disidencia y la manipulación mediática avanzan con paso firme. Bajo el pretexto de la “convivencia”, se recortan derechos y se sofocan las voces críticas. Quien cuestiona la ideología oficial es etiquetado como “ultraderechista” o “negacionista”.
La subversión ideológica de Pedro Sánchez alcanza su máxima expresión cuando el poder utiliza el miedo para justificar su control. Durante la pandemia, se impusieron restricciones sin base científica y se gobernó por decreto, mientras los medios callaban. Fue un ensayo general de la obediencia social.
Hoy, Sánchez intenta consolidar su poder mediante la manipulación judicial, el control del Congreso y el sometimiento de las instituciones. Su objetivo es claro: perpetuarse en el poder y neutralizar a cualquier oposición que defienda la libertad y la verdad.
Yuri Bezmenov lo explica así:
La etapa de crisis estalla en violencia o convulsión, donde una sociedad desmoralizada y desestabilizada exige soluciones radicales.
Durante la crisis, las personas renuncian voluntariamente a sus libertades a cambio de la seguridad prometida, allanando el camino para el control autoritario.
Normalización: la nueva tiranía disfrazada de progreso
La cuarta fase, la normalización, representa el triunfo de la subversión. Es el momento en que la población acepta como “normal” lo que antes habría considerado inaceptable. La censura se disfraza de tolerancia; la manipulación, de pluralismo; y la tiranía, de democracia.
En España, Pedro Sánchez ha logrado que muchos ciudadanos asuman sin resistencia la pérdida de libertades. Las leyes ideológicas —de memoria, de género o de “odio”— actúan como mordazas legales. Los medios estatales repiten la propaganda oficial, mientras los jueces independientes y periodistas libres son atacados o señalados.
La “nueva normalidad” ya no es sanitaria, sino política. La obediencia se premia; la rebeldía, se castiga. Y todo ello en nombre del “progreso” y la «democracia». Tal como predijo Yuri Bezmenov, cuando la subversión ideológica alcanza este punto, ni siquiera la exposición de la verdad basta para revertirla: el pueblo ha sido reeducado para rechazarla. Lo explica así:
La normalización es la fase final, donde los cambios subversivos se convierten en la “nueva normalidad”, institucionalizados e irreversibles.
En la etapa de normalización , la oposición es silenciada mediante la censura, la marginación o la eliminación .
El proceso se basa en “ idiotas útiles ”: intelectuales, élites, activistas y líderes occidentales bienintencionados que, sin saberlo*, impulsan el suicidio de la sociedad.
Una vez que la subversión tiene éxito, ni siquiera la exposición de la verdad podrá revertirla, ya que la población rechaza los hechos que contradicen su visión del mundo reprogramada.
¿España aún puede resistir?
Sin embargo, la historia no está escrita del todo. España puede detener este proceso si despierta su conciencia nacional. La subversión ideológica puede ser derrotada mediante la restauración de los valores eternos: la familia, la fe, la patria y la libertad.
Es necesario recuperar el pensamiento crítico, rescatar la educación del adoctrinamiento y devolver a la verdad su lugar en el debate público. La resistencia comienza en cada hogar, en cada escuela, en cada ciudadano que se niegue a repetir el discurso del poder.
Pedro Sánchez ha querido convertir a España en un laboratorio ideológico del globalismo. Pero los pueblos con memoria no se rinden. España tiene raíces profundas y un legado moral que ningún gobierno podrá borrar si su gente se mantiene firme.
Como advirtió Yuri Bezmenov, cuando la sociedad se libera de la manipulación y vuelve a la verdad, el proyecto totalitario se derrumba. Esa debe ser la misión de nuestro tiempo: reconstruir España desde sus fundamentos espirituales y morales, para que nunca más la subversión ideológica vuelva a tener éxito.
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