Acerca del 20-O

Nos hemos congregado una vez más decenas de miles de españoles, esta vez en la plaza de Castilla, como hicimos el 21 de enero del año pasado y el 9 de marzo de este año en Cibeles, para alzar la voz de la sociedad civil, vertebrada en el centenar de entidades que respaldan la convocatoria de hoy, frente al proceso de acelerada descomposición al que este Gobierno infame que padecemos somete a la Nación.

Golpistas indultados y a continuación amnistiados, pisoteando la Constitución y el Estado de Derecho, poniendo a España a los pies de aquellos que pugnan por liquidarla, colonización del Tribunal Constitucional, de la Fiscalía General, del Banco de España, de RTVE, del CIS, de las empresas públicas, de los órganos reguladores y de los medios que se amedrentan o se venden por las lentejas de la publicidad institucional y las subvenciones, y todo ello triturando la separación de poderes y confundiendo lascivamente el Estado con el partido que se aferra a La Moncloa.
 
Y por si todo eso no bastara, ahora asistimos a la guinda de ese pastel hediondo, la concesión del tercer grado penitenciario, retorciendo obscenamente la ley, a los asesinos de Miguel Ángel Blanco, de Fernando Múgica y de Gregorio Ordóñez, escupiendo a la cara de sus viudas, de sus hijos, de sus hermanos, de sus nietos y de todos los que estamos aquí esta mañana. No es que Pedro Sánchez no tenga vergüenza, que no sabe lo que es, es que no tiene alma ni conciencia.

Y qué decir de la tropelía inaudita que se está cocinado para regalar a los separatistas una financiación “singular” para Cataluña, otra puñalada en las entrañas de nuestra Norma Suprema, que al arrebatar a la caja común nada menos que la quinta parte de la riqueza nacional dejaría a la Hacienda estatal en precario e incapaz de atender al principio constitucional de solidaridad entre ciudadanos y territorios.

Para seguir en su poltrona, Pedro Sánchez traiciona a sus compatriotas, los deja en la estacada, los condena a peores servicios públicos, a todos aquellos, a todos nosotros, a los que prometió solemnemente con su mano sobre nuestra Ley de leyes, servir, proteger y defender. En otros tiempos la fórmula al tomar posesión del cargo rezaba “si lo cumples, que Dios te lo premie, y si no, te lo demande”.

Pues bien, yo creo que en esta hora amarga de nuestra historia el Altísimo está tan desbordado por lo que sucede en España que, si quisiese exigir a Sánchez el cumplimiento de sus compromisos olvidados, a pesar de su omnisciencia, no sabría por dónde empezar. Eso sí, se supone que, para compensar sus incontables maldades, Pedro ha visitado la semana pasada al Papa. La audiencia duró treinta y cinco minutos. Lo que le faltaba a Francisco, cuya salud no anda muy boyante, media hora respirando emanaciones de dióxido de azufre.

Se nos acusa de exagerados, de catastrofistas, de jeremíacos, pero todo lo que venimos advirtiendo desde hace por lo menos dos décadas para nuestra desgracia va sucediendo inexorablemente. Si hubiéramos sido escuchados, muchas de las desgracias que nos afligen hubieran podido ser atajadas, pero los oídos que hubieran debido estar atentos se mantuvieron sordos y, lo que es peor, todavía siguen cerrados.

Cuando creíamos haber tocado fondo tras cada barbaridad perpetrada, una todavía más terrible nos sorprendía. Cuando pensábamos que no era posible caer más bajo, cometer ignominias de mayor calado, hundirnos en una abyección aún más profunda, pecamos de optimismo. Lo peor aún estaba por llegar. Os diré más, si no reaccionamos de verdad, lo peor aún está por llegar.

España no se rompe, nos dicen con mofa condescendiente. Tienen razón. No se rompe porque ya la han roto. La ha quebrado la reapertura de viejas heridas ya cicatrizadas para enconar a unos españoles contra otros y de esa división obtener innobles réditos políticos, el revanchismo desatado dando lanzadas a dictador muerto mientras se hacen turbios negocios con tiranos vivos en oscuras madrugadas aeroportuarias, las amenazas a los jueces fieles a su deber.

El coro servil de creadores de opinión lamedores de las botas del aspirante a autócrata, la degradación de nuestro sistema institucional, las ofensas a la Corona, la genuflexión ante el Comendador de los Creyentes con nuestra bandera boca abajo, la destrucción de las vidas de tantos adolescentes sin que una asistencia médica o sus familias pudieran ayudarles, la suelta de violadores por docenas, los atropellos al derecho de propiedad, las sucesivas vueltas de tuerca a nuestro esfuerzo fiscal, el más alto de Europa, el incumplimiento reiterado de sentencias firmes sobre el uso de la lengua común en la enseñanza, el tráfico de influencias descarado en los despachos de La Moncloa.

El tratamiento del rector de la primera Universidad del país como si fuera un lacayo de una sultana y, lo que es el colmo, que el rector se pliegue, el enriquecimiento ilícito mientras miles de españoles morían durante la pandemia, el abuso del decreto-ley, la jactancia de gobernar ignorando al Parlamento, el confinamiento ilegal de la población sin que este atropello haya tenido la menor consecuencia, la elaboración de la ley de seguridad ciudadana de la mano de los herederos de una organización criminal, y tantas y tantas agresiones al ordenamiento fundamental, a las leyes, a la decencia, a la cohesión nacional, tantas bajezas repulsivas, mentiras impunes y felonías reiteradas que producen arcadas en cualquier estómago mínimamente sensible.

Por eso, amigos míos, ciudadanos todavía libres y patriotas, hemos de afirmar sin vacilaciones ni complejos: hasta aquí hemos llegado. No aguantamos ya ni un ataque más contra nuestra unidad, ni una ofensa más a nuestra dignidad, ni una vulneración más de la ley ni un zarpazo más a nuestra libertad.

Y ahora hablaré para la patulea que se autodenomina progresista y espero que me escuchen con esmero. Abrid bien los oídos porque me dirijo a vosotros, socialistas españoles tragalotodo, narcosocialistas bolivarianos, comunistas recalentados de ambos hemisferios, secesionistas voraces y tarados morales justificadores del derramamiento de sangre inocente:

Aquellos que creéis que a los españoles nos podéis engañar con falacias arteras urdidas por astutos mercenarios expertos en comunicación porque nos tenéis por cortos de luces, que nos podéis acallar comprándonos con dádivas que pagamos nosotros mismos con impuestos confiscatorios y una deuda pública gigantesca y creciente, que podéis conseguir nuestra adhesión acrítica destrozando el sistema educativo para que seamos borregos sin criterio, que nos podéis arrastrar a votaros excitando lo peor que llevamos dentro, la pereza, la envidia, el autodesprecio y el rencor, que podéis ahogar en nosotros lo mejor de nuestro espíritu, el esfuerzo, el trabajo, la responsabilidad, la autoestima, el reconocimiento del mérito, la búsqueda de la excelencia y el patriotismo, sabed, y así lo proclamamos hoy aquí, que estáis equivocados.

La directora de Comunicación de Bolaños y la socialista Angélica Rubio, entre los comisarios al frente de la nueva RTVE

España todavía respira, alberga todavía grandes y sanas reservas de energía positiva como demuestra esta plaza rebosante. A España la habéis resquebrajado, la habéis herido, la mantenéis medio doblada, pero todavía no la habéis matado como es vuestro siniestro designio.

Siento desazonaros, pero os informo de que España volverá a su ser, recuperará el norte, saldrá del hoyo en el que la habéis hundido y conocerá días mejores, alcanzará el éxito y surgirá de esta etapa sombría que se ha venido a llamar sanchismo con fuerzas renovadas que le devolverán la seguridad, la estabilidad, la prosperidad y, tal como expresa el lema de esta jornada gloriosa, la unidad, la dignidad, el cumplimiento de la ley y la libertad,

Todos los que estamos reunidos en esta emblemática plaza esta mañana no descansaremos hasta lograr este luminoso objetivo y con nosotros millones de españoles que lo comparten sin reservas, Y creedme, y sujetaos bien el pañuelo palestino, pese a vosotros y pese a quién pese, lo conseguiremos.

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