El terrorista Arnaldo Otegui llama a construir una república vasca: De los tiros en la nuca al chantaje a Pedro Sánchez

De los tiros en la nuca al chantaje parlamentario: Otegi, un terrorista sin arrepentimiento, es quien hoy dirige el destino de una nación. No necesita ya explosivos ni pistolas: le basta con presionar a Pedro Sánchez, que ha entregado la gobernabilidad de España

Noticias22 de abril de 2025 Salvador Gimenez
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Arnaldo Otegi

En una democracia sólida, los verdugos no se sientan en los escaños. En una nación con memoria, los asesinos no reciben homenajes. Pero en España, en 2025, Arnaldo Otegi —exmiembro de la banda terrorista ETA y actual líder de EH Bildu— no solo vive de los impuestos de los ciudadanos, sino que utiliza su plataforma política para glorificar a quienes ensangrentaron la historia reciente del país.

Lo que ocurrió este Aberri Eguna en Pamplona no fue una celebración de libertad, sino una profanación de la memoria de las víctimas.

Desde el estrado, Otegi volvió a cruzar una línea que jamás debió haberse permitido: llamó a construir una «república vasca» y ensalzó públicamente a etarras ejecutados como Jon Paredes ‘Txiki’ y Ángel Otaegi, a quienes definió como «mártires» que «sacrificaron sus vidas por este país». ¿Qué clase de democracia tolera que se hable así de los asesinos?

 El verdugo sin arrepentimiento
Arnaldo Otegi no es un político cualquiera. Es un hombre con un historial delictivo probado: condenado por el secuestro del empresario Luis Abaitua, y señalado por antiguos compañeros de ETA en múltiples actos de violencia, incluidos asesinatos. Su trayectoria no es la de un activista transformado, sino la de un terrorista nunca arrepentido, reciclado en político por la indulgencia de un sistema que ha confundido la paz con la amnesia.

Jamás ha condenado los crímenes de ETA de forma explícita. No ha pedido perdón. No ha mostrado el más mínimo gesto de compasión hacia las víctimas. Y aun así, ocupa un lugar en las instituciones que deberían proteger la democracia que él combatió con las armas.

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 EH Bildu: el disfraz institucional del terrorismo
EH Bildu es la heredera ideológica de Herri Batasuna, el brazo político de ETA. Aunque la banda terrorista anunció el cese de su actividad armada en 2011, el discurso de Otegi y su partido sigue plagado de justificaciones, homenajes encubiertos y una narrativa que trata de convertir a los asesinos en héroes de una causa supuestamente legítima.

En 2025, el Observatorio de Radicalización de Covite ha documentado más de 340 actos de apoyo a ETA, muchos impulsados por Sortu, núcleo de EH Bildu. Pintadas, manifestaciones, pasacalles y ofrendas en fiestas populares. No son hechos aislados, son una estrategia: mantener viva la llama de ETA desde las instituciones, barnizando de romanticismo revolucionario una historia escrita con sangre.

 Pedro Sánchez: el gran facilitador del chantaje separatista
Nada de esto sería posible sin la complicidad —cuando no colaboración activa— del Gobierno de Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno ha hecho del chantaje separatista la base de su supervivencia política. Su pacto con EH Bildu, como con los independentistas catalanes, no es un accidente ni una excepción: es una estrategia deliberada para seguir en el poder a cualquier precio.

De los tiros en la nuca al chantaje parlamentario: Otegi, un terrorista sin arrepentimiento, es quien hoy dirige el destino de una nación. No necesita ya explosivos ni pistolas: le basta con presionar a Pedro Sánchez, que ha entregado la gobernabilidad de España a quien jamás ha dejado de justificar la violencia.

Y lo más grave: ahora se plantea si los presos etarras deben seguir en prisión o salir libres, como si los delitos de sangre —el asesinato premeditado de inocentes— fueran perdonables por conveniencia política. Mientras se negocia la liberación de terroristas y se normaliza su presencia en las instituciones, las víctimas son arrinconadas por el propio Gobierno que debería protegerlas. Pedro Sánchez no solo ha pactado con los herederos de ETA, ha sacrificado la dignidad de los asesinados a cambio de votos.

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 ¿Puede perdonarse el asesinato?
El verdadero debate moral de este tiempo no es si ETA ha desaparecido, sino si España va a permitir que se borren sus crímenes. ¿Pueden salir libres quienes asesinaron con un tiro en la nuca? ¿Puede blanquearse a los verdugos con un discurso de reconciliación forzada, mientras las víctimas siguen llorando a sus muertos? ¿Puede el Estado tolerar que quienes lo atacaron lo gobiernen?

Los delitos de sangre no prescriben ni pueden ser moneda de cambio político. Cada excarcelación de un etarra sin arrepentimiento es una bofetada a la justicia. Cada cesión penitenciaria a los chantajes nacionalistas es un paso más hacia la impunidad. El olvido nunca puede ser la base de la paz. Y el perdón, cuando llega, debe ser fruto del arrepentimiento y la justicia, no del cálculo electoral.

Una nación humillada
Cada vez que Otegi abre la boca para honrar a etarras, insulta a las víctimas. Cada euro que su formación recibe del erario es una bofetada a los familiares que aún lloran a sus muertos. Cada pacto, cada gesto de blanqueo, es una humillación a la democracia.

No hay convivencia posible sobre la mentira. No hay paz duradera si se construye desde el olvido. Y no hay perdón sin verdad ni justicia. Lo que Otegi propone no es reconciliación, sino revancha. Lo que EH Bildu defiende no es la pluralidad, sino la imposición de una memoria tergiversada, donde los asesinos son patriotas y las víctimas, obstáculos incómodos.

 España debe reaccionar
Es hora de decir basta. Basta de equidistancia, basta de complicidad, basta de blanqueos. EH Bildu no puede seguir actuando como un partido democrático mientras reivindica a quienes destruyeron vidas y sembraron el terror. Las instituciones deben dejar de financiar con dinero público a quienes ensalzan el crimen. Y la sociedad española, especialmente sus líderes, debe recuperar la dignidad moral que exige cerrar las puertas de la política a los que nunca condenaron el asesinato como herramienta.

Porque permitir que Otegi rinda homenaje a terroristas es rendirse. Pero que Pedro Sánchez se lo facilite desde la presidencia del Gobierno, es traicionar deliberadamente a las víctimas y a toda España.

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Un final indignante: narcisismo, psicopatía y destrucción nacional
Lo que está ocurriendo en España no es fruto de una mera estrategia política equivocada: es el resultado directo de una personalidad entregada al narcisismo y al cálculo frío. Pedro Sánchez, movido por un ego desbordado y una ambición sin escrúpulos, ha sido capaz de destruir los pilares democráticos, humillar a las víctimas del terrorismo y ceder ante todos los chantajes separatistas con tal de mantenerse en el poder.

Su falta de empatía, su desprecio absoluto por la memoria, por la justicia y por la verdad, son rasgos propios de una mente política que se acerca más a la psicopatía que a la responsabilidad de un estadista. En su obsesión por permanecer en La Moncloa, ha legitimado a los herederos de los asesinos, ha entregado la nación a quienes la quieren romper y ha traicionado a los suyos sin pestañear.

España no solo sufre una crisis institucional: sufre una enfermedad moral provocada por el narcisismo de un presidente dispuesto a todo, incluso a destruir su país, para seguir mirándose en el espejo del poder. La historia le juzgará. Y lo hará con dureza.

¿Dónde queda hoy la memoria de esas víctimas? ¿Qué dirían Enrique Casas, Fernando Buesa o Ernest Lluch, asesinados por ETA por ser socialistas leales al Estado español, al ver que su propio partido pacta con los herederos políticos de sus verdugos?

Pedro Sánchez no solo ha pisoteado la memoria de los suyos: la ha vendido. Ha entregado los principios de aquellos que murieron con dignidad a cambio de votos para seguir en el poder. Pactar con EH Bildu, blanquear a Otegi, legitimar un partido que aún ensalza a asesinos, es traicionar a todos los socialistas que dieron su vida por la convivencia, la libertad y la unidad de España.

No es solo una cuestión de ideología: es una cuestión de humanidad. Mientras los socialistas vascos eran perseguidos, amenazados y asesinados por defender el proyecto común español, Sánchez hoy entrega el futuro de España a quienes justifican esa violencia. No hay mayor humillación, ni mayor cobardía política.

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