Los chiringuitos globalistas Greenpeace y Ecologistas en Acción aprovechan el apagón para promover las ciudades de 15 minutos y el fin del coche

Las llamadas ciudades de 15 minutos. Un modelo que no es sino una herramienta de control social, disfrazada de ecologismo

Nacional06 de mayo de 2025Impacto España NoticiasImpacto España Noticias
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Ciudades de 15 minutos

El apagón eléctrico que paralizó España este lunes ha servido de excusa perfecta para que los chiringuitos del globalismo —Greenpeace, Ecologistas en Acción y ConBici— salieran a escena y, sin perder ni un segundo, impulsaran uno de los pilares ideológicos de la agenda 2030: las llamadas ciudades de 15 minutos. Un modelo que no es sino una herramienta de control social, disfrazada de ecologismo.

Miles de ciudadanos atrapados en la calle sin transporte público, caminando durante horas para regresar a sus casas, han sido utilizados por estas organizaciones al servicio del globalismo para reforzar la narrativa de que el coche debe desaparecer, sin importar el coste económico, social o familiar.

La respuesta ante el caos no ha sido la exigencia de responsabilidades ante un gobierno inepto, sino la promoción de un modelo urbano que reduce libertades en nombre de una supuesta sostenibilidad.

Una idea que limita la libertad de movimiento
Las llamadas ciudades de 15 minutos se basan en que, con la excusa, de que cualquier ciudadano debería poder cubrir sus necesidades —trabajo, salud, educación— a no más de un cuarto de hora a pie o en bicicleta, no dejarte salir de este espacio, manteniéndote en estos guetos. Control total. Las ciudades de los 15 minutos esconde una ingeniería social que pretende rediseñar completamente el espacio urbano para eliminar el automóvil, restringiendo así la capacidad de elección y movimiento de las personas.

En palabras de Cristina Arjona, portavoz de Greenpeace: “Esto implica que el coche pierda la autoridad que tiene”. Y añade que sería necesario apostar por el desplazamiento a pie. No se trata de mejorar la movilidad, sino de subordinarla a un plan ideológico.

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Una solución impuesta desde arriba
La reacción de estas organizaciones ante el apagón no ha sido pedir responsabilidad a las administraciones por la falta de alternativas de transporte, sino aprovechar la ocasión para exigir cambios drásticos en la configuración urbana. La portavoz ecologista se apoyó en imágenes de peatones en el Paseo de la Castellana para afirmar que: “La gente quiere aspirar a este modelo”.

Sin embargo, ella misma reconoce que una gran parte de la población caminó kilómetros debido al diseño urbano actual, donde los lugares de trabajo están alejados de las viviendas. En vez de abordar la raíz del problema, proponen reorganizar las ciudades de manera que todo esté concentrado y regulado, reduciendo la libertad de elección individual.

De la vivienda al colegio: todo bajo control
Desde Ecologistas en Acción, Carmen Duce insistió en que el apagón es la prueba de que hay que “reconfigurar” las ciudades, no solo en términos de urbanismo sino también de acceso a la vivienda. Puso como ejemplo a Viena, donde los alquileres están regulados por el Estado, y criticó que en España “millones de personas recorran cada día 40 kilómetros para ir y volver del trabajo”, lo cual definió como “una locura”.

Duce propuso también priorizar la cercanía del domicilio a la hora de asignar colegio a los niños, con el objetivo —según ella— de reducir el tráfico. En otras palabras: más control estatal sobre la movilidad familiar y menos margen de decisión para los padres.

Una excusa más para avanzar en la Agenda 2030
No es casualidad que estas propuestas coincidan punto por punto con los postulados de la Agenda 2030, que promueve un urbanismo tecnocrático, despersonalizado y profundamente intervencionista. Bajo pretexto de una falsa sostenibilidad, se restringen derechos, se burocratiza la vida cotidiana y se somete al ciudadano a una constante supervisión de su modo de vida.

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Las llamadas ciudades de 15 minutos no son una respuesta a la demanda social, sino una construcción ideológica impulsada desde arriba por organismos internacionales y lobbies ecologistas, financiados muchas veces con dinero público. El apagón ha sido solo un nuevo pretexto para acelerar esta hoja de ruta.

Crisis como oportunidad para imponer control
Lo que hemos presenciado tras el apagón no ha sido una reflexión sincera sobre la fragilidad de nuestro sistema energético o sobre la necesidad de reforzar infraestructuras. Ha sido, una vez más, la instrumentalización de una crisis para impulsar medidas globalistas, centralizadoras y contrarias a la libertad. Medidas para el control poblacional.

Los defensores del modelo de las ciudades de 15 minutos no buscan mejorar la calidad de vida, sino transformar radicalmente la estructura social para hacerla más dócil y dependiente del poder político.

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