La mariscada con Yolanda Diaz que desnuda la corrupción moral del periodismo español

Mientras el periodismo sufre recortes, algunos comunicadores gozan de privilegios, mariscos y favores gubernamentales. El almuerzo de Yolanda Díaz con periodistas afines desnuda una preocupante simbiosis entre poder y medios corruptos y vendidos

El Tonto del dia07 de agosto de 2025Impacto España NoticiasImpacto España Noticias
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Yolanda Díaz

En un país donde la libertad de prensa debería ser una muralla frente a los abusos del poder, la imagen de una vicepresidenta del Gobierno rodeada de periodistas en una marisquería de lujo es, cuanto menos, reveladora. Yolanda Díaz, líder de Sumar y ministra de Trabajo, se dejó ver en el restaurante Peixoto de Beluso, en la localidad pontevedresa de Bueu, compartiendo mesa, langosta y percebes con varios comunicadores que, paradójicamente, han sido durante años sus principales escuderos mediáticos.

Entre los asistentes al banquete figuraban Xabier Fortes (RTVE), Javier Casqueiro (El País), Pedro G. Cuartango (ABC), y Jesús Núñez Villaverde, entre otros. No era una rueda de prensa, ni una jornada de trabajo: era una comida festiva, relajada, sin preguntas incómodas ni micrófonos abiertos. Una reunión privada que, por su simbolismo, ha escandalizado a no pocos ciudadanos, especialmente a quienes creen que el periodismo debe vigilar al poder, no compartir mesa con él.

Periodismo subvencionado: cuando la independencia se sirve al punto
Muchos de los medios para los que trabajan estos periodistas han recibido jugosas subvenciones públicas en los últimos años. La publicidad institucional, repartida con generosidad por el Gobierno de Pedro Sánchez, ha beneficiado especialmente a aquellos grupos editoriales que suavizan la crítica y amplifican el relato oficial. En el caso de RTVE, donde trabaja Fortes, no se trata solo de dinero, sino de un medio controlado por el Gobierno a través de designaciones directas.

Mientras tanto, pequeñas redacciones independientes luchan por sobrevivir sin apenas ayudas y sin acceso privilegiado al poder. La pluralidad mediática sufre, pero en Bueu se sirven los percebes.

Complicidad ideológica y favores cruzados
Más que una comida, lo ocurrido en Galicia parece una representación teatral de la complicidad ideológica que une a ciertos comunicadores con los partidos que hoy ocupan el poder. En este caso, con una ministra que, aunque forma parte de un Ejecutivo supuestamente progresista, ha sido incapaz de frenar la precariedad laboral, el colapso de la sanidad pública o el deterioro institucional.

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Lo grave no es que Díaz almuerce con periodistas. Lo grave es quiénes son esos periodistas y qué papel juegan en la esfera pública. Muchos de ellos han defendido sin fisuras a la ministra incluso en los momentos más oscuros, como los escándalos de la compra de mascarillas, el silencio ante los casos de corrupción del socio independentista o la falta de transparencia en los contratos públicos.

¿Dónde quedó la ética periodística?
Resulta irónico que muchos de los asistentes a la mariscada se hayan erigido como defensores de la democracia y la verdad. La ética periodística exige distancia con el poder. No porque el poder sea corrupto por naturaleza, sino porque sin esa distancia el periodista pierde su rol fiscalizador y se convierte en propagandista, en cómplice, en actor del mismo sistema que debería vigilar.

¿Puede alguien que se fotografía abrazado a una ministra exigirle cuentas al día siguiente? ¿Puede quien degusta marisco en un reservado de lujo ejercer el papel de contrapoder? ¿Cómo confiar en medios cuyos columnistas comparten sobremesa con quienes deberían estar investigando?

El deterioro institucional no solo viene de los políticos
España no sufre solo por sus políticos. También por sus medios. El deterioro de la confianza ciudadana en la prensa no se explica únicamente por el auge de las redes sociales o las fake news. Se explica, sobre todo, por este tipo de escenas. Por periodistas que han cambiado la trinchera por la mesa del restaurante. Por medios que anteponen la subvención a la verdad. Por columnistas que creen que el periodismo es escribir lo que les dicta su círculo de poder.

La democracia necesita medios libres, críticos, incómodos. No palmeros institucionales con servilleta al cuello y copa de albariño en la mano.

 Lo ocurrido en Bueu no es anecdótico. Es un síntoma. El síntoma de un sistema mediático donde los vínculos con el poder se estrechan mientras se ensancha la brecha entre la ciudadanía y quienes deberían informarla con rigor e independencia. En tiempos de polarización y crisis institucional, necesitamos más periodistas que pregunten y menos que brindan.

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