Sánchez y Ribera exigieron "demostrar" que el sistema eléctrico era capaz de aguantar solo con renovables
Pedro Sánchez tenía sobre la mesa informes técnicos de diferentes organizaciones alertando del riesgo real de apagones por inestabilidad de la red
España ha sido convertida, con premeditación y sin consulta ciudadana real, en el gran laboratorio del ecologismo dogmático europeo. Un proyecto de ingeniería ideológica disfrazado de política energética, que ha desmantelado pilares esenciales de nuestro sistema eléctrico en nombre de la “Agenda 2030” y de un ecologismo más moralista que científico.
El coste, como ya hemos vivido, no es solo económico: es también técnico, social y, especialmente, estratégico. Lo que ha hecho el Gobierno de Pedro Sánchez con la energía en España es una irresponsabilidad histórica cuyas consecuencias ya no se pueden esconder tras eufemismos verdes.
Un experimento ideológico a costa del suministro
Desde que el PSOE accedió al poder, la política energética ha estado dirigida más por eslóganes de marketing institucional que por criterios técnicos. El Ministerio para la Transición Ecológica —primero con Teresa Ribera y ahora con Sara Aagesen— ha operado bajo un mandato ideológico: desmontar todo lo que huela a energía “convencional” y acelerar, a cualquier precio, la implantación de un sistema basado exclusivamente en energías renovables, aunque estas aún no puedan garantizar estabilidad ni continuidad de suministro.
El resultado ha sido una sustitución forzada de fuentes firmes —como la nuclear, la hidroeléctrica y el gas— por tecnologías intermitentes como la solar y la eólica, cuya producción depende del sol y del viento. Y como es obvio, ni el sol brilla por la noche ni el viento sopla al gusto de los planes ministeriales. Lo advirtieron los ingenieros, lo advirtieron los operadores de red, lo advirtieron expertos internacionales... y lo más grave: el propio Gobierno de Pedro Sánchez tenía sobre la mesa informes técnicos de diferentes organizaciones alertando del riesgo real de apagones por inestabilidad de la red.
Informes ignorados: el Gobierno sabía lo que podía pasar
Diversas entidades del sector eléctrico —incluidas Red Eléctrica Española, asociaciones de ingenieros energéticos y organismos internacionales como la Agencia Internacional de la Energía— alertaron en los últimos años de que la transición acelerada, sin una red de respaldo adecuada, ponía en grave riesgo la continuidad del suministro. Se habló de la necesidad de contar con un mínimo de generación firme para evitar picos de inestabilidad, de la urgencia de desarrollar sistemas de almacenamiento, y de reforzar las interconexiones con Europa.
El Gobierno lo sabía, y aun así lo ignoró. Prefirió continuar con su cruzada ideológica, convencido de que era más importante “demostrar” que España podía ser un ejemplo internacional de descarbonización exprés que garantizar la seguridad energética de los ciudadanos.
Infraestructuras inexistentes: otro fracaso de planificación
Y si la apuesta por las renovables masivas sin respaldo ya era temeraria, lo es aún más cuando no existen las infraestructuras necesarias para sostener ese modelo. El despliegue de energías renovables en España ha sido rápido... pero profundamente desordenado. No se ha invertido lo suficiente en líneas de evacuación, ni en ampliación de redes de distribución, ni en sistemas de almacenamiento energético de gran escala.
No hay baterías. No hay bombeos hidráulicos suficientes. No hay interconexiones. No hay control eficiente. Y todo esto, además, con una burocracia que sigue ralentizando cualquier mejora estructural. La consecuencia directa: una red eléctrica desequilibrada, congestionada y vulnerable.
La paradoja es que se ha instalado más capacidad renovable de la que el sistema actual puede absorber en momentos críticos, lo que obliga a parar producción limpia en horas punta por falta de capacidad de gestión. Y a pesar de estas deficiencias evidentes, el Ejecutivo ha seguido adelante con el desmantelamiento de centrales térmicas y nucleares sin ofrecer un plan realista de sustitución o respaldo.
La gran mentira nuclear de Pedro Sánchez
Uno de los episodios más escandalosos ha sido la actitud del Gobierno con respecto a la energía nuclear. Pedro Sánchez ha afirmado públicamente, en múltiples ocasiones, que la energía nuclear es “obsoleta”, “cara” y “peligrosa”. Una postura que ignora deliberadamente el consenso técnico y científico que considera la nuclear como una fuente segura, limpia (sin emisiones de CO₂) y absolutamente esencial en cualquier sistema energético que quiera descarbonizar sin renunciar a la estabilidad.
La contradicción es aún mayor cuando se compara su discurso interno con sus maniobras internacionales. Mientras en España impulsa el cierre de centrales como Almaraz, Ascó o Vandellòs, en Europa guarda silencio cómplice ante el relanzamiento nuclear de países como Francia, Polonia, Países Bajos o incluso Bélgica, que ha rectificado y decidido ampliar la vida útil de sus reactores.
Es decir: Pedro Sánchez demoniza la nuclear aquí, pero calla fuera para no incomodar a Bruselas. Un ejercicio de hipocresía política que solo puede explicarse por el miedo a perder el respaldo de sus socios de coalición y su dependencia parlamentaria del ecologismo ultra.
El apagón que lo cambió todo… ¿o no?
Lejos de asumir responsabilidades, el Ejecutivo se refugió en excusas, minimizó el impacto y acusó a la oposición de “alarmismo”. Pero lo que ocurrió fue grave: el mayor apagón en décadas, con consecuencias económicas y logísticas serias. Empresas paralizadas, hogares sin electricidad, sistemas de transporte afectados. Todo porque había que “demostrar” que la España verde era posible... aunque no lo fuera.
Y lo más grave: ocurrió justo como los expertos advirtieron que podría ocurrir. Fue la consecuencia directa de una política planificada con desprecio hacia la física, la ingeniería y la responsabilidad institucional.
¿Una España líder en desastres?
En varias reuniones técnicas internas del Ministerio se repitió una consigna: “España debe ser la primera” en implantar el modelo Agenda 2030. Se habló abiertamente de “demostrar” que el fin de los combustibles fósiles y de la energía nuclear no solo era posible, sino deseable. Y para ello, había que liderar el ejemplo.
Pues bien, ya lo somos. Líderes en inestabilidad eléctrica. Líderes en precios desbocados de la electricidad. Líderes en desmantelamiento de centrales útiles. Líderes en mentiras energéticas. Ese es el legado real del “liderazgo climático” que Pedro Sánchez intenta vender desde los atriles de Davos mientras en España se apagan las luces.
Una rectificación urgente o un colapso anunciado
El modelo energético español no necesita ni más ideología ni más consignas propagandísticas. Necesita realismo técnico, pluralidad energética y seguridad de suministro. La energía debe dejar de ser un campo de batalla ideológica y volver a ser un asunto estratégico, gestionado con responsabilidad.
Hasta que eso ocurra, la factura la seguiremos pagando todos: en euros, en inseguridad... y en apagones.
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