PSOE y la fabricación de una conspiración: WhatsApps, sabotajes y manipulación política
Desde primera hora del lunes, el Gobierno —en una estrategia coordinada entre Moncloa y la sede socialista de Ferraz— puso en marcha un mecanismo de agitación interna mediante mensajes enviados por WhatsApp a portavoces y cargos institucionales del partido
El reciente sabotaje al tendido eléctrico de la red de Alta Velocidad Española (AVE), que afectó a más de 10.700 pasajeros y paralizó más de 30 servicios ferroviarios, ha servido como excusa para una maniobra política del Gobierno profundamente irresponsable.
Lejos de centrarse en la gestión eficaz de la crisis, el PSOE ha optado por activar una operación de propaganda encaminada a sembrar la sospecha, manipular a su militancia y desviar la atención de una nefasta gestión.
Desde primera hora del lunes, el Gobierno —en una estrategia coordinada entre Moncloa y la sede socialista de Ferraz— puso en marcha un mecanismo de agitación interna mediante mensajes enviados por WhatsApp a portavoces y cargos institucionales del partido. Estos mensajes, plagados de insinuaciones conspirativas, presentaban el sabotaje como parte de un supuesto plan orquestado por "las derechas" para desestabilizar a un “gobierno legítimo”.
La gravedad del contenido trasciende lo meramente anecdótico: el PSOE acusó directamente al PP y a Vox de estar detrás de los robos de cable en cuatro puntos distintos de la infraestructura ferroviaria. En el argumentario interno, al que ha tenido acceso TO, se lanza una serie de preguntas retóricas en tono claramente manipulador: “¿De verdad esto es casualidad?
¿Están sembrando el desorden para luego prometer orden? ¿Están las derechas detrás de todo esto y del ‘España no funciona’?” Acompañadas del hashtag #derechasabotea, estas frases no buscan esclarecer, sino activar emocionalmente a la militancia, redirigir la indignación ciudadana y crear un enemigo interno al que culpar.
Una operación desesperada para tapar la incompetencia
Todo parece indicar que esta estrategia fue concebida para contener una crisis que escapó rápidamente al control del Gobierno. Mientras los ciudadanos pasaban la noche atrapados en trenes, sin información y con una gestión caótica por parte del Ministerio de Transportes, la cúpula del PSOE optaba por disparar políticamente hacia la oposición en lugar de asumir responsabilidades.
Incluso dentro del partido, algunos receptores de estos mensajes interpretaron la maniobra como una "estrategia a la desesperada". La comparación con anteriores incidentes, como el sabotaje ocurrido en las elecciones catalanas de 2021, no hace sino reforzar la percepción de que este tipo de crisis se utilizan para fomentar un relato victimista, sin asumir los errores propios.
Mientras el ministro de Transportes, Óscar Puente, se desplegaba por las principales radios denunciando una “acción deliberada” con “voluntad de causar daño”, evitaba señalar explícitamente al PP o Vox, sugiriendo que el robo de cobre no tenía móvil económico sino político. Pero en paralelo, la maquinaria del PSOE ya estaba operando con mensajes mucho más agresivos y acusatorios.
El doble discurso: victimismo institucional y agresividad partidista
Este doble juego —donde el ministro se muestra comedido mientras el partido lanza ataques incendiarios— pone en evidencia una estrategia cuidadosamente diseñada para manipular la opinión pública. Se busca sembrar una narrativa de persecución: un Gobierno rodeado de enemigos, víctima de una conspiración reaccionaria que pretende impedir su labor.
Una muestra particularmente grotesca de esta estrategia fue el mensaje titulado "El carroñero político", enviado por Ferraz y replicado en redes sociales, en el que se señala directamente al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. El texto lo acusa de "aprovecharse de los males ajenos" y de no condenar el sabotaje, todo con el objetivo de inflamar a la militancia y desviar el foco de la gestión gubernamental.
Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE, fue aún más explícito al vincular el incidente con las palabras del expresidente José María Aznar —"Quien pueda hacer, que haga"— insinuando que esa frase es el germen de los sabotajes. Una acusación de extraordinaria gravedad que se lanza sin ninguna prueba, convirtiendo la política en una especie de teatro del absurdo conspirativo.
La desinformación como herramienta de supervivencia
Lo más preocupante de esta deriva comunicativa es que utiliza herramientas que rozan la desinformación organizada. La versión oficial del Gobierno incluía un supuesto “enganchón con la catenaria” que fue desmentido por la operadora Iryo, cuyos portavoces aseguraron que el tren ya estaba parado cuando se produjo el incidente. Esta contradicción revela no solo un fallo de gestión, sino una voluntad de imponer una narrativa a pesar de los hechos, una actitud inaceptable en cualquier democracia madura.
La confusión generada por las declaraciones contradictorias entre Renfe, Iryo y el propio ministerio no fue aprovechada para aclarar, sino para confundir y culpar a terceros. Una actitud irresponsable y propagandística que pone en riesgo la credibilidad institucional.
Un precedente peligroso
La utilización del sabotaje ferroviario como arma política deja un precedente inquietante. En lugar de una investigación rigurosa, el PSOE ha preferido lanzar una campaña de polarización sin base probatoria, agitando los peores instintos del tribalismo político. Esta estrategia no solo degrada el debate público, sino que convierte al Gobierno en un actor más de la confrontación partidista, incapaz de asumir su rol institucional con responsabilidad.
En definitiva, el uso partidista de una crisis de infraestructura por parte del PSOE demuestra una peligrosa tendencia al populismo conspirativo, que recuerda más a regímenes autoritarios que a democracias consolidadas. En vez de gestionar con rigor, se prefiere manipular. En vez de informar, se siembra la duda. En vez de asumir errores, se construye una narrativa delirante de persecución.
La pregunta ya no es si el sabotaje fue una acción deliberada, sino si el Gobierno está dispuesto a respetar los límites del juego democrático. Porque cuando el poder recurre a la propaganda sin pruebas y al señalamiento ideológico para tapar su incompetencia, el problema ya no es el sabotaje al AVE, sino el sabotaje a la verdad.
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