España a oscuras: el apagón que desnudó las mentiras, el cinismo y el fracaso energético de Pedro Sánchez
¿De dónde proviene esa cifra de 8.000 muertes anuales? Hasta la fecha, ningún informe oficial del Instituto Nacional de Estadística (INE), del Ministerio de Sanidad ni de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha presentado un dato de esa magnitud atribuible directamente al cambio climático
La noche en que España se quedó a oscuras no fue solo el colapso de un sistema eléctrico. Fue el colapso de un modelo político. De un relato artificialmente sostenido durante años a base de propaganda ideológica, manipulación mediática y desprecio sistemático por la realidad.
El apagón nacional que dejó sin suministro a millones de ciudadanos y se cobró al menos cinco vidas —según cifras oficiales, que muchos ya consideran maquilladas— ha sido la gota que ha desbordado un vaso lleno de negligencias, errores técnicos, desinformación institucional y una profunda crisis de liderazgo. Y lo más indignante: mientras el país buscaba respuestas, Pedro Sánchez respondía con desprecio, relativismo y una mentira escandalosa.
El cinismo como respuesta: la mentira de las "8.000 muertes por cambio climático"
En su primera y única declaración pública tras el desastre, el presidente del Gobierno no pidió perdón, no asumió responsabilidad, no explicó las causas técnicas del colapso ni anunció un plan de acción. En su lugar, pronunció una frase que ha generado una oleada de indignación ciudadana sin precedentes:
“Qué gran acto de cinismo es lamentar las cinco vidas que tristemente se perdieron por el apagón e ignorar las más de 8.000 que se pierden cada año en España como consecuencia del cambio climático”.
Esta declaración, además de ser un insulto a las víctimas y sus familias, constituye una mentira política consciente, diseñada para desviar la atención del fracaso de su Gobierno. Sánchez intenta sustituir la rendición de cuentas con propaganda verde, recurriendo a una cifra completamente infundada, sin respaldo técnico ni científico.
¿De dónde proviene esa cifra de 8.000 muertes anuales? Hasta la fecha, ningún informe oficial del Instituto Nacional de Estadística (INE), del Ministerio de Sanidad ni de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha presentado un dato de esa magnitud atribuible directamente al cambio climático.
Algunos informes de salud pública apuntan a un exceso de mortalidad durante olas de calor en verano, especialmente entre personas mayores y enfermos crónicos. Pero estas muertes no se pueden atribuir directamente al “cambio climático” como fenómeno global, y desde luego no alcanzan cifras que se acerquen a las 8.000 defunciones anuales.
Además, incluso las proyecciones más alarmistas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el futuro hablan de posibles efectos sanitarios en función de escenarios climáticos extremos, no de estadísticas actuales ni verificables. Sánchez no solo ha distorsionado la ciencia, sino que ha instrumentalizado la salud pública para justificar su inacción y su gestión desastrosa del sistema eléctrico español.
El verdadero origen del apagón: una ideología por encima de la ingeniería
Durante años, el Gobierno de Pedro Sánchez ha impuesto una política energética sectaria, diseñada no para garantizar la seguridad y estabilidad del suministro, sino para complacer agendas ideológicas internacionales. Se ha desmantelado de forma acelerada y sin planificación técnica una parte crítica de la infraestructura energética española: centrales nucleares, plantas de ciclo combinado, térmicas de carbón, todo en nombre de una supuesta “transición ecológica” que en la práctica se ha traducido en dependencia total de fuentes intermitentes, como la eólica y la solar.
Esta dependencia sin red de respaldo ni capacidad de almacenamiento ha convertido al sistema eléctrico español en un castillo de naipes. En condiciones normales, puede sostenerse con dificultad. Pero ante cualquier anomalía —una ola de frío, una bajada de viento o una falla en la interconexión—, el sistema colapsa. Justo lo que ocurrió en el reciente apagón: no había energía firme disponible para suplir el déficit repentino, ni margen de maniobra para reequilibrar la red.
Lo más grave es que esto no fue una sorpresa para los expertos del sector, quienes llevan años alertando del riesgo de una crisis eléctrica provocada por la eliminación acelerada de infraestructuras de respaldo. Pero Sánchez y su ministra Teresa Ribera ignoraron todas las advertencias. Prefirieron alimentar el relato de una España “verde”, “punta de lanza” de la energía renovable, aunque la realidad fuera otra: un país energéticamente frágil, vulnerable, expuesto.
Mentiras oficiales, muertes reales
El comportamiento del presidente tras el apagón no solo fue insensible. Fue una operación de encubrimiento deliberado. Desde el primer minuto, el Gobierno minimizó la gravedad de lo ocurrido. Se tardaron más de 36 horas en ofrecer una versión oficial. Convocó un gabinete de crisis, ni se emitieron alertas de emergencia pública, ni se explicó por qué, en pleno siglo XXI, una nación europea quedó totalmente paralizada.
La estrategia fue clara: negar, desviar, relativizar. Sánchez sabía que la opinión pública buscaría responsables, y su Gobierno no estaba dispuesto a ofrecerlos. Por eso recurrió a una cifra falsa y a un discurso climático como coartada. Lo que no esperaba era la reacción ciudadana: miles de personas protestando en redes sociales, profesionales del sector eléctrico denunciando la precariedad del sistema, y medios independientes desmontando el bulo de las “8.000 muertes”.
Una narrativa hueca para tapar una gestión fallida
Lo que el presidente demuestra con este tipo de declaraciones no es solo desdén por la verdad, sino una concepción autoritaria del poder. Para Pedro Sánchez, la realidad no importa; lo único que cuenta es el relato. Si hay muertes por un apagón, se comparan con supuestas muertes climáticas. Si la infraestructura colapsa, se culpa al “negacionismo”. Si los ciudadanos reclaman explicaciones, se acusa a la oposición de “utilizar la tragedia”.
Esta forma de gobernar basada en el relato constante y la manipulación emocional es profundamente peligrosa. Deshumaniza a las víctimas, sustituye la responsabilidad con propaganda y normaliza el uso político del dolor. Sánchez no se comporta como un gestor, sino como un actor de su propio guion ideológico, donde cada crisis es una oportunidad para reforzar su figura mesiánica y desacreditar a quienes lo critican.
¿Transición energética o demolición irresponsable?
La supuesta “transición energética” impulsada por el Gobierno no es una estrategia. Es una demolición. Un proceso de desmantelamiento de estructuras sin haber construido otras nuevas. La energía renovable puede y debe formar parte del mix energético, pero su implementación debe hacerse con inteligencia, previsión y responsabilidad técnica. Lo que ha hecho este Gobierno es lo contrario: eliminar lo que funcionaba sin tener nada listo para reemplazarlo.
Y ahora vemos las consecuencias: apagones, muertes, inseguridad eléctrica y una población desinformada. Y lo que es aún peor, un Gobierno que, lejos de pedir perdón o corregir el rumbo, redobla la apuesta ideológica.
España necesita verdad, responsabilidad y liderazgo
El apagón ha sido una tragedia, pero también una revelación. Ha expuesto la fragilidad del modelo energético, la arrogancia del liderazgo político, y el desprecio del Gobierno por la transparencia. Las mentiras de Pedro Sánchez sobre las 8.000 muertes por cambio climático no solo son un insulto a las víctimas reales del apagón, sino un símbolo de un modelo político que ha perdido toda conexión con la realidad.
España no puede permitirse seguir siendo gobernada por el relato. Necesita datos, hechos, soluciones técnicas y líderes que respondan con la verdad, no con cifras inventadas. Porque mientras Sánchez juega con discursos globalistas, las consecuencias son locales, humanas y mortales.
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