“Un avión militar mauritano aterriza en Soria sin control policial ni aduanero: el Gobierno guarda silencio”
La polémica cobra mayor peso si se recuerda que apenas un mes antes, en julio, Pedro Sánchez viajó a Nuakchot, capital de Mauritania, donde se reunió con el presidente Mohamed Ould Ghazouani
El pasado 7 de agosto, un avión militar de la Fuerza Aérea de Mauritania aterrizó en el aeródromo de Garray (Soria), un enclave que carece de torre de control, servicio de bomberos y presencia de fuerzas de seguridad del Estado para realizar controles aduaneros o migratorios.
El suceso, rodeado de secretismo y sin comunicación previa a las autoridades locales ni al Ministerio del Interior, plantea serias dudas sobre la seguridad aérea, el control de fronteras y, en última instancia, sobre la transparencia del Gobierno de Pedro Sánchez.
El avión que no debía estar allí
Se trataba de un CASA/IPTN CN-235 turbohélice, un aparato militar diseñado tanto para transporte de tropas como para carga. Oficialmente, según fuentes de Mauritania, el vuelo se realizó “en ferry” —sin carga militar ni armamento— y el propósito era llevar el avión a mantenimiento en instalaciones españolas. Sin embargo, la elección del aeródromo soriano, de uso básicamente deportivo y de emergencias forestales, resulta cuanto menos inexplicable.
Los protocolos de aviación militar en España son claros: las aeronaves extranjeras deben aterrizar únicamente en aeropuertos controlados y con servicios de aduanas y Guardia Civil. Garray no cumple ninguno de esos requisitos. Y sin embargo, el aparato aterrizó sin contratiempos, sin supervisión oficial y sin dejar constancia de su movimiento en los canales habituales de control aéreo.
Los pilotos españoles y el tripulante fantasma
Otro de los puntos oscuros del caso es la identidad de los tripulantes. De los tres que viajaban a bordo, solo dos fueron identificados: ambos españoles y con pasado en Salvamento Marítimo y en el Ejército. La tercera persona sigue siendo un misterio: ni Mauritania ni el Gobierno español han aclarado su nombre, rango o funciones.
La falta de información no es un detalle menor: ¿se permitió la entrada en España de un ciudadano extranjero sin control de pasaporte ni aduanas? ¿Podría tratarse de un militar mauritano? ¿De un enlace político? La ausencia de respuestas no hace sino aumentar las sospechas.
El eco político de un viaje reciente
La polémica cobra mayor peso si se recuerda que apenas un mes antes, en julio, Pedro Sánchez viajó a Nuakchot, capital de Mauritania, donde se reunió con el presidente Mohamed Ould Ghazouani. De aquel encuentro salieron varios acuerdos de cooperación en materia de seguridad, control migratorio y desarrollo.
Que, pocas semanas después, un avión militar de ese país aterrice en España en condiciones tan irregulares sin que las autoridades informen, huele a contraprestación política. En un contexto donde Mauritania se presenta como socio clave para frenar las rutas migratorias hacia Canarias, el aterrizaje podría interpretarse como un gesto de complacencia del Gobierno español hacia Nuakchot.
La pregunta es inevitable: ¿se están cediendo espacios de soberanía y seguridad aérea a cambio de favores políticos en la gestión migratoria?
Silencio institucional y opacidad
Quizá lo más preocupante de todo el episodio no es solo el aterrizaje en sí, sino la opacidad posterior. La Delegación del Gobierno en Castilla y León, la Guardia Civil y los gestores del tráfico aéreo aseguran no haber sido informados. La noticia se conoció únicamente gracias a imágenes filtradas y publicadas en medios locales, que alertaron sobre la presencia inusual del aparato en Garray.
Cuando finalmente se pidió explicaciones, la versión oficial se limitó a decir que se trataba de “aviones en tránsito para mantenimiento”, y que podrían llegar más aparatos mauritanos en el futuro. En otras palabras: no fue un hecho aislado, sino el inicio de una práctica que ya se normaliza sin debate público.
Una cuestión de soberanía y de seguridad nacional
El aterrizaje del CN-235 en Garray no es un mero episodio anecdótico. Es un síntoma de algo más profundo: la debilidad de las instituciones españolas frente a decisiones tomadas en la sombra, sin transparencia y al margen de la normativa.
Seguridad aérea: se permitió operar a un avión militar extranjero en un aeródromo sin servicios mínimos.
Control de fronteras: un tripulante no identificado entró en España sin supervisión.
Transparencia política: el Gobierno no comunicó el hecho ni ha dado explicaciones convincentes.
Dependencia estratégica: la coincidencia con los acuerdos de Sánchez en Mauritania sugiere cesiones de soberanía a cambio de colaboración migratoria.
Si España comienza a abrir aeródromos civiles a vuelos militares extranjeros sin control, ¿qué queda de la autoridad del Estado sobre su espacio aéreo y sus fronteras?
Un precedente peligroso
El caso del avión militar mauritano en Soria es más que un incidente aislado: es un precedente peligroso. La falta de transparencia, el secretismo y la aparente connivencia del Gobierno revelan una política exterior y de seguridad marcada por la improvisación y el servilismo.
En lugar de reforzar la soberanía española, este episodio la erosiona. Y mientras las preguntas se acumulan, el silencio oficial confirma lo que muchos temen: que las decisiones que afectan a la seguridad nacional se están tomando en despachos cerrados, lejos del escrutinio público y en beneficio de acuerdos políticos cuya factura empieza a pagarse en aeródromos como el de Garray.
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