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Esta actitud negacionista del gobierno contrasta con los 16.426 casos registrados actualmente, que suponen más de 300 okupaciones por semana
Noticias02 de mayo de 2025En los últimos años, España ha experimentado un crecimiento alarmante de la okupación ilegal de viviendas. Este fenómeno, que ha dejado de ser anecdótico para convertirse en una crisis estructural, ha sido alimentado por una mezcla de negligencia institucional, ideología partidista y desprotección jurídica al propietario.
Y en el centro de esta controversia se encuentra el Gobierno de Pedro Sánchez, cuya política de brazos cruzados ha contribuido a consolidar un clima de inseguridad jurídica y social sin precedentes en el ámbito inmobiliario español.
Un problema real que el Gobierno niega
Mientras las cifras de denuncias por okupación se disparaban hasta un 34,5% entre 2018 y 2024, y los procedimientos judiciales se estiraban hasta el doble de duración, el Ejecutivo socialista repetía, una y otra vez, que la okupación era un “bulo” o un problema “magnificado” por los medios.
Esta actitud negacionista contrasta con los 16.426 casos registrados actualmente, que suponen más de 300 okupaciones por semana. Cataluña, con el 43% del total, y Madrid, con cifras también alarmantes, reflejan que el fenómeno no sólo es real, sino que se ha intensificado bajo la legislatura de Pedro Sánchez.
Una justicia que no llega y una ley que no protege
Uno de los efectos más perniciosos de la gestión de Sánchez ha sido la parálisis legislativa en materia de vivienda y okupación. A pesar de las constantes llamadas de asociaciones de afectados, partidos de la oposición e incluso gobiernos autonómicos socialistas como el PSC, La Moncloa ha ignorado sistemáticamente cualquier iniciativa para agilizar los desalojos.
En 2023, el tiempo medio para recuperar una vivienda okupada era de 12 meses, más del doble que en 2018 (4,9 meses). En regiones como Castilla-La Mancha o Murcia, el proceso se alarga hasta los 15 meses, en los que los propietarios deben seguir pagando suministros, impuestos y soportar el desgaste emocional y económico de no poder usar su propio bien.
Sánchez no solo ha fallado en actuar: ha legislado en contra del derecho de propiedad, escudándose en la “protección a colectivos vulnerables” para blindar situaciones de okupación mediante reales decretos antidesahucios que, aunque nacieron durante la pandemia, han dejado un marco jurídico permanentemente sesgado a favor del okupa.
Inquiokupación: el monstruo creado por el propio Gobierno
De esta política permisiva ha nacido un fenómeno todavía más corrosivo: la inquiokupación. Inquilinos que, protegidos por un sistema judicial lento y por decretos que impiden los desalojos, dejan de pagar el alquiler pero se niegan a abandonar la vivienda. Según la Plataforma de Afectados por la Ocupación, esta modalidad representa un porcentaje creciente del total de casos y ha disparado la desconfianza en el alquiler.
El resultado es devastador para el mercado: los propietarios prefieren mantener viviendas vacías antes que arriesgarse a alquilar, lo que reduce drásticamente la oferta y empuja los precios al alza. Es una paradoja: un Gobierno que prometió garantizar el acceso a la vivienda ha contribuido a encarecerla y dificultarla aún más.
Cada vez menos personas están dispuestas a poner su vivienda en alquiler por el miedo real a sufrir una okupación o una inquiokupación. La percepción de que el Estado no ampara al propietario ha calado profundamente, y el temor a perder el control sobre el propio inmueble ha generado una auténtica retirada del pequeño arrendador del mercado. Esto no solo reduce la oferta, sino que desequilibra todo el sistema, castigando especialmente a los jóvenes y a las clases medias que buscan alquilar.
España, suspendida en derechos de propiedad
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha sido contundente: España suspende en garantías sobre el derecho a la propiedad privada, uno de los pilares básicos de cualquier economía liberal y democrática. El fenómeno okupa, tolerado por las políticas del Gobierno, no solo desacredita el sistema judicial español ante el mundo, sino que también mina la confianza de los inversores y frena el desarrollo del sector inmobiliario.
Una bomba social en Cataluña y otras regiones tensionadas
Cataluña es el epicentro del problema, con un índice de okupación de 391 por cada X viviendas vacías, cuadruplicando la media nacional. Le siguen comunidades como Madrid, País Vasco, Baleares y Murcia. En todas ellas hay un denominador común: mercados tensionados y falta de respuesta gubernamental.
Los datos sobre desahucios también son alarmantes: Cataluña encabeza el ranking nacional con un índice de 455 en 2024, cinco veces la media nacional. Esta realidad demuestra que la estrategia del Gobierno no solo no ha mitigado la emergencia habitacional, sino que la ha amplificado.
Desafección social y colapso de la confianza
Según el Instituto de Estudios Económicos, el 80% de los españoles exige medidas urgentes y eficaces para expulsar a los okupas. Pero esa presión popular no ha sido suficiente para que el Gobierno mueva ficha. De hecho, un 30% de los afectados ni siquiera denuncia, sabiendo que la justicia no actuará con rapidez ni firmeza.
Este abandono institucional ha generado una situación en la que la gente empieza a tomarse la justicia por su mano. Proliferan los servicios extrajudiciales, empresas desokupas, y, en algunos casos, episodios de violencia y enfrentamientos vecinales. Todo ello en el marco de una descomposición de la autoridad del Estado en lo más básico: la protección del hogar.
Un legado de irresponsabilidad
Pedro Sánchez pasará a la historia por muchas decisiones discutibles, pero su inacción ante la okupación ilegal de viviendas será una de las más costosas y antisociales. Bajo su mandato, el derecho de propiedad ha sido degradado, la justicia se ha vuelto ineficaz, y el mercado de alquiler ha sido contaminado por la inseguridad.
La okupación no es un bulo: es un fracaso de Estado. Y Pedro Sánchez, por acción u omisión, ha sido su mayor facilitador.
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