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Gracias a este fenómeno que impera actualmente en la Administración, muchas activistas han dejado la pancarta para empezar a ostentar cargos públicos con sueldos pagados por todos los españoles
Nacional01 de julio de 2025 AEDel megáfono a la nómina pública
Desde que Pedro Sánchez llegó al poder en 2018, se ha consolidado un modelo de gobierno basado en el enchufismo ideológico, donde los parásitos de extrema izquierda han encontrado su paraíso. Muchas activistas que jamás trabajaron en nada han pasado de la pancarta al despacho oficial, cobrando sueldos públicos sin aportar nada útil a la sociedad.
Este fenómeno no es casual. Es el resultado de una ingeniería política para colocar a los suyos, aunque no tengan experiencia, formación ni vocación de servicio. El único requisito: militar en las causas radicales del feminismo ideológico, el fanatismo LGTBI o el ecologismo extremo. Son legión los que han inundado los estamentos de la administración. Veamos solo algunos ejemplos.
Beatriz Gimeno: del activismo LGTBI al Instituto de la Mujer
Un caso paradigmático es el de Beatriz Gimeno, expresidenta de la FELGTB, que en 2020 fue nombrada directora del Instituto de la Mujer. Bajo el paraguas de la entonces ministra comunista Irene Montero, Gimeno priorizó la promoción de la agenda LGTBI sobre los verdaderos problemas que afectan a la mujer, como la desigualdad salarial. Su mandato fue un monumento a la ideologización radical.
Los parásitos de extrema izquierda como Gimeno no quieren trabajar para mejorar la sociedad. Quieren imponer su dogma y vivir del presupuesto público. Esta es la norma, no la excepción.
Boti García Rodrigo: radicalismo disfrazado de diversidad
Otro ejemplo escandaloso es el de Boti García Rodrigo, también exdirigente de la FELGTB y vinculada a Izquierda Unida. Fue nombrada en 2020 directora general de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI. Su mandato se centró en promover contenidos sexuales en la educación desde edades tempranas. Un disparate pedagógico que pone en riesgo la inocencia de los menores y va contra la libertad de educación de los padres.
Pero claro, para los parásitos de extrema izquierda, todo se justifica si es por imponer su “verdad sectaria y fanática”. No hay debate, no hay ciencia, solo adoctrinamiento. Todo financiado con dinero público.
Violeta Assiego: el feminismo como trampolín político
En 2021, la también comunista Ione Belarra incluyó a Violeta Assiego como directora general de Derechos de la Infancia. El ministerio justificó su nombramiento como parte de una “nueva etapa” donde el feminismo y la sociedad civil guiarían las políticas públicas. En realidad, se trataba de colocar a otra militante sin experiencia de gestión.
Assiego impulsó propuestas como el “consentimiento afirmativo” para menores. Una idea tan confusa legalmente que fue criticada incluso por juristas de izquierdas. Pero para los parásitos de extrema izquierda, el fin siempre justifica los medios: más poder, más chiringuito, menos responsabilidad.
Isabel García Sánchez: del PSOE a lucrarse con los Puntos Violeta
Ya con la socialista Ana Redondo como ministra de Igualdad, Isabel García Sánchez fue nombrada directora del Instituto de las Mujeres. Sus antecedentes ya eran polémicos por su postura contra la Ley Trans. Pero el verdadero escándalo llegó en 2024, cuando fue destituida por lucrarse con contratos públicos relacionados con los ‘Puntos Violeta’.
Así funcionan los parásitos de extrema izquierda: entran, se colocan, se lucran y se van. No hay ideales. No hay vocación. Solo un hambre insaciable de subvenciones.
Cristina Hernández Martín: más de lo mismo
Para sustituir a García Sánchez, el PSOE eligió a Cristina Hernández Martín, otra activista reciclada, experta en feminismo y asesora de históricos socialistas como Adriana Lastra. Ha trabajado como asesora de igualdad, siempre con cargo público, nunca en la empresa privada. No conocen el trabajo real, solo los pasillos del poder.
Los parásitos de extrema izquierda se reproducen por cooptación. Entran unos, meten a sus amigas, crean redes de clientelismo, y todo pagado por los españoles que madrugan cada día para trabajar y sacar adelante a sus familias.
No es una excepción, es un sistema corrupto
Estos casos no son aislados. Son solo algunos ejemplos de un sistema profundamente corrupto, donde los valores del esfuerzo, la meritocracia y la profesionalidad han sido sustituidos por el activismo radical. La Administración está tomada por vividoras que jamás han creado empleo, gestionado un presupuesto o tenido responsabilidades reales.
Los parásitos de extrema izquierda no quieren mejorar la sociedad. Quieren colonizarla ideológicamente. Usan el lenguaje inclusivo, las cuotas, el feminismo interseccional o la teoría queer para justificar sus sueldos públicos. Pero lo único que logran es destruir el tejido social.
Un ataque directo a la libertad, la educación y la familia
La colonización institucional de la extrema izquierda ataca los pilares básicos de la sociedad: la familia natural, la libertad de educación libre de adoctrinamiento y la libertad de conciencia. Utilizan las instituciones para imponer su discurso único y sectarios, silenciar al disidente y castigar a quien se opone.
Los programas escolares se llenan de contenidos ideológicos, adoctrinador y manipulador. Las subvenciones se reparten entre colectivos afines. Las voces críticas son perseguidas. ¿Dónde está la libertad? ¿Dónde está el pluralismo? En ninguna parte.
La presencia de los parásitos de extrema izquierda en el Gobierno y sus satélites institucionales no es solo una cuestión de despilfarro económico. Es una amenaza directa a nuestra forma de vida, a nuestra libertad y a nuestra soberanía.
España necesita servidores públicos, no okupas ideológicos. Necesitamos políticas reales, no dogmas sectarios. Y necesitamos gobernantes que respeten la libertad, no activistas que vivan del Estado sin dar nada a cambio.
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