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El episodio pone sobre la mesa un debate más amplio: el de la incoherencia entre el discurso político y las decisiones personales de quienes gobiernan. Sánchez ha hecho de la defensa de lo público una de sus banderas
El Tonto del dia30 de octubre de 2025
Impacto España Noticias
En los primeros meses de 2025, el Gobierno de Pedro Sánchez decidió poner en el punto de mira a las universidades privadas. La medida, presentada a finales de marzo por el propio presidente, buscaba endurecer los requisitos para la creación y mantenimiento de este tipo de centros, alegando la necesidad de garantizar la “calidad y la seriedad” del sistema universitario español.
El plan preveía que las universidades privadas debieran acreditar un mínimo de 4.500 estudiantes en sus primeros cinco años de funcionamiento, además de cumplir nuevos estándares de investigación y oferta académica. Según Sánchez, se trataba de evitar que España se llenara de “chiringuitos” disfrazados de universidades, en clara referencia a los centros que habían proliferado en la última década. Sin embargo, aquel comentario —que pretendía ser una defensa de la educación de calidad— acabó volviéndose en su contra.
Una familia, una elección y una paradoja
Mientras el Consejo de Ministros preparaba la norma que amenaza con poner en jaque a buena parte del sector privado universitario, en el entorno personal del presidente se tomaba una decisión que contradecía frontalmente su discurso público.
La hija menor de Pedro Sánchez y Begoña Gómez, Carlota, de 18 años, comenzó este septiembre el curso universitario en una institución privada madrileña: ESIC University, un centro especializado en marketing y gestión empresarial. La joven se matriculó en un doble grado en Administración y Dirección de Empresas y Marketing en inglés, un programa de cinco años que ronda los 14.000 euros anuales, más una cuota de matrícula inicial cercana a los 2.000 euros.
La decisión no tendría nada de particular si no fuera porque el propio presidente lleva meses cuestionando la legitimidad y la calidad de las universidades privadas. Su discurso público, enfocado en defender la universidad pública como pilar de igualdad, contrasta con la elección educativa de su hija, que sigue así los pasos de su madre, quien también cursó estudios de posgrado en el mismo centro.
ESIC: de escuela de negocios a universidad reconocida
El caso resulta aún más paradójico si se tiene en cuenta el perfil de la universidad elegida. ESIC University, con sede en Pozuelo de Alarcón, es una institución con una larga trayectoria como escuela de negocios, pero con reciente reconocimiento oficial como universidad. Durante más de seis décadas funcionó como un centro adscrito a la Universidad Rey Juan Carlos, y no fue hasta septiembre de 2021 cuando obtuvo su plena independencia académica.
Este detalle coloca a ESIC en el grupo de universidades que podrían verse directamente afectadas por la nueva regulación impulsada por el Gobierno. Con apenas cuatro años de existencia oficial como universidad y un tamaño que podría no alcanzar los requisitos que el Ejecutivo planea imponer, la institución encarna precisamente el modelo que Sánchez ha señalado como ejemplo de lo que quiere “ordenar” o limitar.
La contradicción resulta evidente: mientras se impulsa una normativa que amenaza la estabilidad de centros de reciente creación, una de las figuras más visibles del Gobierno confía en uno de ellos para la formación de su hija.
Un discurso que se vuelve en contra
El enfrentamiento entre el Gobierno y las universidades privadas no es nuevo, pero en 2025 alcanzó un punto crítico. El proyecto de ley fue presentado con carácter de urgencia, aunque su tramitación se encuentra actualmente paralizada por las numerosas alegaciones recibidas desde las propias universidades y distintos sectores académicos.
El Ministerio de Universidades, dirigido por Diana Morant, ha recibido presiones tanto de las comunidades autónomas como de asociaciones educativas que alertan de que la norma puede provocar el cierre de varias instituciones y limitar la libertad de elección de los estudiantes.
En este contexto, el hecho de que la familia del presidente haya optado por un centro privado se interpreta como un ejemplo de la doble moral que tantas veces se achaca a la clase política: una cosa es lo que se defiende desde el atril del Congreso, y otra muy distinta lo que se practica en el ámbito personal.
La libertad de elección y la incoherencia política
Nadie puede discutir que los hijos del presidente —como cualquier ciudadano— tienen derecho a elegir la universidad que consideren más adecuada. El problema no radica en la decisión en sí, sino en el mensaje que proyecta. Mientras se promueve una regulación que puede poner en peligro a universidades privadas consolidadas, el propio jefe del Ejecutivo deposita su confianza en una de ellas.
El episodio pone sobre la mesa un debate más amplio: el de la incoherencia entre el discurso político y las decisiones personales de quienes gobiernan. Sánchez ha hecho de la defensa de lo público una de sus banderas, pero en temas como la educación o la sanidad, no es la primera vez que su entorno opta por opciones privadas.
Este contraste no solo erosiona la credibilidad del mensaje oficial, sino que también alimenta la desconfianza ciudadana hacia los dirigentes políticos. Muchos interpretan estos comportamientos como un síntoma de una élite que impone normas que no está dispuesta a cumplir en su propia vida.
Un silencio que habla por sí solo
Ni el entorno de la Presidencia ni el propio Gobierno han querido pronunciarse sobre esta cuestión. El mutismo contrasta con la rapidez con la que en otras ocasiones se ha defendido públicamente la actuación de la familia presidencial. Tampoco desde ESIC se han emitido comentarios, manteniendo una discreción absoluta sobre la matriculación de la joven.
Este silencio institucional alimenta aún más la sensación de opacidad. Si el Gobierno considera legítima la elección de un centro privado, ¿por qué no explicarlo abiertamente? La falta de transparencia solo refuerza la percepción de que se trata de una decisión incómoda políticamente, que choca frontalmente con el discurso oficial del Ejecutivo.
Una cuestión de coherencia
El caso de la hija de Pedro Sánchez ilustra a la perfección la brecha entre la teoría y la práctica que tantas veces marca la política española. Mientras desde el poder se cuestiona el papel de las universidades privadas, desde el ámbito personal se confía en ellas para garantizar la mejor educación posible.
Es evidente que cada familia busca lo mejor para sus hijos. Sin embargo, cuando se ocupa el puesto más alto del Gobierno, esa libertad de elección está acompañada de una responsabilidad: la de predicar con el ejemplo.
Pedro Sánchez ha insistido en que su objetivo es reforzar la calidad del sistema universitario. Pero mientras no demuestre coherencia entre su discurso y sus actos, su mensaje seguirá percibiéndose como una muestra más de oportunismo político. Y, en política, pocas cosas resultan más devastadoras que la falta de coherencia.
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