Mentiras y Solución

Por desgracia la política española no progresa, sino regresa. Es decir, que va hacia atrás, a peor. El problema  es que los políticos mienten cuando dicen una cosa y hacen justo lo contrario, como ya es costumbre. Sin embargo, el problema real, en mi modesta opinión, no es que lo hagan, sino que  puedan hacerlo.

Parece que no se aprende en España. Este país está lleno de gente valiente, a la que no se puede derrotar por la fuerza, pero desde nuestros primeros tiempos siempre nos ha podido la traición.

Pensemos en Viriato y su muerte a manos de sus capitanes; pensemos en el Conde don Julián, que trajo a los musulmanes de África, causando la ruina de la España Visigoda; pensemos en el Generalísimo Manuel Godoy, que permitió la entrada del ejército francés en tránsito hacia Portugal, en lugar enfrentarse a él a lo largo de nuestros sistemas montañosos, que los gabachos nunca habrían podido franquear; pensemos en el Rey Fernando VIIº, que traicionó a su padre el Rey y luego al pueblo español.

 Que le había llamado primero El Deseado, pero que ha pasado a la historia como El Rey Felón, es decir, el traidor, apodo que le hace estricta justicia; pensemos en los partidos socialista y comunista, que traicionaron los principios y la ley de la Segunda República Española al negar los derechos básicos al ciudadano por medio de leyes como la Ley de Defensa de la República y la no persecución de los criminales que quemaban iglesias desde el principio de aquel régimen político, y que asesinaron a más cristianos que todos los emperadores romanos juntos a lo largo de la historia…, y así un largo etcétera. Por eso podemos asegurar que España venció siempre a todos sus desafíos, excepto al de la traición.

Hoy en día sabemos que a los tres hombres más cercanos al Presidente del Gobierno los investiga la justicia, mientras que el propio Presidente intenta quitarle la instrucción de las causas a los jueces para dársela a los fiscales, como ocurre en otros países, como Estados Unidos. Pero en ese país los fiscales son independientes, y los elige el propio pueblo, según su distrito, y no el gobierno, ni mucho menos el Presidente. Parece que el nuestro quiere serlo para siempre.

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Pero para mí ese no es el problema más grave. Es mucho más importante que a los políticos de España no los puede investigar cualquier juez. Solo el Tribunal Supremo, pero únicamente si tiene permiso del Congreso de los Diputados.  Y si lo pidiere y el Parlamento no lo otorgare, el sujeto a investigar quedaría eximido de todos los cargos que se le pretendiesen imputar, por ley. Eso es lo que la gente no sabe, pero el Supremo sí, y por eso de nada acusa al Presidente actual del gobierno, en espera de tiempos mejores, y confiando en que los supuestos delitos no prescriban.

Y eso ocurre por culpa de la constitución coja que tenemos desde que la aprobamos por referéndum en 1978 bajo la falsa promesa de que se trataba de democracia. No obstante, la democracia es el gobierno del pueblo, y este no tiene nunca nada que decir cuando se elige a las personas que luego se pueden votar en una lista de un partido determinado. La constitución dice que cada uno de ellos, los partidos políticos, tienen que ser democráticos, pero no lo son: los dirigentes deciden personalmente quiénes estarán en la lista, y quiénes no.

Por lo tanto los candidatos no favorecen luego al pueblo por medio de sus decisiones y sus votos en el Congreso, ni son las personas más capacitadas para cada tarea, sino los más próximos a la persona que dirige cada partido, o más fieles a la ideología del mismo.

Mientras tanto parece que la conducta del actual gobierno de España ha demostrado ya que Francisco Franco fue el español más importante de nuestro país en el siglo 20, y que Pedro Sánchez lo es en el siglo 21, al menos hasta ahora. El primero conquistó el país tras una guerra civil, y el segundo por medio del retorcimiento del estado de derecho que procede de la Constitución de 1978, que tiene muchos defectos, y cuyas virtudes no se siguen ni se atienden.

En realidad no hay solución fácil. Solo es posible salvarse de este régimen político traidor y corrupto por medio del no voto, y dejar que todo se pudra hasta el fondo, de modo que el ciudadano de a pie vea que la situación ya no se puede soportar y se fuerce un cambio de régimen a un sistema político en el que el voto que decida no sea el de las minorías cuyos votos necesite un político determinado para convertirse en Presidente del gobierno para que luego no pueda hacer nada de lo que deseaba hacer porque sus compañeros de viaje no se lo permiten.

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España necesita la democracia, y la necesitamos ya. Cómo conseguirla exige que el pueblo deje de fiarse de los partidos políticos que no gestionan nuestro bienestar, sino el suyo, y que dejen de ideologizarnos a nosotros, pues la ciudadanía española no necesita indeologizarse ni engañarse con teorías ilusorias, sino que se resuelvan nuestros problemas comunes. España una vez fue grande e importante.

Ahora los enemigos de España han entrado en nuestro parlamento con el chantaje del cese del terrorismo, y por lo tanto ahora nos arriesgamos a perder nuestra patria. Se puede pensar que la patria es algo que está pasado de moda, pero la patria es el suelo común donde se realizan las acciones necesarias para nuestro bienestar y progreso comunes.

Y ser progresista es mucho más que decirlo. El partido socialista dice que ellos son progresistas, pero siempre que han estado en el poder ha habido regreso, que es lo contrario del progreso, demostrando así que el partido socialista no es progresista, sino regresista. 

El Partido Popular no es mejor: nunca han derogado ninguna de las leyes regresistas de los socialistas, y por lo tanto también el PP es regresista. Por eso urge que la ciudadanía exija a nuestros partidos políticos que sean progresistas y se preocupen solo del bienestar de los españoles y de España. Porque buscar el suyo propio debe ser declarado crimen de estado castigado por la ley con severidad.

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