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La destrucción de España se hace cada día más evidente. Los numerosos incendios que asolan nuestra Patria, provocados en muchos casos por pirómanos pagados, han puesto de manifiesto un doble fracaso que no puede ocultarse
Noticias26 de agosto de 2025 AE
La destrucción de España se hace cada día más evidente. Los numerosos incendios que asolan nuestra Patria, provocados en muchos casos por pirómanos pagados, han puesto de manifiesto un doble fracaso que no puede ocultarse: Por un lado, el fracaso de las autonomías, convertidas en simples oficinas de colocación de cientos de miles de inútiles e incompetentes que no aportan nada al bien común, pero que se perpetúan en el poder para seguir formando parte de la casta política.
Y por otro lado, el fracaso absoluto del gobierno de Pedro Sánchez, que, en lugar de defender el interés nacional, aplica sumisamente las políticas globalistas dictadas desde fuera, favoreciendo así la extensión de los incendios y dejando a España en una situación de indefensión y ruina.
El fracaso de las autonomías: Un millón ochocientos mil empleados públicos
Las autonomías fracasadas representan el mayor lastre para la unidad y la prosperidad de España. Con más de un millón ochocientos mil empleados públicos, el sistema autonómico se ha convertido en una maquinaria burocrática que solo engorda a una casta política incompetente, mientras la nación se hunde en la deuda, el desempleo y la desmoralización social. Una cifra que pone de manifiesto que las comunidades autónomas se han transformado en auténticos parques temáticos de enchufados.
Este ejército de funcionarios, la mayoría innecesarios, consume recursos que deberían destinarse a mejorar la sanidad, la educación o la seguridad de los españoles. Sin embargo, se utiliza para sostener estructuras políticas obsoletas y proyectos ideológicos alejados de las necesidades reales de los ciudadanos.
El modelo territorial, que en su día fue presentado como una fórmula para acercar la administración a los ciudadanos, se ha transformado en un monstruo ineficaz. Las autonomías funcionan como oficinas de colocación de parásitos políticos, incapaces de ofrecer soluciones reales a los problemas de la sociedad española.
El resultado es evidente: mientras el empleo privado se estanca y la economía se resiente, el único crecimiento que se registra está en el sector público. Cada vez más españoles buscan ser funcionarios, confirmando el viejo refrán: “hay dos clases de españoles, los que son funcionarios y los que quieren serlo”.
La casta política de las autonomías
El fracaso de las autonomías fracasadas no es solo económico, sino también moral y político. La casta autonómica se ha convertido en un ejército de mediocres e incompetentes, incapaces de sobrevivir en el sector privado y sostenidos únicamente por los impuestos de los españoles que producen.
Cada comunidad autónoma mantiene sus propios parlamentos, consejerías, televisiones públicas, defensores del pueblo, oficinas inútiles, chiringuitos y un sinfín de organismos duplicados que no sirven más que para engordar a partidos políticos y a sus amigos. Todo este gasto desmesurado ha sido pagado con deuda pública y con el sudor de millones de trabajadores españoles.
El sistema autonómico ha dejado de ser un instrumento de servicio público para convertirse en una red clientelar que garantiza el poder de los partidos y la obediencia de quienes dependen de esos sueldos. Es una auténtica dictadura partitocrática encubierta, disfrazada de democracia autonómica.
Autonomías como instrumento de división
Las autonomías fracasadas no solo han fracasado económicamente, también han erosionado la unidad nacional. Cada comunidad legisla en materia de educación, sanidad o impuestos, generando desigualdad entre españoles y fomentando un separatismo que amenaza con destruir España desde dentro.
En lugar de ser un instrumento de cercanía al ciudadano, las autonomías han generado fronteras internas, divisiones culturales y enfrentamientos territoriales. Se han convertido en el mejor aliado de quienes quieren romper España.
El caso de Cataluña y el País Vasco son los ejemplos más claros: el modelo autonómico ha servido de plataforma para el independentismo, financiado con dinero de todos los españoles. La descentralización no ha acercado el poder al pueblo, sino que lo ha entregado a élites locales sectarias y corruptas.
Sánchez, un gobierno traidor y globalista
El fracaso de las autonomías fracasadas se agrava con un gobierno central dirigido por Pedro Sánchez, que actúa como ejecutor obediente de la agenda globalista. Lejos de corregir el desastre autonómico, lo alimenta, lo fortalece y lo utiliza para debilitar aún más la unidad de España.
Cuando el país arde en llamas, literalmente, Sánchez niega ayudas a las autonomías afectadas y se somete servilmente a las órdenes de Bruselas y de intereses ajenos a España. Su sectarismo le lleva a gobernar solo para sus socios separatistas, comunistas e independentistas, ignorando las necesidades del conjunto de los españoles.
Sánchez y la hoja de ruta globalista
El gobierno de Sánchez no es neutral en este proceso: es cómplice activo. Su entrega a Marruecos, su sumisión a Bruselas, su complicidad con la agenda 2030 y su rendición ante separatistas e independentistas forman parte de un plan deliberado para liquidar España como nación soberana.
El fracaso de las autonomías fracasadas se convierte así en una pieza más de un engranaje globalista diseñado para debilitar los Estados-nación y reemplazarlos por estructuras supranacionales controladas desde fuera.
España, bajo Sánchez, se ha transformado en un laboratorio de ingeniería social y política, en el que las autonomías actúan como herramientas de división interna.
Doble drama
España se enfrenta hoy a un doble drama: un Estado autonómico que funciona como un cáncer burocrático y un gobierno central que actúa como verdugo de la soberanía nacional. La destrucción de España no es un accidente, sino una estrategia calculada.
El modelo autonómico está agotado. Las autonomías fracasadas han demostrado ser un cáncer para España: engordan a una casta política inútil, dividen al país, arruinan la economía y destruyen la soberanía.
Pedro Sánchez, con su traición a la nación y su obediencia a intereses globalistas, es el rostro visible de esta demolición programada. Su gobierno no corrige los excesos autonómicos, sino que los multiplica.
España no puede seguir sosteniendo a una casta política parasitaria ni permitir que un gobierno globalista entregue la patria. El tiempo se agota y la historia nos juzgará.
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