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El fanatismo climático en Europa está muriendo. Las políticas verdes fracasan, las promesas alarmistas no se cumplen y los ciudadanos despiertan ante un engaño que solo trae ruina económica y social
Noticias03 de octubre de 2025 AE
En 2018, Donald Trump alertó en la ONU que Alemania se haría “totalmente dependiente de la energía rusa” si continuaba con el Nord Stream 2. Los dirigentes alemanes se rieron en su cara. Cinco años después, el tiempo le ha dado la razón.
La estrategia verde basada en molinos de viento y placas solares, compensada con gas ruso barato, se derrumbó. Sin el gas de Moscú, la transición energética es imposible. El fanatismo climático en Europa está muriendo porque nunca fue viable.
Los políticos alemanes, que creían ser visionarios, ahora enfrentan una emergencia económica y social sin precedentes. Se quedaron sin energía barata y sin alternativa real.
Un discurso demoledor contra el fraude climático
En su reciente intervención en la ONU, Trump fue contundente:
“Las energías renovables son un chiste. No funcionan. Son demasiado caras. Los molinos de viento son patéticos y la energía más cara jamás concebida”.
Trump recordó que la ONU lleva décadas profetizando desastres climáticos que nunca llegaron. Desde 1982 anunciaban catástrofes irreversibles, pero nada ocurrió. Las predicciones fallaron y el negocio verde quedó desenmascarado.
El expresidente señaló que Europa redujo un 37 % sus emisiones a costa de destruir empleo y cerrar fábricas, mientras China aumentó un 54 % su contaminación. Resultado: ruina en Europa y riqueza en Asia.
El climatismo en Europa está muriendo porque no protege el medio ambiente, solo transfiere industria y riqueza a potencias extranjeras.
La caída de los Verdes y el hartazgo ciudadano
Los ciudadanos ya no se creen el cuento verde. En Alemania, Los Verdes pierden apoyos incluso en sus bastiones. Los alcaldes ecologistas caen derrotados, y movimientos como Viernes por el Futuro pasan de movilizar multitudes en 2019 a reunir apenas unos miles de jóvenes despistados.
En Berlín, los organizadores hablaron de 4.300 asistentes a una protesta climática, pero la policía apenas contó 3.000. En Hamburgo, solo 2.500. En toda Alemania, menos de 50.000 personas. En 2019, eran cientos de miles.
La gente está harta de pagar facturas de electricidad cuatro o cinco veces más altas que en China por culpa de políticas verdes que solo benefician a burócratas y tecnócratas. El fanatismo climático en Europa está muriendo porque dejó de ser un movimiento popular y se convirtió en un dogma impuesto desde arriba.
El fanatismo climático: una ideología diseñada para otro tiempo
El climatismo siempre tuvo dos pilares:
Una narrativa histérica de miedo al apocalipsis climático.
Una transición energética destructiva basada en molinos y placas.
Pero ambos círculos nunca se tocaron. Los activistas pedían más histeria, los tecnócratas imponían más ruina, y juntos fabricaron una maquinaria incoherente que hoy se descompone.
El fanatismo climático en Europa está muriendo porque su estructura ideológica ya no convence a nadie. Los ciudadanos ven cómo sus gobernantes destruyen empleos, arruinan industrias y elevan impuestos mientras China, India y otros países siguen creciendo con carbón y gas.
La izquierda abandona el clima y busca nuevas causas
La propia izquierda ya no cree en el clima como bandera movilizadora. Las pancartas de Viernes por el Futuro hoy hablan más de “justicia climática”, Gaza, anticolonialismo o ideología de género que de medio ambiente. El movimiento verde se fusiona con la sopa de protestas de siempre: feminismo radical, agenda trans, ataques a “los ricos” y odio a Occidente.
Incluso Greta Thunberg se ha desplazado hacia otros temas, dejando vacío el espacio que en 2019 parecía inamovible.
El climatismo en Europa está muriendo porque ni siquiera sus antiguos líderes lo consideran ya prioritario.
El fracaso económico de las políticas verdes
Las facturas de electricidad en Europa triplican a las de Estados Unidos. Las fábricas cierran y el desempleo aumenta. La llamada transición ecológica no salvó el planeta, solo destruyó la prosperidad de millones de europeos.
La huella de carbono se convirtió en excusa para justificar impuestos y restricciones. Pero en términos globales, el impacto europeo es irrelevante. Mientras tanto, las naciones que se negaron a aceptar el dogma climático siguen creciendo y acumulando poder.
El climatismo en Europa está muriendo porque resultó ser una estafa económica disfrazada de moral ecológica.
Fin de la farsa climática
El climatismo en Europa está muriendo. No lo dicen solo las urnas, las calles vacías o las facturas de luz inasumibles. Lo demuestra el fracaso total de una ideología incoherente que destruyó riqueza y no salvó nada.
Europa debe abandonar el dogma verde y recuperar políticas basadas en la razón, la soberanía energética y la defensa de su industria. De lo contrario, seguirá condenándose a la decadencia mientras otros países se fortalecen.
Es hora de decirlo alto y claro: El fanatismo climático en Europa está muriendo y con él muere uno de los mayores engaños de la historia moderna.
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