
“A las personas no les molestan las cosas, sino las opiniones que les dan a esas cosas” Epicteto, Enquiridión (Capítulo 5).
Sigue vivo FRANCO, con sus luces y sombras, lo han resucitado los brujos y brujas de un populismo mafioso, corrupto y violador de un socialismo histórico. Y la democracia, humo
Opinion 20 de noviembre de 2025 JOSÉ JUAN CANO VERA
No queremos ahondar en una historia de infierno de las mano de un Dante desquiciado, pero los vividos, siglos de violencia extrema de sangre y horror y maniqueísmo con guerras civiles desde el año 711 con el desembarco árabe –musulmán− dicen que por una cuestión de faldas del godo don Rodrigo– hasta nuestras guerras carlistas en el siglo XIX y millones de tumbas abiertas desde el 36 hasta el 1945, monarquías fallando −escribo fallando− y republicanos incubando venganzas, dio paso a dos dictaduras, la primera con apoyo socialista, y la franquista marcando el paso a un golpe de estado camino de un genocidio por ambas bandos.
Se cumplen este jueves cincuenta años del fallecimiento del general FRANCO, cuarenta gobernando con el apoyo de las democracias occidentales, las mismas que se olvidaron de la segunda República finalmente con perfil social-comunista, como los separatistas catalanes y vascos, estos negociando con el Vaticano, que se lavaba las manos.
Sigue vivo FRANCO, con sus luces y sombras, lo han resucitado los brujos y brujas de un populismo mafioso, corrupto y violador de un socialismo histórico. Y la democracia, humo.
Un populismo que conduce al país a otra ruptura que empieza a ser crónica, nada menos que de las manos ensangrentadas del terrorismo ETARRA, sus herederos, una banda con cerca de mil asesinatos, incluyendo niños, mujeres y ancianos.
Cuidado, en poco menos de cien años fueron asesinados 5 presidentes del Gobierno, cinco, PRIM, CANOVAS, CANALEJAS, DATO Y CARRERO BLANCO, a esta matanza se suma, diez intentos incluyendo al rey ALFONSO XIII el día de su boda, AZNAR, y no olvidemos que la mecha de la guerra civil se metió fuego con el asesinato de CALVO SOTELO, organizado desde el gobierno republicano, todos ellos en circunstancias escandalosamente extrañas, el mismo método que se usó con NIN el joven marxista incómodo, como TROSKY, y el caso oscuro del líder sindical e inteligente, DURRUTI, el héroe de mi padre y poeta.
Desde la Constitución de las Cortes de Cádiz, la PEPA, los partidos políticos, salvo excepciones puntuales cortas han generado lo peor que llevan dentro, y la monarquía bajo el manto brutal del FERNANDO VII que presumía de un pene descomunal, y el matriarcado de ISABEL II y sus bastardos.
Nos quedamos con los siete años de la RESTAURACION, luego el sistema voló por los aires. Hasta ayer, hoy en una crisis institucional donde la justicia sufre el acoso de un fascismo de izquierdas y las intoxicaciones de unas cadenas de TV mercenarias que pagamos todos. EL SISTEMA, esta es la cuestión, se derrumba, y sacan a Franco como al CID muerto en su última batalla. Lo explico en este capítulo de mi último libro, “DIARIO DE UN TAXISTA” (Ver Informe al final de este artículo)…
EPÍLOGO.- Hace unos meses en un encuentro de analistas que asesoran a los mandos de la NATO, en Ronda, se nos planteó un supuesto con una pregunta algo capciosa y abrumadora, un disparo ¿qué hubiera ocurrido si la guerra civil española la hubiera ganado el bando republicano cuyo gobierno estaba integrado por socialistas de Largo Caballero, comunistas con la máxima influencia y anarquistas?
La respuesta fue un setenta y cinco por ciento unánime, España hubiera entrado en la órbita rusa, STALIN, en la guerra mundial y en una crisis social irreversible, y ajusticiamiento, represalias del enemigo y finalmente aislada por el mundo occidental, Europa no puede tener a sus espaldas una nación tipo Venezuela o Nicaragua o Méjico.
O tener en un país una región, y más, un país donde los MAYORES DE 65 AÑOS sufren una media de diez robos, hurtos y agresiones diarias. Personas de la tercera edad han sido víctimas de 400 atracos, la cifra más alta de la década, que el número de jubilados perjudicados por la delincuencia internacional aumenta peligrosamente, y que la violencia de género es una epidemia inaguantable, como los okupas que andan desbordándose, y los SANTOS CERDAN la mano derecha de Pedro Sánchez forrándose −25 millones− en Marruecos a quienes hemos entregado el Sahara, y sus compañeros de fatiga los narcotraficantes que se pasean por el Estrecho de Gibraltar y matan guardias civiles.
«FRANCO, EL GENERAL ANTISISTEMA»
“DIARIO DE UN TAXISTA”
Cansados, fatigados pero capaces de seguir digiriendo historias reales, cuando salíamos de EL FERROL, a Paco se le ocurre ir a visitar el Pazo de Meirás, residencia de verano de la familia Franco el nido de la intimidad más apacible de un militar que pinta cuadros, marinas y navega porque Franco siempre deseó ser de la Armada, no de tierra o de la aviación como su hermano republicano que pilotó un aparato, PLUS ULTRA en un viaje histórico Madrid-Buenos Aires. Franco hubiera sido un buen capitán de navío o quizás almirante porque los marineros es gente especial, nos gusta el peligro haya calma o tormentas o danas.
Conocí a Francisco Franco −al que llamaban lo socialistas PACO EL RANA, por lo de los pantanos− en tres ocasiones, dos en el palacio de la ISLA, en BURGOS en donde desayunaba de regreso a EL PARDO, desde el País Vasco, y años después en su despacho, acompañando a TORCUATO FERNANDEZ MIRANDA vicepresidente del Gobierno, luego depurado porque se oponía frontalmente a la merienda de negros de las comunidades autónomas, al menos de cinco transferencias.
Y en otra ocasión con ALEJANDRO RODRIGUEZ DE VALCARCEL así mismo presidente del Consejo del Reino, que pudo ser presidente del Gobierno cuando el jefe del estado se moría lentamente en su cama, un castellano bueno, falangista romántico y sensato y buen negociador. Sus amigos le llamábamos Alechu, cuando tuve problemas con sus camaradas burgaleses por un sucio negocio de casas militares, me ayudó a salir de la pelea.
Nosotros los españoles que vivíamos en Marruecos pasábamos de política, llegué con cinco años, hasta los 27 amparados por los militares, estábamos en un país ocupado, el RIF donde murieron, en guerra, unos 20.000 soldados con sus mandos incluyendo generales,lo peor fue en la batalla de ANNUAL y en la bahía de ALHUCEMAS, Franco evitó la caída de Melilla con los legionarios, los regulares y las méjalas guerrilleras. Llegó la paz y España se comportó llevando sanidad, cultura social y afecto humano, mi padre, poeta, enseñaba hasta canto y hasta deportes.
Es difícil hacer historia de una guerra civil sanguinaria y odio, y hacer un análisis de la política franquista porque tuvo equipos y algunos excelentes,en y después de la guerra con sus represalias donde fueron fusilados unos CIEN MIL ESPAÑOLES civiles por los dos bandos, militares posiblemente el millón.
La secuela es complicado de dar en el clavo porque si la guerra hubiera terminado con victoria de las izquierdas manipuladas por el comunismo radical y estalinista, hubiéramos participado en la segunda guerra mundial al lado de los aliados,Franco no lo hizo, ni siquiera lo intentó en los conflictos del Sahara, Ifni y Guinea Ecuatorial, no solo por prudencia sino porque nuestras fuerzas armadas estaban en inferioridad manifiesta en material, medios y hombres, y los Estados Unidos en contra, como a fecha de hoy 2025.
Y Franco, lo demuestran los hechos, trató de levantar un país arruinado. Nunca he entrado en la ira de los derrotados, ni en el triunfalismo de los otros, pero acabo de leer una excelente historia por objetiva de dos grandes historiadores que me ha enseñado a entender lo que paso y aun ocurre.
El libro se titula simplemente FRANCO y sus autores, STANLEY G.PAYNE y JESUS PALACIOS. Un relato de 800 páginas que trata de descubrir la verdad en una actualidad convulsa donde se pretende volver a un pasado de sangre y horror, la crisis española a finales de 2025 regresa al pasado no cambiando el sistema caduco sino montando una dictadura. Es un libro con pedagogía, imparcial, basta leer un largo párrafo y llegar a la conclusión que nos han bombardeados con miles de bulos y hacer de la historia una cloaca. En síntesis Franco siempre fue un antisistema de una democracia, dos siglos, sin demócratas, ni líderes, ni reyes…
Á finales de 1957 Carrero puso sobre la mesa un plan coordinado de aumento de la producción nacional, propuesto para intensificar la autarquía, dejando de lado la poderosa corriente de Europa occidental hacia la cooperación internacional. Por el contrario, los nuevos ministros de Economía y sus colaboradores se sentían mucho más atraídos por las oportunidades del mercado internacional, y tras una fase de reticencia inicial, Navarro Rubio convenció a Franco para que aceptara un nuevo modelo que equilibrara la economía para que España pudiera prosperar en el futuro.
Con el Plan de Estabilización de 1959, la peseta se devaluó de 42 a 60 respecto al dólar (su verdadera paridad en el mercado libre), y a finales de año, dieciocho agencias estatales se suprimieron junto con numerosas regulaciones y restricciones. Se abolieron los aranceles para 180 productos clave, que sumaban casi la mitad de todas las importaciones, pero se mantuvieron las restricciones sobre productos menos esenciales a fin de proteger el cambio de moneda.
Los procedimientos de inversión se hicieron más sencillos y menos restrictivos, y se permitió que la inversión extranjera ascendiera hasta un 50 por ciento del capital de cualquier empresa. Con esto no se estableció un mercado completamente libre, pues quedaban muchas barreras, pero buena parte del sistema de autarquía fue eliminado de un plumazo.
Y pese a que momentáneamente la reforma produjo un sobresalto en muchos ciudadanos de a pie (el desempleo creció y durante un año la renta real bajó), se alcanzaron rápidamente varios objetivos, y para finales de 1959, el gobierno había acumulado un superávit de 100 millones de dólares. La inversión extranjera subió de 12 millones de dólares en 1958 a 82,6 millones en 1960, mientras que en el mismo período de dos años el número de turistas extranjeros se dobló, pasando de tres a seis millones anuales, y seguiría creciendo de manera sostenida desde entonces.
El turismo se convirtió en la principal industria y en una de las fuentes básicas de ingresos del país. Los ministros tecnócratas también introdujeron un nuevo estilo de gobierno, abandonando la retórica barroca y el dogmatismo ideológico de sus predecesores, y discutieron los problemas con un lenguaje directo y práctico que reflejaba el carácter de sus políticas. En 1960 se creó un nuevo sistema arancelario y, dos años después, el gobierno nacionalizó elBanco de España. La modesta reforma fiscal de 1964 simplificó el sistema y lo hizo algo más progresivo. El primer Plan de Desarrollo de España comenzó ese mismo año.
Los últimos veinticinco años de la vida de Franco (desde 1950 hasta 1975) fueron los de mayor y más rápido crecimiento económico de toda la historia de España, con una mejora sostenida del nivel de vida en todos los sectores de la sociedad, si bien unos prosperaron más que otros. Como hemos dicho, solo Japón consiguió un crecimiento proporcional superior en dicho período.
Con la llegada de los años sesenta, el régimen de Franco ya había inventado, o si se prefiere, ya había anticipado, lo que veinte años después sería «el modelo Chino»: animar la economía libre empresarial y la integración en la economía internacional en un proceso coordinado con el capitalismo estatal, mientras se mantiene un sistema político autoritario. Las dos principales diferencias radican en que en la España de los sesenta había más libertad que la que existiría en China muchos años después, mientras que la proporción de capitalismo estatal fue mucho menor en España.
Con la excepción de la nacionalización del Banco de España y de algunas otras entidades financieras, el sistema bancario y las cajas de crédito y ahorro siguieron en manos privadas.
Entre los años 1961 y 1964 el crecimiento se disparó y el PIB alcanzó el 8,7 por ciento anual, mientras la inflación se mantenía por debajo del 5 por ciento. Muchos aspectos de la política económica se expusieron abiertamente al debate público, e incluso a cierto grado de crítica, en contraste con la censura del régimen durante las dos primeras décadas. La inversión extranjera y el crecimiento de las exportaciones eran las piedras angulares, al tiempo que la industria turística española se convertía en una de las más importantes y eficientes del mundo, al atraer a 21 millones de visitantes al año desde los últimos años de la década, y sin que se pusiera límite a tal crecimiento.
Entre los años 1960 y 1974 la inversión extranjera directa alcanzó los 7.600 millones de dólares. De ellos, casi 5.000 millones se invirtieron en terrenos y en compra de propiedades (buena parte para el comercio turístico), más de 2,000 millones en empresas comerciales e industriales, y el resto, en la Bolsa española. Los créditos y los bonos del extranjero añadieron un total de 1.000 millones de dólares. La in versión extranjera se dirigió principalmente a la expansión de la industria automovilística, la electrónica y la industria química. Y para cuando Franco murió, el 12,4 por ciento del capital de las 500 empresasindustriales más importantes del país procedía del extranjero.
La nueva política restringía la inversión estatal en el INI, pero no la suprimía, por lo que continuó creciendo y manteniendo una posición dominante en varias industrias clave del sector público. Como holding o empresa estatal, el INI estaba mal coordinado y al final se fue convirtiendo en una estructura de apoyo para empresas obsoletas y poco eficientes. En los últimos años del régimen, se ocupó cada vez más de la minería y de los astilleros, procurando solventar las deudas crecientes de las empresas de tales sectores.
La administración del INI tenía aproximadamente 4.000 puestos ejecutivos en toda España; la mitad de ellos no eran más que enchufes o pagos por favores políticos o agradecimiento por los servicios prestados. Su falta de racionalización interna se fue haciendo cada vez más evidente con el paso de los años, generando una carencia que se añadía a un estancamiento relativo de algunas empresas esenciales y un aumento de las pérdidas. A partir de 1970 se hizo un mayor esfuerzo para reorganizar y reformar el INL.
España siguió manteniendo una política arancelaria elevada dos veces y media superior a la de las naciones industrializadas y casi dos veces más alta que la de Japón. Los nuevos procedimientos introducidos en 1967 hicieron, una vez más, que algunas políticas económicas fueran más restrictivas, y se precisaron nuevos ajustes, cada vez más difíciles de lograr según se debilitaba la salud Franco y su apoyo a los cambios se volvían menos claros. No obstante, en 1970-1971 se produjo una nueva liberalización.
Desde 1966 hasta 1971 la tasa de crecimiento se había reducido a un 5,5 por ciento anual, pero partiendo de una base mucho más alta, y durante los tres años siguientes se incrementó, En conjunto, la tasa media anual de crecimiento en el período 1960-1974 fue del 7,2 por ciento. En 1969 el país ocupaba el duodécimo lugar en el mundo en cuanto a producción industrial, y después ascendió hasta el undécimo. En 1971, durante un breve período de tiempo, España ocuparía el cuarto lugar en la construcción de barcos en el mundo”.
Sin embargo, la agricultura seguía descuidada. Durante algún tiempo España continuó padeciendo el tradicional doble problema de los cientos de miles de campesinos sin tierras, sobre todo en el sur, y un número casi igual de minifundios improductivos, principalmente en el norte.
Durante varios años el Instituto Nacional de Colonización proporcionó tierras propias a más de 20.000 campesinos (y el propioFranco invirtió una pequeña suma personal en la empresa), pero esto solo consiguió arañar la cáscara. La concentración de pequeñas propiedades en unidades más productivas era también una cuestión apremiante. El Servicio Nacional de Concentración Parcelaria, fundado en 1952, concentró alrededor de cuatro millones de hectáreas de minifundios, alrededor del 10 por ciento de la superficie cultivable de España.
Pero no bastó para resolver el problema, y un estudio de 1965 reveló que el 48 por ciento de los propietarios de tierra ganaban menos que los agricultores, cuyos salarios habían aumentado espectacularmente. La concentración parcelaria no se resolvería hasta años después de la muerte de Franco.
Las referencias de Franco en la historia de la ecología de España fueron desiguales. Aunque su régimen siempre persiguió el crecimiento económico, durante la Guerra Civil y en los primeros años posteriores se empleó una retórica que exaltaba la vida rural y de las provincias —especialmente de Castilla— como el alma de España y su cultura, lo cierto es que el campo se abandonó y el presupuesto para la protección ecológica y el sistema de parques nacionales —no muy alto en España— siguió disminuyendo.
Por el contrario, dos objetivos medioambientales en los que Franco insistió mucho fueron la reforestación y la construcción de pantanos. En la década de los setenta había logrado transformar una buena parte del desolado paisaje que tanto le había sorprendido cuando viajó por vez primera al centro de España en 1907. La reforestación extensiva terminó siendo, en términos relativos, uno de los proyectos más ambiciosos de este tipo en el mundo, al tiempo que la capacidad hidráulica se multiplicó por diez, con unas reservas de agua que crecieron rápidamente gracias a la construcción de pantanos: de los aproximadamente 4.000 hectómetros cúbicos se pasó a los más de 40.000 en el momento de su muerte.
El regadío también conoció una considerable expansión, a veces en conjunción con los numerosos proyectos hidráulicos —inicialmente, para beneficiar a los grandes propietarios—y con la construcción de pantanos y de pozos. A medida que España prosperaba, el presupuesto para los parques nacionales y para otras medidas de protección medioambiental pudo incrementarse. En cambio, el boom de la construcción de los años sesenta pasó por alto con bastante asiduidad las preocupaciones medioambientales.
La agricultura comenzó a recibir más atención en la década de los cincuenta. La emigración campesina aumentó considerablemente lossalarios de los jornaleros, mientras que el número de minifundios comenzó a disminuir a buen ritmo desde 1962 en adelante. A lo largo de la década siguiente, alrededor de medio millón de minifundios desaparecieron y las unidades medias de producción crecieron desde las quince hasta las dieciocho hectáreas.
A pesar del aumento de la productividad, la contribución de la agricultura al PIB se redujo —al igual que en otros países industrializados—, cayendo del 24 al 13 por ciento durante la década de los setenta (un porcentaje menor que en Italia), al tiempo que la población agraria activa descendía de los 4,9 millones a los 3,7 millones en torno a 1970, lo que tan solo suponía el 22 por ciento de la fuerza de trabajo.
Almería, tradicionalmente una de las provincias agrícolas más pobres, logró una espectacular transformación al especializarse en frutas y verduras invernales, cubriendo con plástico los cultivos, lo que generaba un microclima idóneo para la producción. Esto dio lugar a un importante aumento de la renta per cápita. Sin embargo, los problemas del infradesarrollo agrícola se mantuvieron en algunas partes del occidente y el sur peninsular.
Así pues, la verdadera revolución española no fue la convulsión colectivista de los años 1936-1939, sino la transformación de la sociedad y la cultura producida por la modernización económica del tercer cuarto del siglo XX, entre 1950 y 1975. A la muerte de Franco, el 40 por ciento de la fuerza de trabajo pertenecía al sector servicios (un reflejo parcial del gran crecimiento del turismo), el 38 por ciento a la industria y solo el 22 por ciento a la agricultura.
Dichos cambios generalizados transformaron la psicología social y cultural, lo que hizo que en España se reprodujera la mentalidad materialista y la cultura de consumo de masas del mundo contemporáneo occidental, aunque esto no fuera lo que el Caudillo deseara ni tuviera en mente.
La renta no solo se incrementó notablemente, sino que en buena medida se redistribuyó. En la década de los años cincuenta, la renta personal en España se distribuía de un modo menos equitativo que en el conjunto de la Europa noroccidental, aunque mejor que en Latinoamérica. Las estimaciones del aumento en el reparto de la renta nacional dedicada a sueldos y salarios varían algo, pero incluso las más bajas concluyen que se elevaron hasta un 20 por ciento, de modo que en 1975 alcanzaban la misma proporción que en otros países occidentales con el mismo nivel de desarrollo, y aumentarían ligeramente en los años posteriores.
La mejora en el nivel de vida no tuvo precedentes y la media de trabajo semanal se redujo de 48 horas en 1964 a 44 en 1975. El objetivo de Franco de lograr una mayor justicia social fue al fin alcanzado, aunque no se debiera a las políticas que al principio pretendió poner en marcha.
El sistema de la Seguridad Social comenzó a funcionar tímidamente en los años cuarenta, pero su implantación se aceleró y en 1964 ya se incluía a los campesinos, al tiempo que el abanico de servicios se amplió de manera considerable. Finalmente, en 1971 los pequeños comerciantes y trabajadores por cuenta propia (autónomos) también se incorporaron, y el sistema se volvió universal al año siguiente.
Se produjeron numerosas quejas de fraude en discapacidades y solicitudes de jubilaciones anticipadas, un tipo de problemas que tienen lugar en la mayor parte de los países desarrollados. Y pese a que el pleno empleo se debió fundamentalmente a la emigración de cientos de miles de trabajadores que se encontraban en otros países de Europa occidental, las leyes laborales protegían a los asalariados del despido arbitrario y libre, y garantizaban el empleo mientras la empresa siguiera operando.
La expansión educativa se aceleró, pese a que en 1966 el porcentaje del PIB dedicado a educación seguía siendo muy bajo en comparación con los países de Europa occidental. Pero pronto comenzó a crecer, llegando a doblarse el presupuesto estatal entre 1960 y 1970. En este último año, el Estado español, por primera vez en su historia, dedicaría un presupuesto más alto a educación que a defensa. En 1974, y también por vez primera en la historia del país, estaban escolarizados todos los niños en las escuelas de educación primaria, incluso en las inaccesibles zonas montañosas, y el número de universidades se dobló, llegando a alcanzar las veintidós.
La calidad educativa fue desigual, pero en cierto sentido era mejor cuando Franco murió que tras la «democratización» de la educación que llevaron a cabo los socialistas en la década siguiente, cuando se rebajaron los niveles de calidad y trabajo. La industria editorial florecía; el número de libros publicados en todo el mundo se duplicó entre 1955 y 1970, pero en España las cifras se cuadriplicaron, y crecieron de 4.812 a 17.727 títulos anuales, en parte gracias a la supresión de la censura que tuvo lugar en 1966.
Todo ello transformó de arriba abajo la estructura social. En 1950 apenas un tercio de la población podría haberse considerado clase media o clase media baja, y solo si se incluía en este grupo a los pequeños propietarios del norte. Por el contrario, una investigación de la Fundación para el Fomento y Estudios Sociales y de Sociología Aplicada (FOESSA), realizada en 1970 (el trabajo de este tipo más completo que se llevó a cabo en España), reveló que el 6 por ciento de la población se definía como clase alta o clase media alta, el 49 por ciento como clase media o clase media baja y alrededor del 45 por ciento decía pertenecer a la clase baja.
Aproximadamente el 40 por ciento de los trabajadores especializados se consideraban clase media baja, mientras que algunos sociólogos calculaban que las clases medias podían alcanzar hasta el 54 por ciento de la población. El siguiente estudio de FOESSA se realizó en 1975 y clasificaba a los cabeza de familia por estratos sociales y grupos ocupacionales: un 5 por ciento eran de clase alta y media alta, un 35 por ciento de clase media, un 20,3 por ciento de clase media baja, un 33,6 por ciento de clase trabajadora y el restan- te 6,1 por ciento eran «los pobres».
Aunque algunos analistas no se han mostrado totalmente conformes con dicha clasificación, no hay duda de que se había producido un cambio radical, pues las clases medias casi se habían duplicado y las clases bajas se habían reducido al menos una tercera parte.
En tal sentido, el objetivo de Franco de conseguir una mayor igualdad social se había conseguido parcialmente. En síntesis, en apenas dos décadas el panorama social en España cambió drásticamente, pasando de una acentuada proletarización a una extensiva y amplia clase media de la sociedad. Los españoles en general habían pasado de carecer de casi todo a ser propietarios, e incluso a tener una pequeña segunda vivienda de vacaciones.
Durante los últimos quince años de vida del Caudillo, España pasó a tener una sociedad moderna, industrial y próspera. Los grandes problemas endémicos del país, irresolubles durante los últimos cuatro siglos, comenzaban a arreglarse, lo que fue infinitamente más importante que hacer otro imperio, la otra gran ambición de Franco en 1939.
A finales de 1973, la renta per cápita había superado la barrera de los 2.000 dólares, cifra a la que López Rodó se refirió en una ocasión como elemento necesario para que la democracia tuviera éxito. En dólares reales, era la misma renta per cápita que tenía Japón cuatro años antes. España estaba ligeramente por delante de Irlanda y aventajaba bastante a Grecia (1.589 dólares) y Portugal (1.158 dólares).
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