Marruecos toma la delantera militar mientras Sánchez mira hacia otro lado

Marruecos ha escalado posiciones en el panorama militar internacional al alcanzar el puesto 18 entre los países con más carros de combate del mundo, según Insider Monkey. Con más de 900 tanques operativos, el reino alauita supera ampliamente a España, que apenas cuenta con 327 unidades, según el índice Global Firepower 2024, lo que la sitúa en el puesto 38 del ranking.

Este dato, lejos de ser anecdótico, refleja una tendencia preocupante: mientras Marruecos refuerza su capacidad armamentística con el claro objetivo de consolidarse como potencia regional, el Gobierno de Pedro Sánchez parece desinteresado en reforzar la defensa nacional, dejando a las Fuerzas Armadas con presupuestos limitados y sin un plan ambicioso de modernización.

 ¿El verdadero enemigo?
Aunque el discurso oficial sigue centrado en la “buena sintonía” diplomática, cada vez resulta más difícil ignorar la ambición territorial marroquí. Las reclamaciones sobre Ceuta, Melilla y, más recientemente, insinuaciones sobre las Islas Canarias, no son simples deslices políticos: forman parte de una estrategia de largo plazo, respaldada por una creciente inversión militar y un discurso nacionalista en ascenso en Rabat.

Marruecos no solo compra tanques. Ha adquirido sistemas avanzados, misiles, drones de ataque turcos y chinos, y mantiene estrechas alianzas militares con Estados Unidos e Israel. Esta carrera armamentista no está dirigida únicamente a Argelia. También es un mensaje velado (o no tanto) a España, que observa pasivamente mientras su vecina del sur multiplica su poder militar.

 Silencio ante la ofensiva energética de Marruecos
La ambición de Rabat no se limita al ámbito militar. Marruecos ha impulsado proyectos de prospección y extracción de petróleo en aguas cercanas a las Islas Canarias, en una zona que corresponde a la plataforma continental española. La maniobra, claramente invasiva, no ha provocado ninguna respuesta contundente del Gobierno español.

Pedro Sánchez, fiel a su estilo, guarda silencio mientras Marruecos avanza sobre recursos naturales que deberían protegerse como un interés estratégico nacional. ¿Por qué España no explota sus propios recursos energéticos? ¿Por qué seguimos dependiendo de terceros mientras tenemos potencial en hidrocarburos, energía nuclear y renovables?

La falta de una política energética soberana convierte a España en un país vulnerable, no solo ante las crisis internacionales, sino también ante los movimientos de actores regionales que aprovechan el vacío político para expandir su influencia y controlar recursos clave.

 Sánchez, entre la negligencia y el ridículo
El Gobierno español ha relegado la defensa y la soberanía energética a un segundo plano. Pedro Sánchez ha llegado incluso a declarar que "sobra el Ministerio de Defensa" y que preferiría "defender a España con banderas arco iris". Una frase que, más allá del simbolismo, refleja una profunda desconexión con la realidad geopolítica del país.

Mientras nuestros aliados aumentan su inversión militar y energética para proteger sus intereses, España sigue sin alcanzar el mínimo del 2% del PIB en defensa, ni muestra voluntad de explotar su propio subsuelo.

 Una falsa sensación de seguridad
Muchos se escudan en que España pertenece a la OTAN o posee armamento de última generación como los Leopard 2E, pero esto no basta. La falta de inversión, planificación y voluntad política nos deja expuestos ante escenarios que, lejos de ser hipotéticos, ya se están fraguando en nuestras fronteras marítimas y diplomáticas.

Marruecos no necesita un conflicto directo para ejercer presión. Basta con avanzar económica, militar y diplomáticamente ante la pasividad de un Gobierno que ha renunciado a defender lo que es suyo.

 España no puede seguir ignorando que su vecino del sur es también su principal desafío geoestratégico. Marruecos no oculta sus aspiraciones, y las cifras de tanques, drones, acuerdos militares y exploraciones petroleras lo confirman. Mientras tanto, Pedro Sánchez se aferra a discursos ideológicos vacíos, en lugar de actuar como un jefe de Estado que protege los intereses vitales del país.

La defensa y la soberanía energética no son negociables. Un país que no protege su territorio ni sus recursos está condenado a depender de quienes sí lo hacen.

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