Golfería institucional: Sánchez esconde la cabeza mientras su partido se pudre y Patxi culpa a la policía
Decir que se trata de una cacería mediática-policial sin aportar una sola prueba es, además de irresponsable, una peligrosa estrategia de deslegitimación del periodismo y las instituciones
En un momento político en el que la transparencia y la rendición de cuentas deberían ser principios inquebrantables, el PSOE —con Patxi López como altavoz— vuelve a escoger el camino de la desconfianza, el señalamiento y la estrategia del victimismo.
Las declaraciones del portavoz socialista en el Congreso, sugiriendo que los audios de Leire Díez podrían formar parte de un "montaje mediático-policial", no solo resultan insultantes para las instituciones del Estado, sino que representan un intento burdo y desesperado de encubrir lo que a todas luces es un escándalo interno de proporciones preocupantes.
El viejo truco de la conspiración
Patxi López no ha dudado en insinuar que las filtraciones, en las que se escucha a la periodista y militante socialista presuntamente acceder a información sensible de la Guardia Civil (UCO), podrían haber sido manipuladas. "Veamos qué es verdad", ha dicho, como si la realidad grabada y difundida —que hasta ahora no ha sido desmentida técnicamente ni judicialmente— mereciera el mismo estatus que una conjetura o un relato alternativo. Bajo esa lógica, cualquier prueba que perjudique al PSOE puede ser descartada si se etiqueta como "montaje". Es una forma cobarde de no enfrentar los hechos.
Pero lo más grave no es la evasiva, sino el blanco de su sospecha: la Policía. En lugar de asumir responsabilidades dentro de su partido, López recurre a esa vieja estrategia que tantas veces ha usado el nacionalismo más radical o los populismos de izquierda y derecha: culpar a las fuerzas de seguridad. Convertir a la Guardia Civil en sospechosa por hacer su trabajo o por ser víctima de filtraciones revela una preocupante falta de respeto institucional. ¿Hasta qué punto está dispuesto el PSOE a dinamitar la credibilidad del Estado con tal de no mancharse?
Hartos de montajes… pero incapaces de asumir la verdad
"La ciudadanía está harta de cacerías y montajes", dijo López, intentando capitalizar el hartazgo social contra las guerras sucias del pasado. Pero en este caso no estamos ante un montaje; estamos ante un audio, ante nombres propios, ante conversaciones perfectamente identificables. No hay cloacas aquí, hay micrófonos y, según todo indica, una trama de obtención de información sensible para fines políticos.
Decir que se trata de una cacería mediática-policial sin aportar una sola prueba es, además de irresponsable, una peligrosa estrategia de deslegitimación del periodismo y las instituciones. El PSOE no está siendo cazado: se está desangrando por su propio veneno interno, por su forma de operar en la trastienda, por su incapacidad para mantener a sus militantes alejados de redes de poder y favores.
¿Dónde queda la ética política?
La reacción de López es también una muestra de la degradación del discurso político. En lugar de condenar con contundencia la conducta de Leire Díez, en lugar de asumir con valentía la necesidad de limpiar las propias filas, el PSOE —a través de su portavoz— opta por sembrar dudas, acusar a quienes investigan o informan, y tratar de convertir una crisis de ética interna en una conspiración externa.
¿No es más honesto reconocer que se cometieron errores? ¿No es más digno separar responsabilidades políticas de las judiciales y actuar con firmeza en lugar de encerrarse en la trinchera? La apertura de un expediente informativo sin ninguna medida cautelar no es más que una maniobra cosmética. Lo cierto es que, hasta ahora, el PSOE ha actuado como si temiera a sus propios fantasmas.
La policía como chivo expiatorio
El intento de López de deslizar la idea de que estamos ante una operación policial contra el PSOE es aún más grave si se considera el contexto de erosión institucional que vive España. Si los políticos desacreditan a las fuerzas de seguridad cuando estas cumplen con su deber, si desde el Congreso se insinúa que hay conspiraciones contra partidos en el poder, se socava la confianza en el sistema democrático. Y eso no se puede permitir.
La policía no está para proteger ni atacar a partidos. Está para defender el marco legal. Si hay filtraciones, corresponde a la justicia aclarar su origen. Pero si hay pruebas comprometedoras sobre el uso de información sensible con fines partidistas, no se puede tapar todo con un discurso de victimismo.
Una cortina de humo indignante
Patxi López ha cruzado una línea peligrosa. En lugar de asumir el escándalo como una oportunidad para limpiar su partido, ha decidido arrastrar consigo a instituciones democráticas y medios críticos, acusándolos de ser parte de un complot. Es una actitud que recuerda a los peores años del "y tú más", del negacionismo político y del todo vale para no perder poder.
Pedro Sánchez, el desaparecido: cuando la corrupción salpica al PSOE, el presidente se esconde
Resulta imposible no señalar el silencio ensordecedor de Pedro Sánchez ante la sucesión de escándalos que golpean a su partido. Mientras los audios de Leire Díez revelan tramas internas preocupantes y los tentáculos de la corrupción tocan a figuras próximas al poder, el presidente del Gobierno opta por el mutismo, el victimismo de epístola personal y el escapismo político.
Y es que Pedro Sánchez, que en 2018 exigió la dimisión de Mariano Rajoy y forzó una moción de censura por mucho menos —por una sentencia que no señalaba responsabilidades directas suyas—, hoy guarda silencio cuando la sospecha cae directamente sobre su entorno y su partido.
¿Dónde está ahora aquel político que hablaba de "ejemplaridad", de "tolerancia cero" con la corrupción, de "limpiar las instituciones"? ¿Dónde está el Pedro Sánchez que exigía a otros que asumieran responsabilidades políticas por hechos menores frente a lo que hoy ocurre bajo su mandato?
La diferencia es tan clamorosa como cínica. Porque si aplicáramos la misma vara de medir que él aplicó a Rajoy, hoy mismo tendría que estar compareciendo para anunciar elecciones anticipadas. Porque no se puede gobernar un país escondido, mientras desde dentro del propio PSOE surgen grabaciones, tratos de favor, uso indebido de información confidencial, e intentos de manipular a los cuerpos de seguridad del Estado.
Sánchez no solo no ha dado la cara. Ha dejado que portavoces como Patxi López ensucien aún más el terreno, culpando a la policía y a los medios de lo que son, en esencia, los desmanes del propio partido. Es una golfería institucional de primer nivel: esconderse cuando se deben asumir responsabilidades, parapetarse tras comunicados vagos y, sobre todo, utilizar al Estado como escudo para protegerse políticamente.
España no necesita más cartas lacrimógenas ni más silencio cómplice. España necesita un presidente que actúe con la coherencia que una vez prometió. Y si no está dispuesto a hacerlo, lo mínimo que debería hacer es convocar elecciones. Por dignidad, por ética y por coherencia democrática.
La ciudadanía merece algo mejor que este tipo de cortinas de humo. Merece partidos valientes, que asuman responsabilidades. Y merece líderes que no conviertan a la policía en enemigo, solo porque se atreven a sacar la verdad a la luz.
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