El problema no es (sólo) el capo de la mafia, Pedro Sánchez, es la corrupción del sistema partitocrático
La corrupción generalizada del sistema partitocrático es tan intenso y extenso que no se arregla con la desaparición del capo mafioso, es necesario, mucho más para enderezar el universo de los valores subyacentes a la sociedad
La situación política actual no se explica únicamente por la presencia del capo de la mafia, Pedro Sánchez, en La Moncloa. Es un problema, pero no el origen del problema. La raíz es más profunda es la corrupción del régimen partitocrático. Una corrupción que ha podrido las instituciones, ha vaciado de valores la democracia y ha permitido que un personaje arrogante, cínico y sin principios gobierne el país.
Esa corrupción sistémica, estructural y transversal es la que ha hecho posible el golpe institucional que hoy sufrimos en España. Porque si la democracia ha sido asaltada desde dentro, es porque el sistema mismo está podrido.
El bipartidismo PP-PSOE: cuarenta años de corrupción disfrazada de democracia
Durante décadas nos han vendido el mito de la alternancia. Como si cambiar de partido fuera cambiar de rumbo. PP y PSOE son las dos caras de una misma moneda falsa, una maquinaria partitocrática construida para blindar el poder, no para servir a la sociedad.
Ambos partidos han practicado la mentira, la corrupción, el clientelismo, el amiguismo y el desprecio por la verdad. Han colonizado instituciones, medios de comunicación, tribunales, universidades. Han creado una red mafiosa de poder, donde la corrupción del sistema partitocrático ya no es una desviación, sino la norma.
El caso de Pedro Sánchez no es la excepción. Es el producto perfecto de ese ecosistema: sin principios, sin escrúpulos, sin moral. Su golpe de estado institucional no es un accidente. Es la consecuencia inevitable de cuarenta años de podredumbre.
Sin verdad, sin valores, no hay democracia posible
El mayor problema de España no es solo político. Es moral, social y cultural. Una sociedad no puede sobrevivir si se basa en la mentira, en la manipulación constante, en la destrucción de los valores fundacionales de la convivencia.
Y eso es, precisamente, lo que ha hecho el sistema partitocrático: ha eliminado del debate público la noción de verdad, ha vaciado las palabras, ha degradado las instituciones. La política ya no busca el bien común. Busca el poder y la corrupción. Punto.
La corrupción del sistema partitocrático ha convertido la democracia en una farsa. Y ha contaminado también a buena parte de la sociedad, acostumbrada a vivir bajo este modelo clientelar, sin exigir principios, sin reclamar verdad, sin defender valores.
Derrotar a Pedro Sánchez no basta: hay que desmontar el sistema
Incluso si mañana Pedro Sánchez cae, el problema seguirá vivo. Echar a Sánchez es necesario pero no suficiente. Y esto hay que decirlo con claridad. Porque el capo de la mafia no es más que una consecuencia. El cáncer es el régimen que le ha dado poder, que lo ha sostenido, que lo ha blindado.
La corrupción del régimen bipartidista es tan intensa y extensa que será muy difícil enderezar el universo de los valores subyacentes a la democracia como forma de gobierno y de vida. Esta afirmación, real y contundente, no deja margen de duda: la solución no es una simple alternancia electoral. Es una transformación profunda.
Hay que desmontar la arquitectura corrupta del sistema partitocrático. No hay otra salida. Reformar desde dentro no basta. Hay que restaurar la verdad, recuperar los principios morales y políticos que hacen posible la libertad.
El origen del mal: un sistema sin control, sin límites, sin alma
La partitocracia española ha creado un ecosistema donde el partido lo es todo. Las listas cerradas, la ausencia de representación real, la falta de separación de poderes y la colonización institucional lo han convertido en una oligarquía disfrazada de democracia.
¿Quién controla a los partidos? Nadie. ¿Quién elige a los candidatos? Las cúpulas. ¿Quién decide la agenda política? Las élites. ¿Dónde queda el ciudadano? En la periferia, como simple espectador.
La corrupción del sistema partitocrático no es solo económica. Es una corrupción del alma, de los fundamentos mismos de la democracia. Porque sin libertad, sin verdad, sin virtud, lo que queda es solo una simulación de gobierno representativo.
¿La solución? Restaurar los valores, destruir la partitocracia
No basta con una limpieza superficial. No basta con esperar elecciones. La sociedad española debe despertar y exigir una reforma radical del sistema político: Eliminación de las listas cerradas; Separación real de poderes; Fin del control partidista de los medios públicos; Reformulación del sistema electoral para devolver el poder al ciudadano; Protección constitucional de la vida, la familia y la verdad
Y, por supuesto, la desaparición del régimen bipartidista corrupto. Porque mientras la corrupción del sistema partitocrático siga viva, la democracia seguirá muriendo cada día.
El capo de la mafia, Pedro Sánchez, es un problema. Muy grave. Pero no es el único. Es un síntoma de un sistema sin alma, sin principios, sin control. Y ese sistema no se reforma: se sustituye.
La corrupción del sistema partitocrático ha destruido la democracia desde dentro. Ahora nos toca a nosotros reconstruirla desde la base: con verdad, con libertad, con principios. Porque si no hay verdad, no hay democracia. Solo tiranía encubierta.
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