Silvia Intxaurrondo pidió multar a medios que lanzaran bulos, es hora que la multen

En primer lugar, los ministros y altos cargos que han utilizado y promovido estos bulos deberían presentar su dimisión inmediata. La falta de ética y la instrumentalización de la mentira no son compatibles con el ejercicio honesto del poder

01 de junio de 2025 Salvador Gimenez
Silvia Intxaurrondo

En la España contemporánea, la distorsión de la realidad mediante la difusión sistemática de bulos se ha convertido en una herramienta habitual de ciertos sectores políticos y mediáticos para influir en la opinión pública. En este escenario, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su entorno han jugado un papel central en la propagación de falsedades deliberadas que buscan engañar a la ciudadanía, desacreditar a la oposición y proteger intereses particulares.

Entre los ejemplos más flagrantes se encuentra el caso del “bulo de la bomba lapa”, una noticia completamente falsa que fue difundida masivamente y utilizada políticamente para justificar ataques contra la Guardia Civil y la oposición política.

El “bulo de la bomba lapa”: una fabricación política con cobertura mediática
El núcleo de este escándalo es la noticia falsa sobre la supuesta existencia de una bomba lapa dirigida contra altos cargos del Gobierno. La información, inicialmente difundida sin pruebas sólidas, fue rápidamente desmentida, pero ya había cumplido su función política: sembrar alarma social y desacreditar a la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y a los partidos de la oposición.

Este bulo no nació de la nada, sino que fue impulsado activamente por medios y periodistas que, lejos de contrastar la información, optaron por amplificar la versión oficial sin escrúpulos. Entre los medios responsables destacan TVE, El Plural, Diario.es, Público, LaSexta y la Cadena SER, todos ellos con un sesgo político marcado hacia la izquierda y con una relación cercana al Gobierno.

En particular, El Plural jugó un papel clave en la difusión de esta falsedad. Periodistas como Luis Ángel Sanz y Pedro Vicente fueron algunos de los más activos en la propagación del bulo, lanzando titulares y reportajes que daban por cierta una amenaza que jamás existió. Su trabajo periodístico, en lugar de aportar rigor y verificación, fue una auténtica fábrica de desinformación, que generó un clima de alarma y desconfianza injustificada.

La responsabilidad de los medios: complicidad en la manipulación
Estos medios no solo se limitaron a publicar la noticia, sino que participaron en un linchamiento mediático contra la Guardia Civil, cuestionando su profesionalidad y poniendo en duda su compromiso con la ley. Esta campaña de descrédito se alinea con una estrategia política clara: erosionar la credibilidad de un cuerpo policial que, en ocasiones, ha resultado incómodo para el Ejecutivo por su papel en investigaciones contra la corrupción y otros delitos relacionados con el poder.

TVE, como medio público, tiene una responsabilidad aún mayor. Su falta de imparcialidad en la cobertura del caso es una muestra más del uso partidista de recursos públicos para la manipulación política. LaSexta y la Cadena SER, con sus programas de máxima audiencia, también contribuyeron a dar eco a la versión oficial sin ofrecer un análisis crítico ni ofrecer espacio para las voces discrepantes.

Pedro Sánchez y los ministros: uso consciente de la mentira para atacar
Más grave aún fue la actitud del propio presidente Pedro Sánchez y de algunos ministros que, con pleno conocimiento de que la amenaza era un bulo, aprovecharon esta falsedad para arremeter contra la oposición y para deslegitimar a la Guardia Civil. Esta instrumentalización política de la mentira supone no solo una traición a la ciudadanía, sino un abuso del poder que debería tener consecuencias legales.

Estos ministros utilizaron la falsa amenaza para justificar medidas restrictivas y para generar un clima de miedo y división, en un intento evidente de consolidar su posición política y desacreditar a sus adversarios. La gravedad de esta acción no puede ser subestimada: no solo se trató de un engaño masivo, sino de un atentado contra la verdad y contra la convivencia democrática.

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La Guardia Civil debe defenderse y actuar judicialmente
Ante esta situación, la Guardia Civil se encuentra en una encrucijada crucial. La institución, cuyos agentes han sido vilipendiados públicamente y cuyo prestigio ha sido cuestionado por intereses políticos, debe plantearse la posibilidad de actuar judicialmente contra los medios y los políticos responsables de esta campaña de desinformación.

No se trata únicamente de una cuestión de honor institucional, sino de defender la legalidad y proteger a sus miembros de acusaciones infundadas que podrían acarrear consecuencias penales o disciplinarias injustas. La difusión de bulos con la intención de dañar a un cuerpo de seguridad pública es un delito grave que merece la intervención urgente de la justicia.

Consecuencias de la manipulación política y mediática
La estrategia de Pedro Sánchez y sus aliados mediáticos de usar bulos para manipular la opinión pública tiene efectos devastadores. Por un lado, erosiona la confianza de la ciudadanía en las instituciones democráticas y en el sistema informativo. Por otro, alimenta la polarización social, genera desinformación masiva y debilita los mecanismos de control político y social.

Esta situación es insostenible y exige una respuesta clara y contundente. La impunidad ante la difusión de mentiras fomenta que esta práctica se normalice, dañando la salud democrática del país. Por ello, resulta urgente exigir responsabilidades políticas, periodísticas y judiciales para quienes han participado en esta trama de manipulación.

Exigencias y propuestas: ética, justicia y transparencia
En primer lugar, los ministros y altos cargos que han utilizado y promovido estos bulos deberían presentar su dimisión inmediata. La falta de ética y la instrumentalización de la mentira no son compatibles con el ejercicio honesto del poder.

En segundo lugar, los medios que han propagado estas falsedades deben ser sancionados conforme a la legislación vigente, aplicando multas ejemplares que disuadan la repetición de estas prácticas. Es fundamental que se refuercen los códigos deontológicos periodísticos y se garantice la independencia editorial frente a presiones políticas.

Finalmente, la Guardia Civil debe ejercer sus derechos legales para proteger su honor y la legalidad, promoviendo acciones judiciales contra quienes han atacado su reputación y su labor con mentiras intencionadas. Solo así se podrá restablecer la verdad y proteger a quienes velan por la seguridad de todos.

El “bulo de la bomba lapa” es solo la punta del iceberg de una práctica sistemática de manipulación y engaño impulsada por Pedro Sánchez y avalada por medios y periodistas afines. La difusión masiva de falsedades y la utilización consciente de la mentira para fines políticos constituyen un grave ataque a la democracia española, que no puede ni debe quedar impune.

La justicia debe actuar con firmeza, los medios deben recuperar su compromiso con la verdad, y los responsables políticos deben asumir sus errores y renunciar a sus cargos si quieren preservar la integridad de nuestras instituciones. La salud democrática de España depende de ello.

Las palabras de Silvia Intxaurrondo: justicia para los bulos mediáticos
La reconocida periodista Silvia Intxaurrondo ha sido una voz clara y firme contra la desinformación y la difusión de bulos por parte de los medios de comunicación. En referencia al caso del bulo de la bomba lapa, Intxaurrondo afirmó con contundencia que “los medios que lanzaran bulos deberían ser multados”.

Ahora, en este contexto, parece más necesario que nunca que un juez actúe con la misma contundencia que la periodista reclama. Los medios como TVE, El Plural, Diario.es, Público, LaSexta y la Cadena SER, que fueron responsables de propagar esta grave falsedad, deberían ser sancionados legalmente por la difusión de información falsa que ha causado un daño irreparable a la credibilidad de las instituciones y a la seguridad de la Guardia Civil.

La petición de Silvia Intxaurrondo no solo es un llamado a la ética periodística y multa a ella misma, sino una exigencia de justicia para evitar que este tipo de prácticas vuelvan a repetirse y para defender la verdad como pilar fundamental de la democracia.

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